No
podía ser de otra manera considerando el trauma
que supuso para el pueblo francés la ocupación
alemana: la resistencia es al cine galo lo que la guerra
civil al nuestro. Es decir: se trata de un auténtico
subgénero.
A ella han dedicado algunas de sus más hermosas
realizaciones cineastas del calibre de Robert Bresson
-Un condenado a muerte se ha escapado (1956)-, Julien
Duvivier -La cena de los acusados (1959)- y el gran
Jean Pierre Melville -El ejército de las sombras
(1970)-, por poner tres ejemplos.
Paralelamente, conmovidos por el heroísmo de
quienes conspiraron contra el invasor y sus peleles
franceses, el cine americano ha tributado un buen número
de producciones a los militantes de la Francia libre.
A la mayor gloria de la resistencia gala van dedicadas
13, rue Madelaine (1947), de Henry Hathaway, Tener y
no tener (1944), de Howard Hawks o, por supuesto, Casablanca,
dirigida por Michael Curtiz dos años antes.
Arco del Triunfo, como las resonancias de su título
nos sugieren, es una de los más conocidos homenajes
que Hollywood rindiera a los soldados sin uniforme de
De Gaulle. Basada en una novela de Erich Maria Remarque,
uno de los grandes paladines del pacifismo de las letras
alemanas, la cinta está protagonizada por Charles
Boyer, Ingrid Bergman y Charles Laughton, los cuales,
bajo la batuta de Milestone, quien ya adaptara a Remarque
en Sin novedad en el frente (1930), recrearon una historia
de amor ambientada en el París ocupado.
Ante este panorama, los más nobles sentimientos
se confunden con las más grandes villanías.
/ J. M.
|