Oído atento a los pájaros

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16 de febrero.- Connolly constató la irrupción del periodismo en la literatura y más o menos vino a pronosticar que a la novela no le quedaría más remedio que pactar con él. La polémica o la disyuntiva se ha venido trayendo hasta nuestros días sin atender a que Connolly hizo su constatación antes de un hecho y de un fenómeno cruciales para la humanidad en general y para la escritura en particular: los horrores de la última gran guerra (que ponían en entredicho las conquistas intelectuales y artísticas en la vieja manera) y la expansión del consumo y de las leyes de mercado. Paradójicamente, ambas cosas ayudaron a aclarar el panorama como Connolly jamás habría imaginado y para desesperación de los profetas de la confusión (inversionistas en río revuelto).

Hoy en día, excepto para mafiosos y zoquetes, resulta enormemente sencillo distinguir a la literatura contemporánea de la literatura apolillada, y a la literatura a secas de los objetos editoriales de consumo. Por supuesto, y como con todo en esta vida, hay muchos cruces y ambivalencias en la realidad, pero que sólo hacen sufrir a aquellos que no soportan la ambigüedad fundamental de la existencia, ya sean párrocos o acólitos. (Hay otro sufrimiento inevitable, como es la natural pretensión del mercado de hacerte comulgar con ruedas de molino, pero que se arregla fácilmente con una simple dieta intelectual y dando al César lo que es del César).

En la novela contemporánea la literatura se aprecia casi al primer golpe de vista por la presión a que es sometido el lenguaje: el lenguaje también habla. Cuando el lenguaje es un simple neurotransmisor de la historia o del argumento, un vehículo o un canal, según las metáforas al uso, damos por entendido que estamos ante otra cosa. Sin que ello signifique mayor ni menor oscuridad: Martin Amis o Tobias Wolf son bastante menos opacos que Peter Handke o Thomas Pynchon y sin embargo todos ellos son acendradamente literarios. Así de sencillo: el lenguaje habla o no habla.

Por eso, cuando a uno le cae en las manos la última novela de Luis Goytisolo ('Oído atento a los pájaros', Alfaguara), sabe que está ante un escritor contemporáneo y literario, y que detrás de las palabras se escucha el rumor de la escritura consciente de todo lo que le ha pasado a la escritura, de su historia y de sus aspiraciones, de sus contradicciones hondas y de su necesidad de volver a decir, de decir lo nuevo, como es propio, y siempre lo ha sido, de la creación con las palabras (lo original es precisamente eso y no la novedad del tema). La novela de Goytisolo, como otras suyas, ofrece además un repertorio de tonos, registros y músicas que suponen un categórico rechazo de las noticias sobre la muerte de la novela o de la literatura a manos de los zotes que parecen invadirlo todo.

(Comparen la historia de la muerte de la madre en el cumpleaños de un hijo contada por el hijo, página 12 y ss., y la exploración de la conciencia de Ed en 149 y ss.). O sea, que muy bien y que señores del jurado no diré ni una palabra más.

Un año de blog

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Ilustración: Luis Parejo.

Ilustración: Luis Parejo.

15 de febrero.- Como hay que celebrar cuanto se pueda, el primer año de este Escorpión es una ocasión tan buena como cualquier otra. Por mi parte, ha estado bien, sin olvidar que se trata de una de esas experiencias emocionalmente imprevisibles, en las que de nada sirve lo que te digan ni lo que te digas (tipo matrimonio, paternidad, cirugía o alternativa taurina). Lo que no quiere decir ni mucho menos que no hayas hecho tus previsiones, como sucede en general con todos los amores y temores. O sea, toda pasión y todo cambio anticipan sus facetas por más que uno quiera evitarlo, pero el resultado es completamente indiferente a lo que anticipes.

Hace un par de meses me preguntaron sobre este digamos género y escribí una contestación que ahora les paso. Me sorprende no haber cambiado de opinión en periodo tan largo, prueba irrefutable de que debo de estar equivocado o de que he dejado de pensar en ello, pues la contradicción es lo único que demuestra que uno sigue pensando. Ahí va:

"En lo que se refiere a género literario propiamente dicho, la columna periodística mezcla el relato breve y la argumentación clásica, o sea, es un silogismo con personajes y con sorpresa. Por tanto, hay un sentido cerrado y una forma consecuentemente esférica (o tendiendo a ello). El blog, en cambio, es un apunte en el cuaderno de notas de un escritor. Otras veces es un verso del que se sabe que alguna vez irá en algún poema, lo que pasa es que el poema aún no ha sido escrito y tal vez no se escriba nunca. Sea apunte o sea verso, su valor no reside en un desarrollo posterior —al que puede estimular o ayudar-, sino en la forma en que retiene lo fundamental de una idea, de un núcleo de percepción. Esto exige tanta destreza y estilo como puede exigirlo la columna, pero las reglas son distintas.

