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Prólogo de Henry Kamen
- Kurosawa,
la mirada occidental de la cinematografía japonesa
- Diez años de trabajo
Dentro
la de excepcional filmografía de Akira Kurosawa,
Ran supone un punto de inflexión. Con esta película,
que mantiene todo el rumor ceremonioso del cine asiático,
a pesar de la excesiva expresividad corporal de sus
actores, el director japonés demostró
una vez más su particular dicción cinematográfica
con una historia de conflicto generacional donde vuelve
a respirarse su capacidad lírica y esa sutilísima
concepción de la metáfora que supone uno
de los mástiles de su obra. Que el tema escogido,
que la referencia sea El rey Lear tiene más significación
cuando es abordada por Kurosawa.
La tradición nipona está atravesada de
una excesiva jerarquización, de un hondo respeto
por los mayores. De este modo, lo que ofrece Ran es
una mirada de carácter irreverente, una trama
donde la moral queda encarnada en la figura del bufón
que acompaña a lo largo de toda la película
al viejo patriarca que ha sido abandonado por sus hijos.
El ocaso de la vida, los fantasmas de la senectud, la
sensación de acabamiento marcan la relación
entre ambos personajes -anciano patriarca y bufón-,
que se cifra en la filigrana dialéctica de los
personajes protagonistas. Este material discursivo está
resuelto y apuntado con gran pericia por parte de Akira
Kurosawa a través de la cámara.
Los planos abiertos permiten acoger una algarabía
de elementos, creando pequeñas joyas alegóricas
que remarcan la intensidad de los conflictos generacionales.
La cámara, pues, se convierte en testigo, en
lucerna ante los arcanos del comportamiento humano.
Sensacionales las escenas bélicas, maestría
en el conjunto. / A.LUCAS
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