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Domingo, 22 de febrero de 1998
Ultima actualización: 09:45
Extracto del artículo de Luis María Anson publicado el
21 de julio de 1966 en el ABC
La monarquía de todos
"... la mayor parte de los países europeos que perdieron
sus monarquías no lo hicieron en favor de la libertad, sino que,
tras breves periodos republicanos, desembocaron en dictaduras. Así,
Rusia, Hungría, una parte de Alemania, Yugoslavia, Albania, Rumanía,
Polonia, Bulgaria. En Portugal y España, la caída de la Monarquía
y la República consiguiente concluyeron en regímenes autoritarios
occidentalistas. Hoy, en fin, libertad y Monarquía en Europa se identifican.
Y eso no lo puede negar nadie. Conviene tener en cuenta todas estas consideraciones
ahora que se habla tanto en España de Monarquía. Porque la
Monarquía en sí misma quiere decir poco. Si interesa a los
españoles es en función de que cumpla una serie de condiciones:
las mismas que satisfacen las monarquías europeas, según ha
señalado certeramente Carlos Ollero en su reciente y gran discurso
académico. Habrá diferencias de matices y de tal o cual estructura,
porque las circunstancias son también diferentes, pero, en líneas
generales, la Monarquía española no podrá ser muy distinta
de la belga, la noruega o la danesa. Desde 1945 el Régimen español
-poco propicio a la permeabilidad- ha experimentado una evolución
de noventa grados. Basta leer los discursos y los periódicos de entonces
y los de ahora para comprobarlo. ¿Cómo se puede pretender
entonces que dentro de veinte años la Monarquía sea igual
que el Régimen, hoy? El inmovilismo, sobre todo después del
ejemplo del Concilio, es imposible, la evolución se impone y la Monarquía
española, incorporada en el futuro, económica y políticamente
a Europa de forma casi inevitable, será, en líneas generales,
como son las otras monarquías europeas, con sus inconvenientes, pero
con todas sus inmensas ventajas de paz, continuidad, progreso económico
y libertad.
Por eso, en España los caminos políticos conducen a la
Monarquía de Don Juan, que es la Monarquía a la europea, la
Monarquía democrática en el mejor sentido del concepto, la
Monarquía popular, la Monarquía de todos. En unos meses, desde
Serrano Súñer a Tierno Galván, las principales figuras
políticas españolas de numerosas tendencias han hecho declaraciones
públicas en favor de Don Juan. Hace unos días hablaba yo con
Hermenegildo Altozano, el político de más porvenir que tiene
el Opus Dei, de este hecho significativo: en la cena que, con motivo de
la onomástica del Jefe de la Casa Real Española, se celebró
el 23 de junio pasado en Madrid, se encontraban presentes no sólo
los sectores tradicionalmente conservadores y monárquicos desde Arauz
de Robles y su grupo de carlistas a Joaquín Satrústegui y
sus liberales, sino también -y esto es lo más significativo-
los representantes de ideologías en otro tiempo hostiles a la Monarquía.
Así, Villar Massó y sus socialistas, Federico Carvajal y los
suyos. Así, Dionisio Ridruejo y su grupo, los socialistas de Tierno
y republicanos históricos como el magnífico Prados Arrarte
o Félix Cifuentes, hombre de mente extraordinariamente fría
y lúcida. Así, el equipo de la Revista de Occidente, con José
Ortega a la cabeza, sin que faltara Aranguren, ni las adhesiones de Laín
y Marías. Mención aparte, por cierto, para algunos sectores
del grupo de democracia cristiana, centro de equilibrio de la vida política
española, con hombres de calidad humana y la inteligencia de Moutas,
Adánez, Barros de Lis, Juan Jesús González, Guerra
Zunzunegui. En la mesa donde yo cenaba estaba Miguel Ortega, hijo de Ortega
y Gasset, miembro del Consejo Privado de Don Juan, y, viéndole yo
pensaba: "Lo importante de esta noche no es la presencia de los grupos
conservadores, de los grupos que el 18 de julio sustentaron el Régimen
actual, y cuyos nombres sería demasiado largo enumerar ahora. Lo
importante es que se encuentren en un acto en honor de Don Juan los que
derribaron a su padre, los que dijeron delenda est Monarchia, y hoy, con
un patriotismo admirable y una honestidad intelectual ejemplar, dicen: "La
Monarquía debe ser construida". Así se podrá cumplir
el deseo clarividente del Jefe del Estado cuando al impedir a Don Juan incorporarse
al frente durante la guerra afirmó que no debía pertenecer
a los vencedores ni a los vencidos para poder ser un día el Rey de
todos los españoles. Pensaba yo esto y pensaba también en
la postura ejemplarísima de Don Juan Carlos cuando un periodista
indiscreto le habló de sus posibilidades al Trono y el Príncipe
hizo esta declaración perfecta, recogida en la revista Time de 21
de enero de 1966: "Nunca, nunca aceptaré la Corona mientras
mi padre esté vivo".
La Monarquía de Don Juan, pues, que es la del sentido común,
significa la sucesión del Régimen sin alteraciones de la paz
y del orden. No la convirtamos por matices bizantinos en un problema más,
sino en un lugar común de convivencia para que los españoles
de todas las tendencias puedan abordar pacíficamente la solución
de los problemas de España. La Monarquía permanece en Inglaterra,
en Bélgica o en Dinamarca porque es útil, mucho más
útil que la República. No podemos actuar de espaldas a los
tiempos que vivimos, y por eso es necesario, aun a costa de sacrificar matices
o posiciones de grupo, ensanchar las bases de nuestra Monarquía.
Porque la Monarquía no puede ser excluyente, como lo fue la República.
De cara al futuro no hay más Monarquía posible que la Monarquía
de todos, al servicio de la justicia social y de los principios de derecho
público cristiano."
Extracto del artículo de Luis María Anson publicado el
21 de julio de 1966 en el ABC
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