MANUEL FRAGA
El último emperador | | Por MARTA ARROYO
Con la vejez como principal argumento político en contra, Manuel Fraga
se ha quedado a un escaño de su quinta mayoría absoluta.
A sus 82 años, el candidato que presume de no haber utilizado nunca un
condón, que amenazó a una mujer que le dijo que se fuera a limpiar
chapapote y afirma que el matrimonio gay contribuirá al envejecimiento
demográfico, ha conseguido emular al ex presidente dominicano Joaquín
Balaguer, que ganó unas elecciones con 87 años. Porque aunque pase
a la oposición, el 'León de Villalba' siempre podrá presumir
de no haber perdido nunca unas elecciones. Fraga ha ganado en votos,
pero sin aliados políticos en el escenario gallego, necesitaba revalidar
una nueva mayoría absoluta para conservar la presidencia de la Xunta. El
voto del CERA (Censo de Residentes Ausentes) no le dio al final el ansiado escaño
38.
Amigo de Fidel Castro, defensor de la reforma autonómica y
valedor de los gallegos emigrantes ha sido acusado de convertir Galicia
en su feudo. Pero ni las críticas, ni su pasado franquista, ni
sus excesos verbales, ni su precario estado de salud o su ausencia durante la
crisis del Prestige han frenado sus aspiraciones.
Desde su nacimiento,
el 23 de noviembre de 1922 en Villalba (Lugo) —donde en un intento vano
de quitarle de en medio, alguien trasladó su busto desde la alameda a la
orilla del río Magdalena—, la trayectoria del gobernante
español en activo con mayor recorrido político ha sido
tan intensa como controvertida.
Licenciado en Derecho, Políticas
y Económicas, en 1945 ganó la oposición de letrado a las
Cortes Españolas y un año después ingresó con el número
uno en la Escuela Diplomática. Su actividad política comenzó
en 1951 como secretario general del Instituto de Cultura Hispánica y ocupó
distintos cargos en el Ministerio de Educación. También fue secretario
de la Comisión de Asuntos Exteriores de las Cortes y director del Instituto
de Estudios Políticos.
Durante el régimen de Franco, Fraga
desempeñó diversos cargos como jurista y diplomático y en
1962 fue nombrado ministro de Información y Turismo. Bajo
su mandato, España se convirtió en la primera potencia turística
mundial y en 1966 se elaboró la Ley de Prensa e Imprenta
y el Estatuto de Publicidad. Ese mismo año se dio el famoso baño
en la playa de Palomares, para demostrar que las aguas no estaban contaminadas
por la radiactividad.
Embajador de España en Inglaterra en 1973,
dos años después volvió a España y, tras la muerte
del Caudillo, se incorporó al primer Gobierno de la Monarquía
como vicepresidente para Asuntos de Interior y ministro de la Gobernación.
Entre 1977 y 1978 formó parte de la ponencia redactora de la Constitución
y fundó Alianza Popular (AP) para concurrir a las elecciones
generales del 15 de junio de 1977, en las que fue elegido diputado por Madrid
y portavoz parlamentario de su grupo. En 1987 entregó el relevo de la dirección
de AP a Antonio Hernández Mancha. Poco después fue elegido eurodiputado
y ocupó cargos en diversos organismos de la eurocámara. Con la vista
en el Pazo de Raxoi, en 1989 encabezó la candidatura del ya Partido Popular
por A Coruña y logró la presidencia del Ejecutivo Autonómico,
que mantiene desde hace 16 años.
El peor momento de su
carrera política, según ha confesado, coincidió
con el hundimiento del petrolero Prestige. Su estancia en una
cacería cuando la marea negra enlutaba las costas gallegas y la posterior
gestión de la crisis originaron sendas mociones de censura de la oposición,
la dimisión del conselleiro de Política Territorial, José
Cuiña, y un intento de escisión en el PP de Galicia, a las que 'El
león de Villalba' resistió.
Pese al maquillaje electoral,
sus desvanecimientos públicos han puesto en evidencia su deterioro físico.
Pero, fiel a la máxima de que no hay quinta mala, ‘Don Manuel’
está dispuesto a morir con las botas puestas. |
