Propongo un sueño. Párate un momento e imagínate una entrevista.
La entrevista sería de lo más insólita, y puestos a soñar, sigamos imaginando, para fantasear con una conversación delirante, de fábula o cuento, de las que leen los niños, pero que como fábula que es, tenga también su enseñanza.
Mi entrevistado es la Tierra, nuestro planeta. Me siento enfrente a ella, y la veo pálida, demacrada, está sucia y desnutrida, como muchos de los habitantes que la pueblan. La saludo y apenas me contesta, porque también percibo un dolor espiritual.
En mi regazo he puesto las preguntas de la entrevista, pero decido que no le formularé ninguna, que lo que haré es mantener una charla amistosa, para que nuestro contacto sea familiar, sincero, caluroso, es decir, sentimientos que hace mucho no recibe.
De repente, descubro un sentimiento de culpabilidad, y es sin duda por mi condición humana. Directamente y sin más decido hablarla.
Lo siento mucho.- la digo afable.
Ella levanta levemente la cabeza, y me mira sorprendida a la vez que agradecida.
Me muestra una leve sonrisa y comienza a responderme.
"Sois interesantes los humanos, tenéis una gran capacidad para herir, arrasar, exterminar, igualmente compensada con los sentimientos de culpa, reproche y conmoción. Y ahí continuáis en una lucha incesante por engrandeceros, cuando ya lo sois, y no os percatáis de esa magnificencia que se os ha entregado, llamada inteligencia. Pero, ¿de qué os sirve? Sois imperfectos sin duda, porque la búsqueda de la felicidad que también codiciáis no se encuentra en las cosas banales, en asuntos supremos, en cuestiones gloriosas y ahí está vuestra tara, no sabéis ni sabréis nunca encontrarla".
"No es necesario tu consuelo por mi situación, aunque te resulte formidable, que sí lo es, pero al decirlo volvéis a caer en otra falta, y esta vez capital".
"Presumís que sin mí podréis sobrevivir, pensáis que encontrareis otro hábitat antes de destruirme por completo".
"El tiempo apremia, y mi salud también. De vosotros depende utilizar ese gran rasgo que os caracteriza del resto de seres vivos, para lograr que por fin sea utilizada para un provecho digno de su condición, mi recuperación".
Su respuesta al único comentario que le había hecho retumbó en todo mi cuerpo, propagando una serie de signos como si fuera un instrumento de percusión y tuviera la función de transmitir a toda mi estirpe su mensaje, cumplimiento así con su cometido para ella vital.
Después, se levanto tranquila y pausa, como una gran dama longeva, octogenaria y superviviente, aún, a un ser humano despiadado y brutal.
De mis ojos empezaron a caer unas lágrimas calientes.