Un radical norteamericano

16 de enero.-  Norman Mailer (New Jersey, 1923) es uno de esos autores que deben de concentrar alguna ambigüedad esencial del universo (que me afecta personalmente como a otros les afectan los polisacáridos). Como novelista, a veces me parece una mala achicoria de Hemingway y otras me parece un francotirador de primera. Como periodista, a ratos estoy convencido de que sólo habla de sí mismo y a ratos no hay más remedio que considerarle un pintor de murales contemporáneos. Como activista político, unos días es tópico y previsible como un silogismo de Susan Sontag y otros escéptico y sutil como Henry James en una soirée de Richmond.

El caso es que desde ‘Los desnudos y los muertos’, su primera novela, su estatuto literario no ha sufrido mella; que es considerado uno de los incursores del nuevo periodismo americano (lo de la primera persona lo cumple desde luego a la perfección) junto a Capote y Wolfe ; y que políticamente profesa un radicalismo intelectual a lo Brooklyn Heights, donde por cierto tiene un apartamento (o sea, no tiene la cosa acendrada de un Chomsky, por ejemplo). Italo Calvino escribió de él que le resultaba el escritor más talentoso de su generación (traduzcan), pero que el sujeto en cuestión se pasaba el día buscando la manera de que hablaran de él.

Lo que de él hay que decir ahora es que Anagrama saca un centón de reportajes del susodicho bajo el título ‘América’, que juzgo, a pesar de todo, muy recomendables para visitar la globopolítica del momento.

Les dejo un par de muestras.

"Estados Unidos fue también el país en el que más apasionada persistencia conoció el dinámico mito renacentista de que todo ser humano es potencialmente extraordinario. Simplemente, Estados Unidos era la tierra que aún seguía creyendo en héroes (...) Era el país que había crecido gracias al salto de un héroe tras otro".

"El ego de una nación no tenía por qué ser distinto del de una persona. Cuanto más elevada fuera la visión que se tuviera de sí mismo, mayor sería la energía humana de que dispondría: efectivamente, la energía se liberaba mejor al amparo de un ego feliz. Según esta lógica, Estados Unidos necesitaba ganar una guerra".

"Cuando uno se obligaba a contemplar los frentes de la izquierda, uno por uno, advertía que en el país no quedaba izquierda real. Los sindicatos eran burocráticos, cuando no corruptos; la izquierda sexual estaba desconcertada (...), y el sida era una catástrofe; pequeños grupos de poder se disputaban los restos de la liberación gay (...) La liberación de la mujer, que no contribuía a ninguna otra causa que a la suya propia, se había vuelto tediosa. Black Power, que se proponía dar a los negros un sentimiento de identidad más poderoso, sólo había conseguido, debido a la ausencia de progreso social real, profundizar aún más la separación entre negros y blancos".

Lea dos artículos de 'América': 'Boxeando con Hemingway' y 'Nuestro hombre en Havard' de Norman Mailer (por cortesía de Anagrama).