Ay, Dios

26 de enero.- No se extrañen demasiado si el siglo XXI pasa a ser otro siglo de disputa religiosa como aquél de Bernardo de Claraval. De hecho, los editores no paran de hacer catas. Y tenemos a Dan Brown y su caterva como prueba de que todo es posible. Hasta yo mismo escribí hace algún tiempo un glorioso ensayo -sin consecuencias ecuménicas, todo sea dicho.

"Pues conocemos, o creemos conocer, lo peligrosas que son esas ideas trascendentes que no se rigen por valores terrenos ni concretos. Las hemos desestimado y, como por castigo, ya no tenemos ninguna. Vemos cómo otros aún las poseen y secretamente les envidiamos, aunque sólo sea un poco. Pero también les despreciamos porque no son más que unos locos. Los guerreros esos de la yihad. Nos resulta inconcebible que luchen por Dios. No, tienen que luchar por la libertad, contra la opresión, la explotación o lo que sea, pero que siempre en última instancia su odio se fundamente en algo material, es decir, que pueda reducirse a envidia". (Stefan Weidner. ‘Tentaciones mahometanas’, Lengua de Trapo).

"La época parece atea, pero sólo a ojos de los cristianos o de los creyentes. De hecho, es nihilista. Los devotos del pasado tienen gran interés en identificar lo peor y la negatividad contemporánea con un producto del ateísmo. Persiste la vieja idea del ateo inmoral, sin fe ni ética. El lugar común "si Dios no existe, entonces todo está permitido", sigue produciendo efectos y se asocia con la muerte, el odio y la miseria de los individuos que se valen de la ausencia de Dios para cometer sus fechorías. Pero más bien lo contrario me parece verdadero: Porque Dios existe, entonces todo está permitido". (Michel Onfray. "Tratado de ateología", Anagrama).

"Tal vez dentro de veinte o treinta años sea corriente que un joven se dirija a su esclerótico padre para espetarle: ¿Cómo puedes seguir siendo ateo en pleno siglo XXI? Sería divertido escucharlo, pero yo —hombre al fin y al cabo del siglo XX, aunque devoto- lo dudo. Mi reticencia proviene de la evidente crisis que atraviesa lo específicamente religioso en el seno de las sociedades más evolucionadas de todo el orbe. Se habla mucho del auge de los fundamentalismos, pero en todos los lugares donde éste prospera lo propiamente teológico pesa mucho menos que lo político, lo nacional o la simple intolerancia exclusivista. Dios es en tales casos mera excusa, un signo de identidad, un símbolo esgrimido para diferenciarse de las corrompidas sociedades occidentales (o extremo orientales). En latitudes y longitudes más tolerantes lo que llama la atención es el enfriamiento de los espíritus...". ( Juan Arana. "Filosofía de lo cotidiano", Biblioteca Nueva).

Digan lo que quieran, pero hay ambiente.

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