MADRID.-En los últimos años, algunas de las multinacionales más poderosas de la industria del automóvil, como Audi, Ford, Lexus o Chrysler, se han lanzado a desarrollar deportivos de altas prestaciones. Esperados con avidez por los coleccionistas y a la vez temidos por los accionistas, que suelen ver en estas máquinas de devorar dividendos el delirio de alguno de los directivos de la compañía. Lo cierto es que la mejora en la imagen obtenida cuando medios y usuarios perciben la marca a través su estrella más fulgurante, parece que compensa ampliamente a los grandes constructores.Sin embargo, en contra de lo que pueda parecer por lo que los medios reflejamos muchas veces, el número de fabricantes de deportivos se ha ido reduciendo paulatinamente desde hace décadas. El sector ha seguido la misma tendencia general a la concentración y desaparición de empresas que vive toda la industria del automóvil. De las más de 150 marcas de deportivos que surgieron entre 1935 y 1945, hoy apenas subsisten una docena. Otras han ido surgiendo como producto de la inversión de algún multimillonario apasionado por estos vehículos o, en ocasiones, con el objetivo de rentabilizar los esfuerzos de un preparador de motores de competición o una escudería de prestigio.
El mercado para los deportivos de culto parece ser ahora mucho más amplio que nunca, prueba de ello es que los Ford GT, Mercedes SLR y compañía, tienen asignado su dueño desde mucho antes de entrar en la cadena de montaje. De hecho, algunos se consideran una inversión tan recomendable como comprar propiedades inmobiliarias u obras de arte.
Sin embargo, debido al desembarco masivo de la electrónica y la informática en el mundo del automóvil, los costes de desarrollo de cada modelo se han disparado, por lo que su construcción es hoy más arriesgada que nunca. Buen ejemplo de ello, son las palabras que el propietario de Marcos, Tony Stelliga, le dedicaba a un periodista del Newcomers: «Por el momento no me preocupa nuestro volumen de producción anual, cualquiera puede construir coches, lo importante es venderlos después».