La amenaza de una guerra en Irak y el apoyo del Gobierno español al posible ataque de EEUU ha hecho levantarse a más de un millón de personas en Barcelona, a casi otro en Madrid y a cientos de miles más en el resto de España. Las manifestaciones de nuestro país han sido de las más multitudinarias de toda Europa, junto con las de Berlín y Londres. La marcha contra la guerra en la capital sólo ha sido equiparable a las celebradas por el asesinato de Miguel Ángel Blanco y por el golpe del 23-F.
Madrid se desbordó. La gente se salió del recorrido establecido. No cabía y se fue expandiendo por las calles colindantes hasta abarcar 220.000 metros cuadrados. Las previsiones se quedaron cortas.
Baile de cifras
Los cálculos realizados por elmundo.es sobre el mapa de las calles de la capital indican un total de 880.000 manifestantes -teniendo en cuenta los 220.000 metros cuadrados del recorrido oficial y las calles adyacentes y una media de cuatro personas por metro cuadrado-.
Sin embargo, la Delegación de Gobierno de Madrid calculó la cifra de 660.000 participantes al estimar que había tres personas por metro cuadrado. Los organizadores de la marcha calcularon alrededor de un millón de manifestantes y el PSOE estimó hasta dos millones.
Sólo cifras así han sonado en dos ocasiones durante nuestra democracia. La manifestación tras el golpe de Estado del 23-F reunió a 1.200.000 personas en la capital. La celebrada por el asesinato de Miguel Ángel Blanco a manos de ETA sacó a la calle a 1.500.000 personas.
Pero hay una diferencia entre estas tres protestas 'récord'. La de ayer contra la guerra fue la única convocada por la oposición. La del 23-F la convocó el Parlamento; y la de Miguel Ángel Blanco, el Gobierno con el apoyo de los grupos parlamentarios.
El centro de Madrid, colapsado
Decenas de actores, erigidos en líderes del movimiento popular contra una guerra, encabezaron la marcha. Su pancarta decía: 'No a la guerra'. Varios miles de personas después, representantes de movimientos sociales y del Foro Social de Madrid sostenían otra en la que se leía 'Paremos la guerra contra Irak'. La tercera era portada por los políticos de la oposición y los líderes sindicales. Decía: 'No a la
intervención del Estado español'.
El colapso del centro de Madrid impedía todo movimiento de la cabecera de la marcha hacia el final del recorrido, la Puerta del Sol. Los actores tuvieron que tomar un atajo para estar presentes en la lectura del manifiesto, que corrió a cargo de Pedro Almodóvar, Leonor Watling y Fernando Fernán Gómez.
El comienzo de la manifestación estaba previsto a las seis de la tarde. A esa hora ya no cabía un alfiler entre Atocha y Cibeles -un kilómetro y medio-. Media hora después, todo el recorrido previsto, de Atocha a Sol -dos kilómetros y medio- estaba colapsado. No había desplazamiento posible. Y la gente seguía llegando a la glorieta de Atocha por todas las calles que desembocan en ella. "Esto se ha desbordado. No nos lo
esperábamos", reconocía un policía municipal.
La oposición denunció que no se había roforzado el servicio público. Tal vez por eso se generaron situaciones de verdadero agobio en los trenes que llegaban a la capital o en las estaciones de metro del centro. Sin embargo, el director de operaciones del Metro de Madrid, Aurelio Rojo, aseguró que el servicio se reforzó un 70%, y en algunas líneas el 100%.
¿Manifestación apolítica?
La luna llena iba asomándose. En el termómetro, ocho grados. Los pies fríos, los ánimos calientes. La indignación era equiparable a la alegría que despertaba en la gente sentir que cientos de miles de personas estaban allí por la misma razón.
Los asistentes podían contarse por familias. Niños de la mano, a hombros y en carrito, adolescentes que discuten un punto de encuentro si se pierden, parejas adultas que recuerdan las primeras manifestaciones del 1º de mayo, la del 23-F, la de Miguel Ángel Blanco. Indumentarias variadas, desde abrigos de piel y peinados de peluquería a ropa desgastada y rastas. Manifestantes contra el Gobierno y manifestantes simplemente contra la guerra.
Para Carmelo, ésta no fue una manifestación política. Él votó al PP, pero se manifestaba contra una "catástrofe humanitaria". Su amigo Agustín le rebatía diciendo que la "guerra es una decisión política". Los dos coincidían en que "estar junto a EEUU en esto no dignifica a un Gobierno".
"A mí las razones de por qué hemos llegado a esto me dan igual. Lo que importa es el hecho y el hecho es que están organizando una guerra", protestaba Ernesto, de 55 años. Para su mujer, Mari Carmen, era la primera manifestación de su vida y le pareció "emocionante".
Mercedes, de 40 años, llevaba un niño de cada mano. También era la primera manifestación para ellos -el mayor tiene siete años-. "¿Que por qué los traigo? Para que vean que ésta es una forma de reivindicar, y que aunque sus gobernantes digan una cosa, ellos pueden pensar otra".
Y la pregunta clave es: ¿Servirá de algo? Respuesta mayoritaria: "Espero que sí". Respuesta optimista: "Después de ver esto, los que nos quieren llevar a la guerra se lo van a pensar".
Lo que está claro es que si hay guerra, constará en los libros que fue precedida por manifestaciones históricas en contra.