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 DIRECTORIO   08 de agosto de 2004, número 460
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TESTIMONIO / DE LA REALIDAD AL CINE
«Yo no diseñé el plan que usó para irse»
RAMONA MANEIRO, LA COMPAÑERA DEL TETRAPLÉJICO RAMON SAMPEDRO Y SOSPECHOSA DE AYUDARLE A MORIR, CUENTA PARA CRONICA SUS SENSACIONES TRAS VER LA PELICULA «MAR ADENTRO», QUE RECREA LA MUERTE DE SU AMADO Y ABRE EL DEBATE DE LA EUTANASIA
RAMONA MANEIRO

Yo nunca había visto una película de Javier Bardem. En mi aldea, en Ribeiriña, no hay cine. Ahora he visto Mar adentro. Y he vuelto a ver a Ramón. Estaba un poco nerviosa. Sabía lo que Amenábar quería hacer. Enseñar como él luchó por su libertad. Me he emocionado mucho. Muchísimo. Pero no quería que nadie lo notara. Las emociones fuertes me las guardo. Siempre lo hice así.


Yo conocí a Ramón y le quise. Tengo su imagen grabada. Pero veía a Javier y era Ramón. Parecía que estaba vivo otra vez. La pantalla grande impresiona mucho. Después me despertaba y volvía a ser Bardem. Aunque la película no es nuestra historia. Mi amor con él era distinto. Pero eso está bien. La historia ya es muy cruda.¿Para qué darle más morbo?

Mi personaje se llama Rosa. Me reconozco en ella sólo en algunas cosas, pero es normal. No me han dicho por qué no utilizaron mi nombre. Tendrían miedo a complicarme la vida, supongo. El hermano de Ramón y su cuñada aparecen con sus nombres. Gené, su amiga de la asociación Derecho a una Muerte Digna, también.Supongo que estuvieron con ellos antes. Amenábar y yo hablamos mucho, pero de nada importante para hacer la película. Él ya tenía todos los ingredientes. También vino Lola Dueñas, la actriz que hace mi papel. Agradezco mucho que me quisieran conocer, aunque no contaran conmigo para hacer la película.

Por casa de Ramón pasaban siempre muchas mujeres. Tenía un harén, ¡en serio! Él no sabía si se enamoraban de verdad o iban de madres protectoras. El personaje que interpreta Belén Rueda no era exactamente así, pero no es ficción, aunque el abogado de Ramón era un hombre.Ramón trataba así a las mujeres. Enamoraba. Seducía. Aunque no con palabras, porque te hablaba siempre de lo mismo. De su lucha, sus razones. De que aquello no era vida.

Nunca intenté convencer a Ramón de que no lo hiciera, de que alargara su existencia para estar conmigo. Hubiera sido un abuso.Un egoísmo tremendo. ¿Qué esperanza podía darle? ¿Tener un hijo con él? Lo dice en el libro. En las Cartas desde el Infierno.Por muchas mujeres que tuviera aquí, la mujer de su vida era la muerte.

Me gusta mucho recordar el día en que le conocí. Fue impresionante.Me gustaba todo de él. Su cara, su forma de ser. Era fuerte.Y muy guapo. Con esa sonrisa. Javier ha hecho lo máximo para parecerse, y creo que lo ha logrado. Porque lo expresa todo con los ojos, como hacía Ramón. Hay que verlo. Es importante.Mucha gente está como estuvo él y no quiere seguir así. No hablo de tetrapléjicos, sino de enfermos terminales. Treinta años son muchos atado a una cama. Lo que más rabia me da es que la gente decía que Ramón tenía una depresión, y que lo que teníamos que hacer era llevarle a un psicólogo. Yo también me quiero morir, a veces. Todos. Pero no se trata de eso. No estamos hablando del suicidio, sino de la dignidad.

Lo que más me ha impresionado ha sido el accidente. El momento en el que se lanza al mar y ocurre todo. Ramón me lo contó muchas veces, pero verlo es distinto. Ahora el mar me da más miedo.Su muerte también me impresiona, pero menos. Le vi morir en la televisión, en aquella cinta de vídeo. Él quiso que se grabara para exculpar a todo el mundo. Aquellos 12 minutos. Preferiría no haberlo visto. Ni ganas tenía. Pero una noche estaba en casa, haciendo la cena y apareció allí, en la tele. Bebiendo de aquel vaso. No quería mirar, pero allí estaba. Revivirlo ha sido duro.Pero no como aquello.


RAMON Y LAS MUJERES


Amenábar expresa muy bien las cosas que le hacían sufrir. Una vez su madre se cayó y él oyó el ruido en la cama. Sin saber qué había pasado. Sin poder ayudarla. Se hundía en esa sensación de impotencia. Se acercaba una mosca y no podía apartarla. Tenía que estar siempre acompañado. Le dolía el esfuerzo de los demás.Pero se marchó por sus propias razones. En su casa siempre le cuidaron con amor. Yo lo he visto. Con mucho amor.

