Melancolía de libro

10 de enero.- Acabo de pasar por una de las estrellas museísticas de la saison: ‘Melancolía. Genio y locura’, en el Grand Palais de París . Pues va a ser que no. Faltan cosas fundamentales y sobra personal dentro de las salas, pero lo que más se echa de menos es un punto de vista, ya saben, eso de qué quiero contar y tal. (Asombrosas las ausencias contemporáneas y que no se haya tocado el mundo limítrofe de la creación y la locura: colección Prinzhorn , por ejemplo).

Por otro lado, cada vez me cansa más la técnica libresca de exposición, que maquilla muchas carencias a base de modales. Es como pasar las páginas de un libro ilustrado: todos los temas y objetos están en el mismo plano, se trabaja exclusivamente con el sentido de la vista y se progresa horizontalmente (con el dedo pegado al renglón). La diferencia es que las ilustraciones son originales y se puede babear en ellas, si bien a una prudencial distancia. Y también que hay menos palabras.

Entre la academia severa y los museos para familias -y seguramente más allá- hay otras posibilidades. Siempre y cuando queramos contar algo (en esta exposición de París daba la impresión de que la melancolía es una enfermedad de gente que apoya la mejilla en la mano, un centenar de cuadros y grabados en ese plan).

Hay sitios en los que el libro ya no tiene lugar, y el museo es uno de ellos. La lección del maestro -que en el fondo consiste en decir sólo lo que ya se sabe- está escrita y no hace falta repetirla en voz alta. Los tiempos están cambiando y la museística pide el cambio a gritos.

Por lo demás, el año del Quijote se ha acabado y he aquí la primera buena noticia del que comienza.