JOSÉ ANTONIO MARINA
La insistencia con que Zapatero ha repetido la palabra «talante» me ha hecho recordar mi época universitaria. En 1958, Aranguren, un filósofo poco conocido entonces, publicó un texto de Ética, en el que dedicaba un capítulo entero al «talante», término que pretendía ennoblecer filosóficamente, y que puso de moda. Hasta entonces, era una palabra de uso cotidiano que sólo se utilizaba en dos expresiones: «estar de buen talante» o «estar de mal talante».Para Aranguren, talante era la actitud afectiva básica ante el mundo, un sistema de preferencias y de energías. A partir de él había que construir el proyecto ético. Zapatero es en esto discípulo de Aranguren. Cada vez me interesa más la función política de los sentimientos. La principal diferencia entre conservadores y progresistas no es una idea, sino una propensión afectiva que suscita una ideología. Las sociedades configuran un estado de ánimo básico, un talante, que determina muchos de sus comportamientos.Hay sociedades agresivas y sociedades pacíficas, sociedades perezosas y sociedades activas, puritanas y tolerantes, confiadas y desconfiadas, depresivas y optimistas. Cada estilo emocional produce una visión del mundo distinta, un tipo peculiar de ocurrencias, fomenta un estilo de soluciones, despierta diferentes energías, ánimos para empresas nuevas. Podría poner muchos ejemplos históricos.Kennedy, por ejemplo...
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