Se trata del motor más potente construido por Ford hasta la fecha para su gama Transit, destacando su par motor de 38,3 kilos por metro a 2.000 revoluciones por minuto, que se hace patente en las recuperaciones en vacío, factibles casi en quinta velocidad. No es uno de los motores punteros en lo que a potencia respecta, pero sí supone un avance sobre los 125 caballos del motor TDdi de igual cilindrada. Además, la caja de cambios de seis velocidades contribuirá, sin duda, a rebajar el consumo en el tráfico suburbano.

En el día a día, extraña la solución dada en los espejos retrovisores externos, que incorporan un pequeño gran angular en forma de media luna bajo el espejo principal. Este supletorio, para ayuda en giros y aparcamientos, es tan pequeño que da una perspectiva muy distinta de la que transmite el espejo superior, mucho más grande, por lo que no es fácil cambiar con rapidez la mirada de uno a otro.

La robusta palanca de cambios entorpece el paso de un lado a otro del interior de la cabina, mientras la bandeja abatible diseñada para albergar un par de vasos de café o dos latas de refrescos dificulta el uso de la plaza central. La pequeña ventanilla que permite contemplar desde la cabina el interior del departamento de carga queda mermada, en parte, por el reposacabezas de la plaza central que, junto a la de la derecha, conforma una banqueta separada de la butaca del conductor por el freno de mano.

En esta última generación del Transit, Ford puso especial énfasis en cuidar la seguridad de las cerraduras, muy criticada en la generación anterior. La unidad probada, con mando centralizado, carecía de cerradura mecánica (con llave) para la caja de carga, lo que supone un problema si se acaba la pila del mando a distancia o se estropea el chip.

En cambio, disponía de un sistema de ayuda al aparcamiento que avisa acústicamente de la aproximación de objetos posteriores al dar marcha atrás, un sistema que, como el ASR, se ofrece como opción.

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