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 DIRECTORIO   , 28 de 2004, número 441
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AEROPUERTOS / ANTE LAS VACACIONES DE SEMANA SANTA
¿Adónde van las maletas perdidas?
UNO DE CADA 10.000 equipajes se pierde a diario en aeropuertos.Tras tres meses, pueden ser subastados, si bien algunas compañías los donan a ONG
GREGORIO FERNANDEZ

V. M.S., de 52 años de edad, realizaba hace dos años uno de sus habituales viajes profesionales a Miami. Nunca antes había sufrido la desagradable experiencia de la pérdida de su maleta, donde por lo general, no llevaba más que dos trajes de chaqueta para asistir a sus reuniones y lo imprescindible para el aseo personal.


Cuando, tras una hora a la espera de su equipaje en el aeropuerto estadounidense, presentó la reclamación oportuna, decidió aceptar la indemnización establecida por la ley -en la actualidad, 16,20 euros por kilo de equipaje facturado, con un tope de 324,54 euros para vuelos nacionales; entre 18,50 y 46,27 euros por kilo en vuelos internacionales-. Viajaba con el tiempo justo para acudir a una cita ineludible y con el dinero recibido V.M.S. pudo comprar la ropa suficiente para poder cumplir con su trabajo.

Lo que V.M.S. no sabía es que su mujer se había esmerado en esta ocasión y su maleta contenía muchas más cosas y por importe muy superior del obtenido por la indemnización. ¿Adónde ir a buscarlas? Quién sabe. Aquella maleta habrá pasado una temporada en las dependencias de algún aeropuerto. Hoy posiblemente haya sido subastada o donada a una ONG.

No existen datos oficiales, pero se calcula que una de cada 10.000 de los dos millones de maletas que diariamente circulan por las cintas transportadoras de los aeropuertos del mundo nunca llegan a su destino. Apenas un 20% de esas pérdidas son denunciadas.

Situémonos en el mostrador de facturación. Cuando el pasajero deja su equipaje, éste entra en una cinta trasnsportadora protegida por unos petos de unos 60 centímetros que impiden que la maleta se caiga y permanentemente vigilada por varias cámaras de seguridad (ver gráfico adjunto). La cinta muere en una banda circular conocida como el hipódromo en la que las maletas caen desde una altura aproximada de dos metros y allí permanecen, con la pegatina que indica su vuelo, a la espera de que los maleteros las transporten a través de las pistas hasta la bodega del avión correspondiente.

Dos son los puntos negros de este trayecto: el hipódromo y el transporte hasta las bodegas. Pero existe un tercer problema con el equipaje de los viajeros que tienen que hacer alguna escala.Hasta el despegue del nuevo vuelo, las maletas se guardan en unos almacenes o patios centrales en los que se mezclan equipajes de varias compañías y bultos recientemente extraviados. Cuando se produce la pérdida de una maleta, la compañía la retiene dos días en esos almcenes, y sólo transcurridas 48 horas la lleva a sus propias centrales de equipajes.


20 AÑOS EN UN ALMACÉN


Años atrás quien se ocupaba de estos menesteres era Iberia, cuando aún era pública y prestaba este servicio al resto de compañías.La empresa española disponía entonces de una nave de grandes dimensiones, dentro del aeropuerto de Barajas (Madrid), donde se depositaban indiscriminadamente todas aquellas maletas, fuera cual fuera su procedencia, que se encontraban abandonadas en las cintas portaequipajes o en las pistas de aterrizaje.

Allí, durante muchos años, permanecieron equipajes cuya antigüedad rondaba los 20 años, tal y como se podía apreciar en la fecha que aparecía en la tarjeta identificativa. Maletas procedentes de La Habana, Nueva York, Melbourne. Algunas tan antiguas que fueron aseguradas por sus dueños con cadenas de hierro y con candado, a la vieja usanza.

Ahora la ley impone mayores exigencias. Las empresas aseguran que se han organizado para coordinar sus trabajos y evitar confusiones.

Pero la realidad parece sugerir otra cosa. Según distintos empleados consultados por CRONICA, la imposición de horarios para el despegue de las aeronaves obliga a los empleados a trabajar a un ritmo frenético «en unos espacios comunes de almacenamiento en los que puede pasar cualquier cosa».

Y lo de «cualquier cosa» es algo más que una mera forma de hablar. Hace poco más de dos años AENA se vio obligada, a instancias de distintos trabajadores y por medidas de salubridad, a limpiar una sala ubicada entre la Terminal 1 y la Terminal 2 de Barajas donde se guardaban objetos de distinta índole. En ese almacén, conocido como «el patio de carrillo», se llegaron a encontrar piernas ortopédicas, jamones en estado de putrefacción, dentaduras postizas, sillas rotas, ordenadores personales y maletas destrozadas por el paso del tiempo.

Es en esos almacenes donde distintos operarios proceden a la apertura de los equipajes extraviados con el fin de encontrar algún dato identificativo de su propietario.

En caso negativo, y transcurridos tres meses, la compañía, según establece el artículo 100 de la Ley de Navegación Aérea, tiene la obligación de proceder a pública subasta de su contenido con la obligación de la inserción de distintos anuncios en los principales periódicos de tirada nacional para dar a conocer la fecha y hora de la convocatoria. Algunas compañías, sin embargo, optan -sin reconocerlo-, por otro sistema: pasados seis meses, y si su propietario no ha aparecido, las maletas son donadas a ONGs.

Pero no todos son extravíos o pérdidas involuntarias. Si usted se encuentra en el aeropuerto de Barajas escuchará, por los servicios de megafonía un mensaje constante: «Por su propio interés, rogamos mantengan controladas sus pertenencias constantemente».

Y es que la picaresca no tiene fin. Según ha podido saber CRONICA, cuando AENA era la responsable de los objetos perdidos éstos se almacenaban en una sala habilitada al efecto. Cuando el viajero se percataba de que su bolsa de viaje, su equipaje, su cámara de vídeo o cualquier otro efecto personal habían volado presentaba la reclamación en la oficina correspondiente. Pero, la mayoría de los afectados, «con tal de no perder el avión daba sus pertenencias por perdidas», comentan empleados de AENA.


OBJETOS «PERDIDOS»


Lo que en realidad había sucedido era que algunos empleados de seguridad del aeropuerto -los menos, eso sí-, haciéndose valer de su uniforme, cogían el equipaje. Si el viajero lo advertía ellos se amparaban en su condición de guardas para justificar su actitud. Si no era así, se llevaban el objeto en cuestión y esperaban la finalización de su turno de trabajo para depositarlo en la oficina de objetos perdidos, donde se le hacía entrega de un resguardo.

Como la ley establece que, si pasado un periodo de tres meses, el titular del objeto perdido no aparece pasa a propiedad del que lo encontró los empleados de seguridad pasaban a cobrar su pieza.

Ahora las cosas han cambiado. La empresa de seguridad Vinsa es la encargada de vigilar los objetos perdidos y si en el plazo de una semana no son reclamados se envían a las dependencias del Ayuntamiento de Madrid.




 
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