INTERNACIONAL
IRAK, EN EL PUNTO DE MIRA, por MONICA G. PRIETO
LA 'ABUELA DE TODAS LAS BATALLAS' (II)

Irak se defiende de las acusaciones de EEUU mientras espera una ola de bombardeos

En los precarios cuarteles de la carretera que une a la capital iraquí con Basora, la segunda ciudad más importante del país, una pintada suena a declaración de principios: Abajo EEUU. Bagdad no oculta su rencor contra el país que le atacó y que ahora lo amenaza con una nueva oleada de destrucción, puede que la última para Sadam Husein. Sin embargo, muchas causas se esconden tras el conflicto que viene. El petróleo, el auge del Islam y el equilibrio estratégico en Oriente Próximo empujan a Bush a rematar el trabajo inacabado por su padre y sustituir al 'rais' por un régimen afín a Occidente que controle las reservas de crudo iraquíes sin amenazar a Israel. Pero Sadam ha aprendido una importante lección: ganar aliados políticos.

BAGDAD. Tras 12 años de bombardeos esporádicos o masivos, embargos y sanciones, Bagdad sigue en estado de guerra y no se esfuerza en ocultarlo. Las dudas del visitante se disipan al aterrizar en el aeropuerto internacional Sadam Husein de Bagdad, reabierto en 2001. En las viejas alfombras de las orugas que comunican los aviones con la terminal, una inscripción desafía toda invocación a la paz: Down USA (Abajo Estados Unidos).

El 11-S, cuando el fanatismo religioso declaró la guerra a Estados Unidos, algo tembló en el interior de Sadam Husein. Con Bush hijo al frente de la Casa Blanca (el mismo que celebró su investidura lanzando una ola de bombardeos sobre Irak), el futuro del régimen estaba más en peligro que nunca. Bagdad nunca dejó de estar en el punto de mira de Washington, pero el apoyo internacional que recabó su enemigo más poderoso le deja pocas esperanzas de mantenerse en el poder.

El rais iraquí podría tener los días contados. La Administración de Washington ha advertido de que, en esta ocasión, se trata de rematar el trabajo que no quisieron hacer en 1991: desalojar del poder a Sadam Husein. Para ello pretende desencadenar una campaña de bombardeos sin precedentes, puede que acompañada de una invasión terrestre a cargo de entre 70.000 y 250.000 soldados que ocuparían hasta el último rincón de la antigua Mesopotamia.El pasado domingo, el Washington Post informaba de que Bush ha ordenado a la CIA emplear todos los recursos necesarios (que incluyen armar y financiar a la oposición, captar espías e incluso desplazar fuerzas especiales autorizadas a matar al líder iraquí en defensa propia). Sería el paso preparatorio, según el rotativo, de un ataque militar.

Se habla de una operación a la afgana, en la que la oposición kurda (previamente armada y adiestrada por EEUU) actuaría como fuerza de choque y despejaría el camino a Bagdad, evitando bajas estadounidenses. Pero, como advierte el profesor iraquí Qais Noori, doctor en Relaciones Internacionales, Irak no es Afganistán."Nuestro pueblo no está desunido, y no aceptará jamás un Gobierno que venga montado en un tanque americano. Para los iraquíes, Sadam es una elección nacional y común. EEUU concentra la agresividad de su discurso en nuestro pueblo, y eso le resta fiabilidad entre nuestros ciudadanos. Aquí existe una unidad nacional y una estructura política que no existía en Afganistán".

La ausencia de pruebas contra Sadam da a la nueva guerra contra Irak tintes de venganza personal. Bush le acusa de participar en el terrorismo internacional (léase en el 11-S, aunque no se ha encontrado ningún vínculo con el régimen iraquí) y de desarrollar armas de destrucción masiva.

Las posibilidades de frenar otro ataque son remotas, pero pasan por Naciones Unidas. Los países aliados condicionan una nueva intervención a que se emita un mandato internacional. Irak ha agilizado sus contactos con la ONU para permitir el regreso de los inspectores. El objetivo es demostrar que el país ha abandonado su programa armamentístico.

