LA 'ABUELA
DE TODAS LAS BATALLAS' (II) |
Irak se defiende de las acusaciones
de EEUU mientras espera una ola de bombardeos
En los precarios cuarteles de la carretera
que une a la capital iraquí con Basora, la segunda
ciudad más importante del país, una pintada
suena a declaración de principios: Abajo EEUU. Bagdad
no oculta su rencor contra el país que le atacó
y que ahora lo amenaza con una nueva oleada de destrucción,
puede que la última para Sadam Husein. Sin embargo,
muchas causas se esconden tras el conflicto que viene. El
petróleo, el auge del Islam y el equilibrio estratégico
en Oriente Próximo empujan a Bush a rematar el trabajo
inacabado por su padre y sustituir al 'rais' por un régimen
afín a Occidente que controle las reservas de crudo
iraquíes sin amenazar a Israel. Pero Sadam ha aprendido
una importante lección: ganar aliados políticos.
BAGDAD. Tras 12 años de bombardeos esporádicos
o masivos, embargos y sanciones, Bagdad sigue en estado
de guerra y no se esfuerza en ocultarlo. Las dudas del visitante
se disipan al aterrizar en el aeropuerto internacional Sadam
Husein de Bagdad, reabierto en 2001. En las viejas alfombras
de las orugas que comunican los aviones con la terminal,
una inscripción desafía toda invocación
a la paz: Down USA (Abajo Estados Unidos).
El 11-S, cuando el fanatismo religioso declaró la
guerra a Estados Unidos, algo tembló en el interior
de Sadam Husein. Con Bush hijo al frente de la Casa Blanca
(el mismo que celebró su investidura lanzando una
ola de bombardeos sobre Irak), el futuro del régimen
estaba más en peligro que nunca. Bagdad nunca dejó
de estar en el punto de mira de Washington, pero el apoyo
internacional que recabó su enemigo más poderoso
le deja pocas esperanzas de mantenerse en el poder.
El rais iraquí podría tener los días
contados. La Administración de Washington ha advertido
de que, en esta ocasión, se trata de rematar el trabajo
que no quisieron hacer en 1991: desalojar del poder a Sadam
Husein. Para ello pretende desencadenar una campaña
de bombardeos sin precedentes, puede que acompañada
de una invasión terrestre a cargo de entre 70.000
y 250.000 soldados que ocuparían hasta el último
rincón de la antigua Mesopotamia.El pasado domingo,
el Washington Post informaba de que Bush ha ordenado a la
CIA emplear todos los recursos necesarios (que incluyen
armar y financiar a la oposición, captar espías
e incluso desplazar fuerzas especiales autorizadas a matar
al líder iraquí en defensa propia). Sería
el paso preparatorio, según el rotativo, de un ataque
militar.
Se habla de una operación a la afgana, en la que
la oposición kurda (previamente armada y adiestrada
por EEUU) actuaría como fuerza de choque y despejaría
el camino a Bagdad, evitando bajas estadounidenses. Pero,
como advierte el profesor iraquí Qais Noori, doctor
en Relaciones Internacionales, Irak no es Afganistán."Nuestro
pueblo no está desunido, y no aceptará jamás
un Gobierno que venga montado en un tanque americano. Para
los iraquíes, Sadam es una elección nacional
y común. EEUU concentra la agresividad de su discurso
en nuestro pueblo, y eso le resta fiabilidad entre nuestros
ciudadanos. Aquí existe una unidad nacional y una
estructura política que no existía en Afganistán".
La ausencia de pruebas contra Sadam da a la nueva guerra
contra Irak tintes de venganza personal. Bush le acusa de
participar en el terrorismo internacional (léase
en el 11-S, aunque no se ha encontrado ningún vínculo
con el régimen iraquí) y de desarrollar armas
de destrucción masiva.
Las posibilidades de frenar otro ataque son remotas, pero
pasan por Naciones Unidas. Los países aliados condicionan
una nueva intervención a que se emita un mandato
internacional. Irak ha agilizado sus contactos con la ONU
para permitir el regreso de los inspectores. El objetivo
es demostrar que el país ha abandonado su programa
armamentístico.
