La mayoría de los rehenes fallecidos en el asalto de las tropas rusas al teatro de Moscú murió debido al misterioso gas empleado por las fuerzas rusas, excepto uno que perdió la vida por disparos. Un centenar de personas ha abandonado hoy el hospital, elevándose a 333 los heridos que ha sido dado de alta y 311 permanecen ingresados, 16 de ellos graves.
Un total de 333 ex rehenes han podido abandonar el hospital, según indicaron fuentes médicas citadas por la agencia Interfax. Por el momento, 311 personas permanecen ingresadas en los hospitales moscovitas, entre ellos nueve niños, según estas mismas fuentes. 16 personas se encuentran es estado grave.
De acuerdo con las fuentes médicas citadas por la prensa rusa, la cifra de 117 rehenes, muertos principalmente a causa del gas utilizado para liberar a las más de 750 personas retenidas en el teatro de la calle Dubrovka por los secuestradores, no se ha modificado por el momento.
El misterioso gas
Rusia reveló el domingo que el misterioso gas es una "anestesia general" médica.
Pero un equipo médico oficial pareció discrepar sobre los efectos inmediatos, a corto y largo plazo, y sobre el alcance de su incidencia en personas con otras dolencias.
Andréi Seltsovski, jefe del Comité de Sanidad de Moscú, reconoció que 115 de los 117 rehenes muertos en la liberación de un teatro por fuerzas de seguridad fallecieron por "impacto del gas especial", y los otros dos en el tiroteo con los terroristas.
Yevgueni Yevdokímov, anestesiólogo jefe de Moscú, matizó que los efectos fueron peores para unos afectados que para otros por estar dentro de los grupos de riesgo. Yevdokímov dijo que el gas empleado es "una sustancia narcótica que se usa en la anestesia general" médicoquirúrgica.
Alteraciones en el organismo
El gas provoca "alteraciones de las principales funciones del organismo" en caso de sobredosis en alta concentración, añadió.
La rueda de prensa se convocó urgentemente por el alarmante goteo de víctimas y la polémica sobre el gas secreto y la reclusión de los heridos en hospitales cerrados a cal y canto.
Pero el equipo médico sólo facilitó información fragmentaria y a veces contradictoria a una Rusia perpleja, que está de luto nacional por lo que sucedió horas después de una operación policial de la que estaban orgullosos.
Yevdokímov citó entre otros efectos del gas el desmayo y "alteraciones de los sistemas respiratorio y circulatorio".
Científicos, médicos y expertos en armas químicas difundieron un catálogo de versiones, desde un gas lacrimógeno superconcentrado, o el gas neuroparalizante BZ, o una nueva sustancia experimental, o un agente incapacitante, o un arma química de baja intensidad.
El gas cerró una crisis y abrió otra
El enigmático gas incapacitante cerró la crisis de los rehenes, pero abrió un debate con ramificaciones políticas y humanas, ante el silencio del Kremlin a las muchas preguntas sin respuesta.
Los 10 muertos iniciales pasaron a 37, 67, 90 y 117 en partes oficiales sucesivos del Ministerio de Sanidad, y nadie sabía por qué las cifras aumentaban y los familiares no podían ver a los heridos.
El equipo médico mencionó como grupos de riesgo a los personas con falta de alimentos, sedentarismo, estrés y afecciones previas.
Ambos médicos intercambiaron consideraciones clínicas sobre si el "impacto directo" mató a los rehenes, o si las paradas cardiacas y la intoxicación pulmonar son atribuibles o no al gas.
"Recursos especiales"
Vladímir Vasiliev, viceministro del Interior, dijo al informar de la operación de rescate que los "recursos especiales" utilizados no se habían ensayado mucho, y menos en cantidades grandes, y aún mucho menos en sitios cerrados como el teatro Dubrovka.
Leonid Roshal, director del centro de Medicina de Catástrofes, se preguntó "cómo influyó el gas y exactamente qué tipo de gas" usaron los servicios especiales, pero afirmó que la combinación de drama, hambre y tensión contribuyó al terrible balance de víctimas.
Los síntomas de los afectados y sus efectos retardados, con arritmias cardiacas, vómitos y desmayos, son compatibles con un tipo de arma química de baja intensidad llamado BZ por la OTAN y de cuyo uso se acusó en los años 90 a los serbios en los Balcanes.
Aunque los gases incapacitantes como el BZ (benzilato de metilo) no son letales por su propia definición, en altas dosis son fatales, y el Ejército norteamericano llegó a la conclusión que lo peor de ese agente químico es su inestabilidad.
George Robertson, actual secretario general de la OTAN, denunció en 1998 como ministro británico de Defensa que Irak había podido fabricar un gas parecido al BZ, el Agente 15.
Antes de prohibir toda información sobre el "somnífero", como se describió al principio, los diagnósticos en los hospitales sobre los heridos eran de "intoxicación por gas paralizante".
