Elecciones 96
perfiles



JON IDIGORAS

Novillero en Amorebieta, técnico de diseño, co-fundador del sindicato vasco LAB, miembro del frente obrero de ETA... la carrera política de Jon Idígoras es, a sus sesenta años, interminable.


caricatura

El Txikito de Amorebieta


El Mundo

El actual portavoz de la Mesa Nacional de Herri Batasuna, destinado hasta hace pocos días al retiro de su vivienda de Iparralde, ha vuelto a convertirse en figura de actualidad tras su detención ordenada desde la Audiencia Nacional. Cuando se conoció la noticia, él estaba en su casa, tranquilo. Bajó a las once de la noche a pasear a su perro "Jai", como suele hacer cada día. A él se fueron acercando sus vecinos de Amorebieta. Le daban ánimos, le preguntaban cómo estaba. "Seguro que Garzón y el Gobierno están ahora más nerviosos que yo", respondía con calma. Y así pasó la noche, y la pasó tomando unos "potes" con los amigos. Y la pasó en la cama esperando la llegada de la policía. "Como en el franquismo", afirmaba.

Este hombre de gesto agresivo, aparentemente amenazador, y unas maneras ingenuamente bruscas, que han logrado forjar su imagen de duro, de enfant terrible de la izquierda abertzale, ha traído a la clase política en jaque con sus declaraciones. "Es evidente que un voto a HB es un voto a ETA, para que lleve la negociación adelante", decía en el 86. Y en el 92, afirmaba orgulloso que si se ilegalizaba Herri Batasuna, "200.000 o 400.000 vascos se tirarían al monte". Este radical abertzale, que ya a los 22 años probó el sabor de las rejas carcelarias por su actividad sindical, erró en sus palabras cuando el 4 de diciembre de 1989 decía seguro que estaba convencido de que ETA nunca caería en el error de matar a políticos.

Mucho ha llovido desde entonces, y a Jon Idigoras, obrero metalúrgico de Zornotza (Vizcaya), apenas si le aguantan fuera de Euskadi. Es el blanco de los dardos envenenados de analistas, medios de comunicación y público en general. Este "antiespañolista" convencido, cosas de la vida, empezó ganándose el jornal como novillero. Txiquito de Amorebieta, éste fue su apodo de batalla. Pero con los años, se alejó del toreo, de la fiesta nacional por excelencia, para lanzarse al ruedo de la política desde posiciones abertzales, con esa imagen de duro e intransigente que le caracteriza.

Los que le conocen, sin embargo, tienen una imagen radicalmente opuesta. Dicen que es una buena persona, extraordinariamente jovial y en la que se puede confiar con los ojos cerrados. Hombre de grandes amistades, es, ante todo, dialogante y obstinado, lo que le ha permitido, entre otras cosas, ser la voz más autorizada de Herri Batasuna durante muchos años.

Su edad, sesenta años, su evidente alejamiento de las tesis más ortodoxas, ahora oficiales, y su apego a la vieja estrategia socialista han hecho que la nueva dirección de la izquierda abertzale, más joven e intransigente y menos "atada" a los planteamientos sociales, le intente apartar de los maximalistas objetivos de la última etapa. Y casi lo habían logrado. Pero una orden de detención y su arresto por parte del juez Garzón han hecho de él una nueva arma política que los jóvenes que ahora lideran la coalición no dudarán en utilizar.



AgendabuscarEncuestasnoticias OpinionPerfilesTemasTu voto

AyudaPortada