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| EL TALISMÁN DE LANCE ARMSTRONG |
| La «fiebre amarilla» |
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CARLOS FRESNEDA
Lance Armstrong le regaló una pulsera amarilla a Angelina Jolie, que le compró una a Benn Afleck, que luego se la pasó a Alexandra Kerry, que le compró otra a su padre, John Kerry, que la lució con orgullo en su discurso de nominación como candidato demócrata y provocó, de paso, la curiosidad del presidente Bush; raro en él. ¿Qué diablos tiene esa pulsera amarilla que todo el mundo la lleva? Es el talismán de Lance Armstrong, le dijeron. Símbolo de la fuerza y de la perseverancia. Contra el cáncer y contra todo lo que se nos ponga cuesta arriba.
Bush se pidió también una. «El presidente tiene una pulsera y apoya la labor de la Fundación Armstrong», dijo el portavoz de la Casa Blanca, Taylor Gross. De momento van ya más de ocho millones de pulseras vendidas, a un dólar la unidad, para deleite de la Fundación Armstrong y también de Nike, que las fabrica, dona los millonarios beneficios y saca partido, aunque sólo en forma de publicidad indirecta. Según afirma la prestigiosa casa de deportes, el dinero recaudado por las ventas se introduce directamente en una urna y de ahí, a la cuenta internacional creada para la fundación del ciclista. En principio, nada pasa por caja.
La fiebre de la pulsera amarilla arrancó en pleno Tour. ¡Hasta 3.000 pulseras al día vendían los puestos instalados a lo largo del trayecto! Tom Hanks y Angelina Jolie fueron los primeros en lucirla por la pasarela de Cannes, y después vinieron Bruce Willis, Ben Stiller y Jason Lewis, el guapo de Sexo en Nueva York.
La lista de famosos con pulsera crece día a día. Ahí tenemos a Matt Damon, en la presentación de su última película, The Bourne Supremacy. Y también a Robin Williams, a Ashley Judd y demás famosos de Hollywood. Sheryl Crow -actual pareja de Armstrong-, Norah Jones y Bono marcan la pauta musical, y Andre Agassi y Serena Williams no se la quitan ni para darle a la pelota.
En España la fiebre amarilla no ha llegado, ni mucho menos, a La Moncloa pero cada vez son más, famosos o no, los que lucen la pulsera del verano. Entre ellos, muchos de los deportistas fichados por la casa Nike como Ronaldinho, Carles Puyol o Pau Gasol. Algunos han llegado incluso a encargar paquetes de 100 pulseras para repartir la esperanza amarilla entre sus amigos.
El propio Lance Armstrong, en la web que arropa su particular campaña -www.wearyellow.com-, cuenta su experiencia contra el cáncer de testículos que se le propagó a los pulmones, llamó a las puertas de su cerebro y estranguló sus sueños y ambiciones en lo más alto de su carrera como ciclista.
«El maillot amarillo del Tour fue durante todo ese tiempo el resplandor que me hizo seguir luchando», asegura Armstrong. «Con el amarillo me despertaba todas las mañanas. Con el amarillo me subía a la bicicleta todos los días. El amarillo me ha enseñado el verdadero sentido del sacrificio... El amarillo es la razón por la que estoy aquí».
Meses antes de empezar el que sería su sexto Tour, tuvo una idea: patentar una pulsera amarilla con la consigna «Live Strong» -«vive duro», o algo así- y convertirla en símbolo de la lucha contra el cáncer. Hubo quien pensó que se trataba de un arma secreta del ciclista, saludado a lo largo y ancho del Tour por miles de admiradores que le mostraban la pulsera y le daban aliento.Pero la cosa ha ido mucho más allá y el propio Armstrong está sorprendido por la acogida que ha agotado todas las existencias y está convirtiendo la pulsera amarilla en el símbolo más identificable desde el lazo rojo contra el sida. / Con información de Gala Díaz
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