Scott Ritler, jefe de los inspectores de desarme de la ONU
(acusados por Irak de espionaje y expulsados en 1998) declaró
recientemente que, cuando abandonaron el país, "Irak
estaba desarmado al 99%".No hay que descartar que Sadam
haya reanudado su programa (sobre todo teniendo en cuenta
que todos los países del entorno, incluyendo a Siria,
Irán, Egipto, Turquía y, sobre todo, Israel,
mantienen sus propios arsenales), aunque, según el
ex inspector, eso es lo de menos a la hora de desencadenar
otra guerra.
Para Ritler, las conversaciones entre Irak y la ONU nunca
llegarán a buen término porque "EEUU
y Gran Bretaña no pueden arriesgarse a que un nuevo
equipo de inspectores demuestre que Irak no dispone de armas
nucleares, químicas o bacteriológicas, ya
que les privaría de un nuevo ataque". Pero Washington
guarda algunos ases en la manga, entre ellos los testimonios
de varios ingenieros disidentes del régimen que afirman
haber trabajado en la construcción de laboratorios
secretos repartidos en los sótanos de los edificios
presidenciales, incontables en el país.
Ritler afirma que la invasión se producirá
de todas maneras a finales de año, posiblemente en
otoño, acompañada de bombardeos más
masivos aún de los que golpearon el país en
1991. Algunos creen que, en un golpe de efecto, el ataque
podría empezar el 11 de septiembre de 2002.
Las dudas sobran en Bagdad. Los politólogos iraquíes,
cuyas voces rara vez se pueden oír en Occidente,
están convencidos de que su país volverá
a ser sometido a la lluvia de bombas estadounidenses incluso
si el regreso de los inspectores se produce.
"El vicepresidente [de EEUU] Dick Cheney ha declarado
que el problema no tiene nada que ver con el desarrollo
de armamento de destrucción masiva: dice que el régimen
debe abandonar el país. EEUU sabe muy bien que Irak
está limpia. Bagdad no desea volver a las aguas pasadas,
y las armas no son espaguetis: para fabricarlas hace falta
una estructura gigantesca que fue destruida durante la guerra
y por los inspectores de la ONU", señala Noori.
UN SUSTITUTO PARA SADAM
La ausencia de oposición interna dificulta el cambio
"Si Washington hubiera podido cambiar el régimen
ya lo habría hecho en 1991, 1996 o 1998 y no lo hizo.
Pero el Irak de 2002 no es el mismo de los anteriores: el
pueblo está ahora mucho más cerca de su Gobierno,
y nadie aceptará un régimen impuesto desde
el exterior", opina el profesor Mohamed Jawad al Mubarek,
director del Instituto de Relaciones Internacionales de
Bagdad."Este régimen gobierna desde 1968 y EEUU
sabe bien que no hay una fuerza externa que represente al
pueblo iraquí", continúa.
"La oposición iraquí, históricamente,
es antiamericana y no antisadam", apostilla Noori.
Para este politólogo, todo dependería del
éxito de la operación. "El problema es
que nada garantiza que el régimen caiga. Si hay un
gran ataque y Sadam Husein se mantiene, el resultado inmediato
sería el fin del embargo. Muchos países romperían
con él, el primero Arabia Saudí, gran aliado
de EEUU, y la figura de Sadam se vería fortalecida
en el mundo árabe".
En la última década, la situación internacional
ha sufrido cambios drásticos. Tras la guerra de Afganistán,
los puntos oscuros que rodean el 11-S y el apoyo explícito
de George W. Bush a las duras acciones israelíes
en los territorios ocupados, Washington debe contar con
un factor determinante para las próximas generaciones:
en el caso de que ataque a Irak, los árabes se reafirmarán
en su condición de víctimas de Estados Unidos.
Todos los países del entorno han rechazado un eventual
ataque, y advierten a EEUU de las "imprevisibles consecuencias",
según el ministro de Exteriores jordano, que podría
producir otra guerra. El resultado sólo puede ser
el aumento de candidatos a engrosar la lista de formaciones
fundamentalistas, radicales o no, que exigen la ruptura
de relaciones con Washington y abogan por la yihad (guerra
santa) como vía de liberación. El puente entre
Occidente y el mundo islámico se desmoronará,
al tiempo que se acrecentará el rencor entre dos
sectores del planeta.