Scott Ritler, jefe de los inspectores de desarme de la ONU (acusados por Irak de espionaje y expulsados en 1998) declaró recientemente que, cuando abandonaron el país, "Irak estaba desarmado al 99%".No hay que descartar que Sadam haya reanudado su programa (sobre todo teniendo en cuenta que todos los países del entorno, incluyendo a Siria, Irán, Egipto, Turquía y, sobre todo, Israel, mantienen sus propios arsenales), aunque, según el ex inspector, eso es lo de menos a la hora de desencadenar otra guerra.

Para Ritler, las conversaciones entre Irak y la ONU nunca llegarán a buen término porque "EEUU y Gran Bretaña no pueden arriesgarse a que un nuevo equipo de inspectores demuestre que Irak no dispone de armas nucleares, químicas o bacteriológicas, ya que les privaría de un nuevo ataque". Pero Washington guarda algunos ases en la manga, entre ellos los testimonios de varios ingenieros disidentes del régimen que afirman haber trabajado en la construcción de laboratorios secretos repartidos en los sótanos de los edificios presidenciales, incontables en el país.

Ritler afirma que la invasión se producirá de todas maneras a finales de año, posiblemente en otoño, acompañada de bombardeos más masivos aún de los que golpearon el país en 1991. Algunos creen que, en un golpe de efecto, el ataque podría empezar el 11 de septiembre de 2002.

Las dudas sobran en Bagdad. Los politólogos iraquíes, cuyas voces rara vez se pueden oír en Occidente, están convencidos de que su país volverá a ser sometido a la lluvia de bombas estadounidenses incluso si el regreso de los inspectores se produce.

"El vicepresidente [de EEUU] Dick Cheney ha declarado que el problema no tiene nada que ver con el desarrollo de armamento de destrucción masiva: dice que el régimen debe abandonar el país. EEUU sabe muy bien que Irak está limpia. Bagdad no desea volver a las aguas pasadas, y las armas no son espaguetis: para fabricarlas hace falta una estructura gigantesca que fue destruida durante la guerra y por los inspectores de la ONU", señala Noori.

UN SUSTITUTO PARA SADAM
La ausencia de oposición interna dificulta el cambio
"Si Washington hubiera podido cambiar el régimen ya lo habría hecho en 1991, 1996 o 1998 y no lo hizo. Pero el Irak de 2002 no es el mismo de los anteriores: el pueblo está ahora mucho más cerca de su Gobierno, y nadie aceptará un régimen impuesto desde el exterior", opina el profesor Mohamed Jawad al Mubarek, director del Instituto de Relaciones Internacionales de Bagdad."Este régimen gobierna desde 1968 y EEUU sabe bien que no hay una fuerza externa que represente al pueblo iraquí", continúa.

"La oposición iraquí, históricamente, es antiamericana y no antisadam", apostilla Noori. Para este politólogo, todo dependería del éxito de la operación. "El problema es que nada garantiza que el régimen caiga. Si hay un gran ataque y Sadam Husein se mantiene, el resultado inmediato sería el fin del embargo. Muchos países romperían con él, el primero Arabia Saudí, gran aliado de EEUU, y la figura de Sadam se vería fortalecida en el mundo árabe".

En la última década, la situación internacional ha sufrido cambios drásticos. Tras la guerra de Afganistán, los puntos oscuros que rodean el 11-S y el apoyo explícito de George W. Bush a las duras acciones israelíes en los territorios ocupados, Washington debe contar con un factor determinante para las próximas generaciones: en el caso de que ataque a Irak, los árabes se reafirmarán en su condición de víctimas de Estados Unidos. Todos los países del entorno han rechazado un eventual ataque, y advierten a EEUU de las "imprevisibles consecuencias", según el ministro de Exteriores jordano, que podría producir otra guerra. El resultado sólo puede ser el aumento de candidatos a engrosar la lista de formaciones fundamentalistas, radicales o no, que exigen la ruptura de relaciones con Washington y abogan por la yihad (guerra santa) como vía de liberación. El puente entre Occidente y el mundo islámico se desmoronará, al tiempo que se acrecentará el rencor entre dos sectores del planeta.

