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Cine

 
Jueves, 25 de Abril de 2002
Actualizado a las 00:19 (CET) - Internet time @971 by
 
 

HOY, «AGUIRRE, LA COLERA DIOS»
El mayor traidor

GERARDO HERRERO

Klaus Kinski como Lope de Aguirre (Colección Terenci Moix).
  A D E M A S
 Kinski-Herzog, esa perfecta pareja mal avenida
 Mosquitos y Pirañas
 Un rebelde visionario y enloquecido
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La búsqueda de El Dorado, la tierra prometida donde el oro caía de los árboles, se convirtió en la obsesión del lunático conquistador Lope de Aguirre. Tras tomar el poder de la expedición, inició un enloquecido viaje por la selva peruana, una travesía repleta de alucinaciones y peligros que Werner Herzog narra de forma brillante. Aunque el rodaje de la película se convirtió en un auténtico infierno por las peleas entre el director y Klaus Kinski, el histriónico actor alemán realiza el que, para muchos, es el mejor trabajo de su vida.

Los indios inventaron la leyenda de El Dorado. Partiendo de esa creencia, un nutrido grupo de españoles, comandados por Gonzalo de Pizarro, hermano pequeño del conquistador del Perú, Francisco de Pizarro, intentaron descubrir, colonizar y evangelizar la tierra prometida, donde el oro caía de los árboles.

A finales de 1560, bajando de la cordillera de los Andes, llegaron hasta la selva e intentaron descender con sus caballos, cañones y armaduras. Algunos llevaban incluso a sus mujeres e hijas. Al faltarles las provisiones, Gonzalo de Pizarro decide enviar una expedición a la tierra desconocida.

Invocando a la Virgen María, nombra a Pedro de Urzúa jefe de la expedición, con Lope de Aguirre como segundo del grupo y con fray Gaspar de Carvajal como el hombre de la Iglesia para llevar la palabra de Dios. Este viaje iniciático es la base de partida de esta hipnótica y fascinante película de un enloquecido director alemán que vive bajo el nombre de Werner Herzog.

Nuevo cine alemán

Hace muchos años, en el cine Bellas Artes de Madrid, pude ver por primera vez esta personal, auténtica y desgarrada película. Todavía recuerdo la huella que dejó en la cultura española esta obra del llamado entonces nuevo cine alemán. Polémica película, como su director, aparte de las discusiones artísticas sobre su calidad como cine, produjo una gran discusión sobre el papel de los españoles en la conquista, el descubrimiento o el encuentro de dos mundos. ¿Les suena aquello del V Centenario?

La película está contada por una voz en off sobre el diario de fray Gaspar de Carvajal, el único documento que existe de esta locura, de este viaje lleno de remolinos y peligros. «¿Habéis olvidado a Cortés? Desobedeció sus órdenes y consiguió poder y riqueza», asegura Lope de Aguirre, que, sobre estas ideas, concluye su conspiración de manera maquiavélica y da un golpe de Estado. Destituye a Urzúa, pone a un pelele de jefe, Fernando de Guzmán, y se dedica a manipular a toda la tropa para proseguir un viaje con la amenaza permanente de unos indios que son siempre una amenaza invisible. Destrona a Felipe II y pronuncia unas memorables palabras: «Que se nos seque la mano y se nos pudra la lengua si llegamos a desdecirnos. La fortuna ayuda a los valientes y escupe a los cobardes».

La Iglesia, con la habilidad que siempre le ha caracterizado, está representada por fray Gaspar, que se alía con los triunfadores del golpe —representados por Lope de Aguirre y sus secuaces—, después de tomar el poder y siempre respetando las reglas de las jerarquías.

La voz de la Iglesia nos avanza los peligros de la aventura, cuando la novia de Pedro de Urzúa busca la ayuda de fray Gaspar y éste le contesta que la Iglesia siempre está al lado de los fuertes. Y el fuerte es un personaje fascinante, sin escrúpulos, iluminado, despiadado y perverso que va a enloquecer poco a poco durante la expedición.

Peligros

Los indios que acompañan como esclavos a los conquistadores tienen la voz de un antiguo príncipe que sabe lo que es perderlo todo. El emperador de El Dorado no es más que el instrumento que sirve de coartada al magnético e inquietante Lope de Aguirre.

El viaje, el río, la hipnosis del recorrido, la fuerza y el misterio de la selva, los peligros siempre presentes, ese peligro está narrado por Herzog de una manera brillante y el ritmo lento atrapa al espectador como el río atrapó a estos visionarios.

Esta película no ha envejecido, se sigue viendo incluso mejor que entonces, contada por el diario de fray Gaspar de Carvajal, hasta que un soldado se bebió su tinta. Nosotros, espectadores de hoy, somos capaces de comprender la obsesión de Lope de Aguirre y los suyos. Sentimos su codicia y su avaricia, admiramos su obsesión. ¡Cómo lo consigue! ¡Cómo manipula! Lleva a su gente a la destrucción y cuando éstos se dan cuenta ya no hay salida. El se llama a sí mismo La cólera de Dios, amenaza a los desertores, los compra, como hoy, con el poder y la fama y los desprecia por débiles. Hasta el final, todos los supervivientes, llamados por los indios los hijos del sol, en el río donde Dios quiso poner fin a la creación, tienen la última visión: un barco encima de los árboles.

Penalidades

Visionario Herzog y todo un equipo que tuvieron que soportar casi tantas dificultades y penalidades como aquellos locos, con sus armaduras, con sus conspiraciones para llevar a cabo su empresa: tomar posesión de unas tierras que fueron una quimera.

Hace unos meses, en el Amazonas, en Iquitos, mientras filmaba El lugar donde estuvo el paraíso, conocí a uno de los productores de Herzog, el de Fitzcarraldo, le pregunté por ese actor histriónico y excesivo llamado Klaus Kinski. Me contó muchas de sus locuras, de sus actitudes, de cómo se pegaba con Herzog y con otros miembros del equipo.

A mí no me pareció nunca un buen actor, pero en esta película, como en casi todas las de Herzog, está excepcional, duro, seco, con poco gesto. Compone un Lope de Aguirre con la fuerza que, suponemos, debió tener este lunático conquistador.

Sobre la interpretación: cuesta entrar en la dirección de actores de Herzog y uno tarda un tiempo en aceptar lo hieráticos y fríos que están los actores, pero, según avanza la película, entiendes el camino por donde los llevó Herzog.

Es coherente con la obsesión del descubrimiento. «¿Qué gritan esos?», pregunta Lope de Aguirre a su traductor y éste le miente, como buen traductor, «carne, carne». Sobre el estilo: si usted, espectador, decide ver o volver a ver esta joya, si aguanta 15 minutos, no podrá dejar de seguir su fascinante viaje con una inquietante música de Popol Vuh, con la cámara de Thomas Mauch, que refleja tan bien la selva y sus peligros.

Werner Herzog nos lleva a seguirle a él y al río, consiguiendo el tesoro y la riqueza de este El Dorado, del que llevaba la ira de Dios junto a él, y nosotros no podemos desertar del mayor traidor.

 
   
 

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