En consecuencia, lo resultante es abierto, muchas veces ambiguo, otras sencillamente insustancial, porque a veces ese rayo perceptivo, esa impresión, ese arañazo de la realidad en la pupila no era más que el fantasma de algo o un espejismo. Pero precisamente la posibilidad de lo abierto, de lo inconcluso o del error permite la aparición en el texto de autores ajenos a través de las respuestas y de los comentarios, que pasan a engrosar el texto inicial dándole, si eso cabe dentro de un blog, la forma final o una de las posibles formas finales.

En cuanto al autor, ha de cambiar de vestimenta y deshacerse de la autoridad de la vieja retórica y del respaldo que proporciona la comunicación básicamente unilateral del artículo o de la columna, para debatir en recintos ni graves ni solemnes, sino en la arena de un circo al que llegan gladiadores de cualquier calaña, estirpe y nación. Cosa que tiene su gracia, siempre y cuando no creas que el César eres tú".

Sobre la cordura

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Sigmund Freud

Sigmund Freud

14 de febrero.- De entre todas las aspiraciones de los sujetos humanos estoy convencido de que la más digna es la cordura. También me parece que es la única que contiene condiciones de la belleza: una cierta armonía, una cierta transparencia, una cierta sabiduría que permite estar entre los otros y relacionarse con las personas y las cosas.

Freud afirmaba que loco lo está todo el mundo, y basta con mirar a la espalda o al espejo para sospechar que tenía razón. Es más que probable que el equilibrio psíquico sostenido no sea una cualidad ingénita de la mente (puede incluso que sea una ilusión). Pero quizá lo sea el deseo de ser otros y mejores, de modo que cuando aspiramos a una cierta armonía, a una cierta transparencia y a una cierta estabilidad entre los otros, es decir, a una cordura con el mundo, sea cuando más nos parecemos a nosotros mismos.

La locura equivaldría a quedarse como a uno lo trajeron al mundo, objeto de atención y desatento, tirano y obtuso, delirante e inútil.

Por alguna razón (por varias, en realidad, y bastante conocidas) hace ya una larga temporada que, sin embargo, venimos exaltando lo contrario de la cordura, a la vez que nos quejamos del resultado. Entre la producción artística y el petardeo de la prensa del corazón pasando por la comunicación de masas hay definitivamente un hilo conductor: los individuos elevados a la categoría de objetos autocontemplados y que nos seducen por su locura, que es la nuestra. Y porque parece que nos miran cuando en realidad no tienen ojos.

Extraña Amélie

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13 de febrero.- Por fuerza tiene que haber talento en ese cúmulo de trivialidades que se aprietan en las obras de Amélie Nothomb, a juzgar por la pasión que despierta en críticos y lectores. Esta pasión me inquieta más que la propia autora, que me temo viva en un mundo de naturaleza poco compartida. A medida que iba leyendo 'Biografía del hambre' (Anagrama), una protobiografía de la autora, iba aumentando la sensación de que estaba en el peluquero y de que, junto a las tijeras, me había caído encima uno de esos monólogos disparados al aire, tentativos y superficiales, que nunca sabes si pretenden llamar la atención o hacerte olvidar que estás en la peluquería.

Imagino que habrá gente adicta a la conversación con su peluquero, incluso calvos que se dejen caer por allí a causa de ese solo placer, y me ha dado por pensar que últimamente en literatura, no sé en lo demás, todo lo que sea cháchara termina cautivando. También supongo que esta adicción tiene que ver con esperar lo que nunca te dan, esas conversaciones que parecían ir a algún lado y resulta que no. Ya sabes, como nunca te dan lo que esperas, tú cada vez lo deseas más, lo que pasa es que no sabes qué y que no te das cuenta de que lo único que haces es esperar. Las dosis que Nothomb o tu peluquero pueden llegar a meterte de eso es realmente cataléptica.

Puede también que el propio género contenga psicotrópicos, me refiero al género de hay que ver lo que uno puede llegar a molar si lo pregona lo suficiente, del que esta 'Biografía del hambre' es su cima alucinante. Y seductora. El yo de esta biografía carece de reglas, cuenta lo que quiere, cuando quiere y porque quiere, y por alguna extraña razón cree que eso es tener identidad. Por ejemplo, tú abandonas China a los ocho años y dices que China te encantaba, lo que pasa es que la Revolución Cultural la había convertido en un penal: por supuesto, el libro aspira a "un deseo de autenticidad hacia el delirio de una niña de ocho años". Si a la trivialidad le sumas la arbitrariedad, ya sólo te queda el exotismo y lo cool, ingredientes que aquí no sólo no faltan sino que lo vierten.

