La
I Guerra Mundial había comenzado y los diarios
australianos hablaban de la valentía con la que
se comportaban sus hombres en el campo de batalla. El
joven Archie Hamilton (interpretado por Mark Lee) anhelaba
alistarse en el ejército para defender a su patria
pero su tío quería verle correr en unos
juegos olímpicos. «Qué son tus piernas?
Muelles de acero. ¿A qué velocidad puedes
correr? A la de un leopardo. ¿A qué velocidad
vas a correr? A la de un leopardo». Ambos cruzaban
esas palabras de ánimo antes de cada carrera.
Unas voces que volverán a la mente del protagonista
en momentos de aprieto.
Sin embargo, la meta de Archie estaba en el ejército
y nadie podía parar esa intención, ni
siquiera su temprana edad. Así, como si se tratase
de una historia clásica a la manera griega, cuenta
con la ayuda y la amistad de Frank Dunne (interpretado
por Mel Gibson, en uno de sus primeros papeles reconocidos)
para alcanzar su objetivo.
Pero los dos soldados, antes de conocer la brutalidad
de la guerra, deben pasar innumerables pruebas, como
atravesar un vasto territorio desértico o dividir
sus caminos temporalmente cuando sólo se tienen
el uno al otro.
Se trata de un filme árido -como las tierras
que recorre- que cuenta una historia sencilla sin grandes
medios pero que consigue atrapar al espectador y conducirle,
junto a los dos protagonistas, a la península
turca de Gallipoli, donde se deja entrever un destino
fatal. Temblando en la trinchera, Archie pensaba que
aquella podía ser su última carrera, una
carrera siempre injusta cuando se trata de luchar contra
las balas y no contra el cronómetro. / G.E.
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