Al margen de sus consecuencias, detrás de la ambiciosa
operación militar que planea Washington, se esconden
motivos geopolíticos que no están directamente
vinculados al peligro que pueda suponer el régimen
de Sadam Husein para la estabilidad internacional.Y el primero
de ellos es el petróleo.
Irak es el segundo país del mundo en recursos petrolíferos,
sólo por detrás de Arabia Saudí, y
a pesar del embargo, hoy en día exporta tres millones
de barriles diarios, una cifra muy similar al volumen comercial
previo a la Guerra del Golfo y motivo de orgullo para las
autoridades iraquíes. Su exportación, en el
marco del programa humanitario Petróleo por alimentos
(aprobado por la ONU en 1996), permite a Bagdad vender crudo
a cambio de alimentos y medicinas, pero una vez exportado
el crudo las listas de productos de primera necesidad se
estancan en la ONU.
Bagdad siempre rechazó el sistema, al que califica
de criminal, pero se amoldó a él para evitar
un aumento de la tensión. Incluso cuando, en mayo,
el Consejo de Seguridad de la ONU reformó la resolución
aprobando la número 1.409 (que debería agilizar
los trámites de envío de productos pero incluye
una lista de 330 páginas con artículos vetados
para Irak), Sadam cedió en 24 horas.
LA ESTRATEGIA DEL 'RAIS'
Irak emplea su diplomacia a fondo para ganar aliados
Es el último paso de una nueva estrategia diplomática
destinada a destruir su imagen de peligro universal y que
está cosechando resultados. Tras el 11-S, el líder
iraquí expresó sus condolencias al pueblo
norteamericano en una carta abierta (aunque no a sus dirigentes,
arguyendo que su pueblo es víctima del terrorismo
estadounidense), acogida en la región como una muestra
de buena voluntad. Sabiéndose siguiente objetivo,
una vez derrocado el régimen talibán, aprovechó
la Cumbre de la Liga Arabe celebrada en Beirut para reconciliarse
con Arabia Saudí (con quien rompió relaciones
en la Guerra del Golfo, después de que Ryad cediera
sus bases a EEUU) y se comprometió a no volver a
agredir a Kuwait, considerada en Bagdad una mera provincia.
Su voluntad de diálogo ha llegado a la UE, contraria
a un ataque hasta que no se presenten pruebas sólidas
que involucren a Bagdad con el terrorismo.
Y ése es un motivo más de inquietud para los
halcones de Bush.Tras la guerra entre Irak e Irán
(1980-1988, en la que Bagdad fue apoyada por EEUU para frenar
el avance del integrismo islámico de Jomeini), Sadam
comenzó a molestar en Washington. El discurso panarabista
de Irak y su férrea oposición a reconocer
el Estado de Israel incomodaba en Occidente pero atraía
la atención de sus vecinos: un Estado con su poder
(se afirma, puede que exageradamente, que entre Ryad y Bagdad
podrían abastecer de crudo al planeta durante los
próximos 30 años) podría encabezar
a un mundo árabe sólido y sin complejos que
se enfrentara al dictado político de EEUU.
Según el profesor Humam al Shamúu, "la
actual campaña de Washington contra Irak trata de
defender a Israel. EEUU sabe que Irak puede dar millones
de mártires para liberar Palestina, e Israel teme
a Irak. Pero si desean cambiar el régimen necesitarán
muchos hombres y no bastará una campaña de
bombardeos como en Afganistán.Ya vencimos a Irán,
la quinta fuerza militar del mundo, e incluso liberamos
la península de Fao".
Para Noori, Israel es la clave de la beligerancia de EEUU
contra Irak. "La influencia del lobby judío
ha crecido en EEUU. Israel quiere expandirse, e Irak está
gobernada por una filosofía nacional que no acepta
la existencia del Estado de Israel, el único aliado
de EEUU en Oriente Próximo. Tras la guerra de Irak
e Irán, Israel comprobó cómo Sadam
salía fortalecido, con un poderoso Ejército
y una gran influencia en la zona. Y pidió a EEUU
que parara esa amenaza". "Y a estas alturas del
juego, ni Washington ni Bagdad pueden retirarse del tablero".
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