Al margen de sus consecuencias, detrás de la ambiciosa operación militar que planea Washington, se esconden motivos geopolíticos que no están directamente vinculados al peligro que pueda suponer el régimen de Sadam Husein para la estabilidad internacional.Y el primero de ellos es el petróleo.

Irak es el segundo país del mundo en recursos petrolíferos, sólo por detrás de Arabia Saudí, y a pesar del embargo, hoy en día exporta tres millones de barriles diarios, una cifra muy similar al volumen comercial previo a la Guerra del Golfo y motivo de orgullo para las autoridades iraquíes. Su exportación, en el marco del programa humanitario Petróleo por alimentos (aprobado por la ONU en 1996), permite a Bagdad vender crudo a cambio de alimentos y medicinas, pero una vez exportado el crudo las listas de productos de primera necesidad se estancan en la ONU.

Bagdad siempre rechazó el sistema, al que califica de criminal, pero se amoldó a él para evitar un aumento de la tensión. Incluso cuando, en mayo, el Consejo de Seguridad de la ONU reformó la resolución aprobando la número 1.409 (que debería agilizar los trámites de envío de productos pero incluye una lista de 330 páginas con artículos vetados para Irak), Sadam cedió en 24 horas.

LA ESTRATEGIA DEL 'RAIS'
Irak emplea su diplomacia a fondo para ganar aliados
Es el último paso de una nueva estrategia diplomática destinada a destruir su imagen de peligro universal y que está cosechando resultados. Tras el 11-S, el líder iraquí expresó sus condolencias al pueblo norteamericano en una carta abierta (aunque no a sus dirigentes, arguyendo que su pueblo es víctima del terrorismo estadounidense), acogida en la región como una muestra de buena voluntad. Sabiéndose siguiente objetivo, una vez derrocado el régimen talibán, aprovechó la Cumbre de la Liga Arabe celebrada en Beirut para reconciliarse con Arabia Saudí (con quien rompió relaciones en la Guerra del Golfo, después de que Ryad cediera sus bases a EEUU) y se comprometió a no volver a agredir a Kuwait, considerada en Bagdad una mera provincia. Su voluntad de diálogo ha llegado a la UE, contraria a un ataque hasta que no se presenten pruebas sólidas que involucren a Bagdad con el terrorismo.

Y ése es un motivo más de inquietud para los halcones de Bush.Tras la guerra entre Irak e Irán (1980-1988, en la que Bagdad fue apoyada por EEUU para frenar el avance del integrismo islámico de Jomeini), Sadam comenzó a molestar en Washington. El discurso panarabista de Irak y su férrea oposición a reconocer el Estado de Israel incomodaba en Occidente pero atraía la atención de sus vecinos: un Estado con su poder (se afirma, puede que exageradamente, que entre Ryad y Bagdad podrían abastecer de crudo al planeta durante los próximos 30 años) podría encabezar a un mundo árabe sólido y sin complejos que se enfrentara al dictado político de EEUU.

Según el profesor Humam al Shamúu, "la actual campaña de Washington contra Irak trata de defender a Israel. EEUU sabe que Irak puede dar millones de mártires para liberar Palestina, e Israel teme a Irak. Pero si desean cambiar el régimen necesitarán muchos hombres y no bastará una campaña de bombardeos como en Afganistán.Ya vencimos a Irán, la quinta fuerza militar del mundo, e incluso liberamos la península de Fao".

Para Noori, Israel es la clave de la beligerancia de EEUU contra Irak. "La influencia del lobby judío ha crecido en EEUU. Israel quiere expandirse, e Irak está gobernada por una filosofía nacional que no acepta la existencia del Estado de Israel, el único aliado de EEUU en Oriente Próximo. Tras la guerra de Irak e Irán, Israel comprobó cómo Sadam salía fortalecido, con un poderoso Ejército y una gran influencia en la zona. Y pidió a EEUU que parara esa amenaza". "Y a estas alturas del juego, ni Washington ni Bagdad pueden retirarse del tablero".

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