Muerte de un viajante, por Arthur Miller, se estrenó el 10 de febrero de 1949 en el Teatro Morosco de Nueva York, con Lee J. Cobb en el papel de Willy Loman, el protagonista, y desde ese día ha quedado como una de las obras cumbre del teatro norteamericano moderno.
Muerte de un viajante es una obra maestra, además de una escalofriante estampa de la vida norteamericana, regida exclusivamente por el dinero y la eficacia, ambos indisolublemente unidos, y aquí Miller se inspira directamente en el aire neoyorquino que respira.
Esta obra de Arthur Miller durará más como lectura que como espectáculo. El lector cala más hondo que el espectador en el magistral trasfondo de ajustes y reajustes del que es fruto. Tanto más admirable el talento de quien sabe digerir influencias muy dispares y complejas, transformándolas en algo profundamente suyo y también auténticamente norteamericano.
