UN JUGLAR COMPROMETIDO, EL PERFIL

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Hilar palabras que desbordan contenido es un talento innato. Cuando uno nace, como Carlos Cano Fernández, tocado por la gracia creativa ya puede el destino tratar de meterle en vereda que al final se imponen los genes clarividentes y arrasan con su fuerza.

Por eso, de poco sirvió que este cantautor nacido en
Granada el 28 de enero de 1946 se viera obligado a emigrar y trabajar en un hotel en Suiza, fabricando farolillos para féretros y en la imprenta del periodico ‘Der Spiegel’ en Alemania o como marinero en el puerto de Rotterdam. La música le atacó siempre virulentamente, sobre todo desde que probó su sabor en París de la mano de Lluich y Morente. En Barcelona, con 24 años, compuso su primera canción ‘Miseria’ mientras se "partía el alma en el andamio", como él mismo comentó.

Carlos Cano, más que cantautor se sentía juglar porque le tiraba más
"la crónica del corazón". Habla de la canción como una actitud crítica ante la vida —ahí está su canción ‘El tango de las madres locas’ dedicado a las madres de la plaza de Mayo, de Argentina— y creía en el panteísmo, en la sensualidad del pueblo andaluz y en la utopía. Y, sobre todo, se sentía plenamente identificado con todo aquel que tiene política o culturalmente una conciencia andaluza o andalucista.

Se confesaba poco urbano. Llevaba una vida tranquila porque Carlos Cano era un hombre pacífico. De su primer matrimonio nacieron sus dos hijas mayores, Amaranta y Paloma. En la actualidad, vivía con su compañera Eva Sánchez Martínez, con quien tuvo un hijo en 1996.

Durante un tiempo, Cano apareció como portaestandarte del Partido Socialista de Andalucía (PSA). Sin embargo, el cantautor siempre dejó bien claro que
nunca militó en partido político alguno. Según sus propias palabras, no tenía "sentido de la militancia política. A veces me he dado cuenta que tengo cosas que son anarquistas, y otras más bien conservadores, y algunas tienden a lo progresista y a lo revolucionario". Pero ante todo, se sentía y se definía como de izquierdas y nacionalista.

Los inicios de Carlos Cano en el panorama de la música no fueron fáciles debido a que
las letras de sus canciones eran consideradas, en tiempos del franquismo, como excesivamente sociales o políticas. Llegó incluso a tener canciones prohibidas. En 1972 Arias Navarro le declaró ‘persona non grata’. Ese año cantó en París en el homenaje que la UNESCO le tributó al poeta Federico García Lorca.

A pesar de tener que luchar contra corriente, en enero de 1975 Cano grabó su primer álbum bajo el título ‘A duras penas’, disco en el que quiso plasmar las tres fases de su trabajo en la búsqueda de la copla andaluza popular (una primera etapa de 1969, cuando entró en el Manifiesto Canción del Sur, la segunda con canciones de tipo flamenco, y la tercera que se inicia tras la lectura del ‘Ideal andaluz’, de Blas Infante).

Un cantante comprometido
Si algo caracterizó a Carlos Cano, además de su talento, fue su solidaridad. Durante el año 1993 intervino en el concierto ‘Pro-vitamias para los niños de Cuba’ (9 de julio en Madrid) y en el Encuentro de Cantautores del Xacobeo 93 (septiembre, en Orense).

Al año siguiente, el 18 de enero colaboró, en Madrid, en el
‘Concierto urgente por los pueblos indígenas de Colombia’, y el 8 de abril, en Sevilla, en el festival en apoyo a los trabajadores de las empresas Santana y Gillette. Días después, también en abril, cantó en la localidad granadina de Armilla en el recital musical que superó las 202 horas ininterrumpidas, superando el anterior record de Guinness.

El 3 de abril de 1995 sustituyó, por dimisión, al magistrado Baltasar Garzón en la Presidencia del Patronato de la Fundación por los Pueblos Indígenas.

El cantante presidió también la
Fundación Alhayat, para ayudar a resolver problemas de la infancia. Esta adquirió en octubre de 1992 el cortijo de ‘La Rehoya’, en la localidad grandina de Orgiva, donde prestaba ayuda a niños saharauis.

El corazón de Carlos en Nueva York
El
20 de mayo de 1995 ingresó en estado grave en la clínica granadina de La Inmaculada aquejado de un cólico nefrítico. Esa misma tarde fue trasladado hasta la UVI del centro Ruiz de Alda, donde se le diagnosticó cólico nefrítico asociado a un aneurisma (desgarro) disecante de aorta descendente.

Cinco días después, el 25 de mayo, y tras sufrir un agravamiento de su estado de salud, fue trasladado en un avión médico privado al
Hospital Monte Sinaí, de Nueva York, donde fue intervenido quirurgicamente ese mismo día. El 4 de junio abandonó el hospital y el día 13 ofreció una rueda de prensa en la que dijo haber nacido "un 25 de mayo en Nueva York, provincia de Granada". Dos días después, el 15 de junio, regresó a España.

Tras dos meses de recuperación, Carlos Cano presentó en Madrid el disco
‘Algo especial’; una recopilación de obras ya conocidas pero reinterpretadas que había concluido poco antes de sufrir el aneurisma.

El
25 de octubre de 1999 el cantante volvió a Nueva York. Carlos Cano desgranó su repertorio de trágicos tangos, melancólicos fados y reivindicó la pasión y la memoria del género de la copla. El granadino le abrió el corazón a la Gran Manzana, pero esta vez no en el quirófano, sino en el escenario del teatro Merkin Hall.

El 16 de octubre de 2000, el cantante granadino Carlos Cano presentó en Sevilla su último disco, titulado
‘De lo perdido y otras coplas’, que según dijo supone su propia "antología personal de la copla", por lo que incluye algunas de las canciones que le han hecho célebre.

Hombre de pocos pero de selectos amigos, Carlos Cano considera al cantautor
Lluis Llach como uno de sus mejores amigos, al igual que al político Alejandro Rojas Marcos y al periodista Antonio Burgos y decir esto es mucho cuando Carlos Cano pensaba que para él "un amigo es para siempre, pase lo que pase".

En enero de 1989 fue candidato al premio nacional de la Muestra Nacional de Nuevos Panoramas del pop y el rock español de 1988, en la sección al mejor trabajo de raices españolas, y el 28 de febrero de 1989 la Junta de Andalucía le entregó
la medalla de plata de Andalucía.

Finalmente, el corazón que tanto hizo vibrar a sus admiradores le ha fallado finalmente cuando menos se esperaba, cuando estaba a punto de abandonar el hospital de Granada, donde fue ingresado por una rotura de la aorta.

La curiosa personalidad de Cano como cantor de coplas ha llevado a Fernando González Lucini a escribir un libro dentro de la colección ‘Los juglares’ (1983), dedicado al cantautor granadino. Años antes, en 1978, la editorial granadina Aljibe publicó su ‘Cancionero’.