Segundones con retranca

18 de enero.- Para relajarse y como profilaxis ante los sustos de la vida no hay nada como uno de esos maravillosos escritores ingleses segundones, que se lo juegan todo a la ironía desde una biblioteca oxoniense (bodleiana en este caso): esa sensación de que la vida no acaba de resultarnos del todo indiferente gracias a que nos reímos de ella, y de que la concedemos cierto estatuto a causa de actuar como receptáculo de nuestro humor (ignoro la renta anual en libras que se necesita para alcanzar semejante estado. En euros, unos noventa mil limpios, calculo).

Pues aquí tenemos a Robert Liddell (1908-1992) y ‘Los últimos hechizos’ (Lumen), autor fraguado en el Corpus Christi College, secretario de manuscritos de la Bodleian y que a los 30 años sale disparado hacia el Mediterráneo oriental para no volver. (Por cierto, es el autor de una buena biografía del nunca suficientemente venerado Kavafis, aunque como crítico no es Connolly, ni Strachey, ni Lewis.

A lo que íbamos. Que Liddell está bien. Que está bien un relax. Y que entre té y pastitas siempre hay lapso para soltar una fresca. Por ejemplo, ésta:

"Nuestra ciudad tiene tantas pretensiones intelectuales como cualquier otra de Inglaterra. A una u otra hora del día la mayor parte de nosotros nos sentimos obligados a mostrarnos inteligentes".

Bueno, mientras las obligación sea ésa... Ahora ponte en que a una u otra hora del día hay que mostrarse zoquete o genocida y notarás la diferencia. Por otro lado, es cierto que las ciudades suscitan cierto tipo de obligaciones en sus ciudadanos y que esas obligaciones definen mucho la ciudad. En Madrid, por poner un caso cercano, a una u otra hora del día tienes que contar donde estuviste ayer por la noche. En cambio, en Santander, por poner otro caso cercano, a una u otra hora del día tienes que hablar de la gente influyente que conoces. Mientras en Barcelona, por seguir con casos, a una u otra hora del día tienes que confesar que tienes un pariente del Madrid.

Prosigan.

• Lea el primer capítulo de 'Los últimos hechizos'