Un
pellizco en el estómago, una carcajada, un sarcasmo, una lagrimita
y la marca se funde con las vivencias, con los recuerdos, con los
cariños. Se trata de vender. Eso sí, usando elegantes
fórmulas para concienciar al consumidor. El producto
pasa a un segundo plano en la publicidad actual más elaborada.
Los creativos clavan el aguijón y no piensan que el
pinchazo sea subcutáneo, profundizan y dosifican en una única
ingestión todo el contenido. La anoréxica calidad de
los programas televisivos beneficia a esos anuncios redondos que hipnotizan.
Una vez al año, el Club
de Creativos -CdeC- reúne a un ramillete de brillantes
talentos para tratar de marcar con sus menciones el camino de la
mejor creatividad. Los anuncios elegidos destilan seguridad en
los conceptos, en las estrategias y también pura y dura intuición
porque la imaginación no se atiene a reglas y mucho
menos a la alargada sombra de la censura. Claro que las ideas que
enloquecen dentro de la profesión le suenan, muchas veces,
a chino al resto de los mortales. Las reflexiones filosóficoespirituales
extraídas del "Yo, robot" de Asimov de BMW
o la metáfora sobre la tracción a las cuatro ruedas
de Audi aspiran a proyectarse de aperitivo en salas de arte
y ensayo pero al público le resbalan. Claro que la genialidad
no siempre está reñida con la inteligencia popular.
Hay anuncios en los que no hace falta doctorarse para descifrarlos
y que logran arrancar tanto los aplausos del gremio como el reconocimiento
de los espectadores como los del Athletic de Bilbao, de Flex, de
Mitsubishi, de Balay o del Atlético de Madrid. Pincha
en cada anuncio y disfrútalo. |
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