Y nunca tuve celos. Ni de las visitas que recibía, ni de su familia.En su casa yo no hacía nada. Como mucho, le llevaba un café.Fumaba con él. Le pasaba el cigarrillo y, cuando quería recuperarlo, Ramón lo mordía para no devolvérmelo, porque decía que fumaba mucho. ¿Por qué iba a estar celosa, si él me quería? Todas las mujeres se enamoraban de él. Me hacía gracia, aunque no me extrañaba.Si me pasó a mí, ¿por qué no a otras? Pero yo le era fiel. Muy fiel.

Se puede decir que fue un flechazo. Es de risa. Me gustó mucho desde el principio. El decía que era porque no me podía hacer daño. Tuve mis dos hijas de mi matrimonio, que fue muy mal. Luego una relación con el padre de mi hijo pequeño, que me dejó cuando supo que estaba embarazada. Estuve dos años con otra persona y la convivencia fue horrible. No tenía yo suerte con los hombres, la verdad. Y conocí a Ramón. Me dedicó su libro de poemas. Decía que los dos éramos de otro planeta.

Sí que desahogaba en Ramón mis problemas. En la conservera hacía de todo, desde limpiar pescado a cargar cajas. Y cuando se hundió pensaba: «¿Qué voy a hacer ahora, si no sé hacer nada? No tengo estudios y sólo valía para la radio. Solía poner discos dedicados, hablar con la gente. Pero la emisora había cerrado. Y en la fábrica ya no cobrábamos. Llegaba muy disgustada todos los días. Me veía hundida, con tres hijos y la casa. Él me ayudaba mucho. Me animaba.Me tranquilizaba. Después me iba llena de energía. Me decía que luchase. Que si él tuviera mis pies subiría una montaña.

Cuando Ramón se marchó, faltaba poco para que cumpliéramos dos años juntos, pero se complicó todo. Al principio iba a verle todos los días. Y cuando volvía a mi casa, hablábamos por teléfono.Me compré un alargador y salía con él fuera para que escuchara el mar. Luego todo cambió. Su gente me acusó directamente y tuve que dejar de ir. En la conservera no nos pagaban, así que me quedé sin teléfono. Tenía que hablar con él desde el de mi madre.Si contase lo nuestro, la película sería otra cosa. Entre bonita y fea.

La única herencia que tengo de Ramón es contar su historia. Y quiero hacerlo. Pero sólo salgo yo, nadie más dice nada. Yo no diseñé el plan que usó para irse. Ya me hubiera gustado tener cabeza para eso. Lo que tenía era pena. Sabía que no iba a volver a escucharle. No iba a volver a verle. Pero él me decía: «Cuanto menos sepas, mejor». Qué razón tenía, pienso ahora. Yo tenía un niño pequeño, y él no quería que se me complicara la vida.Estaba muy preocupado por si me pasaba algo.


HOMENAJE EN LA PLAYA


Yo no fui el centro del plan de Ramón, tuve el mismo papel que los demás. Pero me señalaron a mí, y señalada he quedado. No me importa. No tuve ningún miedo mientras investigaban. Ni siquiera quería que archivaran el caso. Creo que no se trataba de saber quién puso el vaso, quién buscó el veneno, quién encendió la cámara. Hubiera sido cruel encarcelar a alguien por ayudar a Ramón. Y si me hubieran metido en la cárcel, que hubiera sido como a Mario Conde.

Dicen que todo el mundo llora con la película. Yo no. Me he emocionado al recordar. Pero no lloro. Y menos por su muerte. Respeto a todo el mundo, pero nunca he ido a los homenajes que le hacen en la playa de Porto do Son donde se cayó. Cada año, la gente se reúne allí y lanza flores al mar. Todavía sus deseos no se han cumplido. Él quiso que le reconocieran el derecho sobre su vida y no lo consiguió. Tuvo que hacerlo a escondidas. No voy a esos homenajes porque no quiero incomodar a nadie. Y hay gente a la que se le ponen los pelos de punta sólo con verme.

La gente tiene mucho miedo a enfriarse. Y sólo es cerrar los ojos, quedarte dormido, y ya está. Es peor el sufrimiento. Dicen que están a favor de Ramón. Que querrían lo mismo para ellos, llegado el caso. Pero hay mucha hipocresía. Porque él no era un enfermo terminal. Podía haber seguido así indefinidamente.Ramón tenía muchas cosas, pero no su libertad. Y eso era lo que quería.

Me ha llamado la gente de la película. Querían saber cómo estaba después de verla. Me ha gustado, claro que sí. Pero es más importante que le guste a otros. Yo querría contar más cosas, pero por mucho que te expliques, después la gente no entiende. Muchos han malinterpretado todo. Las asociaciones de tetrapléjicos se enfadaron. Ramón no luchaba por la eutanasia, no libraba batallas por nadie, sólo por él mismo. Si luego eso ayudaba a alguien, pues bien. Muchos no lo han entendido, pero la película va a ir al Festival de Venecia, y eso es más importante que los Goya, creo. Me imagino que va a impactar, y seguro que va a abrir de nuevo el debate.Se volverá a decir de todo. Volverán a señalarme. No importa cómo me vean. Yo tengo mi verdad y eso es lo que vale. ¿No?


«Mar adentro» se estrena el 3 de septiembre. Transcripción de JOSEFA PAREDES





 
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