Aparte de todo, Nothomb cuenta cosas muy raras. Raras de verdad. Empezando por que en las solapas de sus libros, además de en éste, se afirma que "proviene de una antigua familia de Bruselas", cosa que sería presuntuosa caso de significar algo, aparte de que es sabido que todas nuestras familias son bastante antiguas (la mía en particular se originó allá por el inicio de la especie y tengo entendido que la de usted también). Siguiendo por ayas que la idolatran, profesores asombrados por su desarrollo mental o por el tamaño y reluz de sus ojos, batallas campales por coger su mano, etc. Y terminando por episodios de extraña verosimilitud que empujan todo el libro por un vértigo nada tranquilizador: hay uno en el que aprende a montar a caballo a los ocho años, a continuación disfruta perdiéndose en los bosques americanos con ocho años, luego atraviesa a nado los ríos con el caballo y con ocho años..., y me temo que hubiera podido seguir por ahí si se le hubiera ocurrido algo más. Unas cuantas páginas después, a la niña la están enseñando a montar en un campamento de verano.

Brokeback Mountain

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9 de febrero.- La narración literaria ('Brokeback Mountain' Siglo XXI) de donde Ang Lee extrae su formidable película no pertenece a ningún género canónico, es más bien una historia comprimida, de esas que se cuentan de un tirón a un público casual en un sitio también casual (38 páginas). La autora, Annie Proulx (Connecticut, 1935), quizá haya oído hablar de lo que es el punto de vista en un relato, de que los personajes se construyen o de que el tiempo narrativo no anda a saltos como los pardales, pero si ha sido así estamos en condiciones de asegurar que los efectos ya se le han pasado. Es una escritora espontánea, digamos.

Lo anterior no obsta para que tenga una nariz de kilómetro para olfatear buenas historias, mejor dicho, peripecias con posibilidades. Por ejemplo, es asimismo la ingeniadora de la narración que originó 'Atando cabos' (National Book Award). Tal es su intuición para acertar con la historieta que a la última calada del porro las carencias parecen silencios narrativos y los disparates nouveau roman.

Lo curioso de este caso de narración literaria y película es que la película la ha suministrado Annie Proulx y el relato literario ha corrido a cargo de Ang Lee. Sólo desde un silencio labrado en cada movimiento y detalle pueden entenderse los dos aspectos fundamentales de esta historia de amor imposibilitado: el paso demoledor del tiempo, y el miedo radical. Es un silencio estructural, es decir, ordena los materiales narrativos y los traspasa de principio a fin. Quitas ese silencio y te quedas con una tramoya echada al hombro como una silla de montar (adviertan la oportunidad de la imagen). Bueno, pues eso es lo que ha introducido Ang Lee en el relato de Proulx de una manera completamente literaria y al revés de como estamos acostumbrados cada vez que un cineasta mete mano a un libro.

O sea, que es una película que se lee como un relato. Y este relato es impresionante.

Otros temas

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Espera, que ahora nos lo explican

Lamento la insistencia tanto como el que más (e incluso como el que menos, ya puestos a abrazar todos los credos). Pero no me resisto a los retratos de época que el personal se está haciendo con el asunto de las viñetas. Sigue

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El sótano plano

'La tierra es plana' (mr ediciones), de Thomas Friedman -el archifamoso corresponsal para asuntos extranjeros de The New York Times, tres veces premio Pulitzer, ya ves- viene a decirnos, en primer lugar, que la globalización no era una broma y, en segundo, que va a toda pastilla. Sigue

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Caricaturas de la libertad

Como la mayoría, supongo, sorprendido y ratificado por el asunto de las caricaturas de Mahoma (sorprendido de las dimensiones, ratificado en los temores). Sigue

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Los laureles de enero

Cuando el jurado está compuesto por mil individuos, pongamos, la responsabilidad se diluye hasta el mutismo o hasta declarar los galardones haciendo gárgaras. Cuando el jurado está formado por un miembro único, el tal sujeto ha de explicarse por la humanidad toda, que pudiendo haber intervenido en el jurado, no lo hizo. Sigue

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Creativos y creadores

Mientras el Foro Económico de Davos se dedicaba este mes de enero a la creatividad, la Escuela Contemporánea de Humanidades (por poner un ejemplo comparable en magnitud e influencia global, aunque sin parangón en el aspecto lúdico) publicaba una monografía sobre las formas de la creación actual. Sigue

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Una crítica al aburrido discurso cultural dominante. Con "recomendados", "contraindicados" y "grandes citas".

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