Campaña navideña

4 de enero.- El tipo con aspecto profiláctico está en un sofá, leyendo. A su lado hay un niño de seis o siete años, también con un libro en las manos. El tipo cruza las piernas y el niño le imita. Una leyenda subtitula: “Si tú lo haces, él lo hace”.

En una esquina de la pantalla dice algo del fomento del libro y la lectura. Pero no estoy seguro, porque alguien comenta algo a propósito de la película que viene a continuación. Pienso que, de ser eso, la campaña no hará sino confirmar que la cultura del libro como industria y como prédica es una cáscara seca de palabras, dentro no hay nada. Sólo el gesto. ¿Y si ese tipo no fuera el padre? Demasiado limpio, demasiado cordial, rasgos cinematográficos de pederasta. La comunicación del padre o pederasta a la criatura inocente —inocente de los contenidos del libro- se produce mediante poses: el apoyo en el sofá, el libro, las piernas. El libro es un reclamo y a la vez una digna apariencia que esconde las intenciones del adulto y que sugiere al niño que se trata de un juego. Al fin y al cabo, lo único que hace para satisfacer al mayor es cruzar las piernas. Se ignora qué otras cosas pueden hacer después.

En las manos del pederasta el libro adquiere una cualidad amenazante y oculta. El decorado es tranquilizador. El hombre ha traído al niño desde el parque o el centro comercial, ha conseguido que atraviese la puerta de casa y ahora se adelanta a cualquier inquietud proporcionando a la víctima un ambiente de hogar.

Todas las miradas se centran en el libro..., a la espera del momento en que ese tipo profiláctico, sospechosamente medio y de amables modales lo deje a un lado y empiece el otro juego. Lo último que vemos del niño es una sonrisa nerviosa, como si aún no se atreviera a preguntar dónde están sus padres y por qué ese señor tan educado le ha llevado hasta allí.

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