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Las elecciones más reñidas en la Historia de México

Muñecos de vudú del presidente Fox y los actuales candidatos. (Foto: REUTERS)


Por FELIPE SAHAGÚN

Con la elección de nuevo presidente, 500 congresistas, 128 senadores y cuatro gobernadores, México ha celebrado las segundas elecciones libres de su Historia. Su primer desafío es, por lo tanto, consolidar la democracia embrionaria que empezó a construir hace seis años con la victoria del Partido de Acción Nacional (PAN) sobre el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que había gobernando ininterrumpidamente desde 1929. «Estamos sólo en el primer peldaño de la democracia», advierte el historiador Enrique Krauze. Y como el partido ganador en estas presidenciales no ha obtenido la mayoría absoluta en el Congreso, como le ocurrió a Vicente Fox en 2000, será rehén, como lo ha sido Fox desde que llegó a la residencia de los Pinos, de las coaliciones que se formen en el Legislativo.

Andrés Manuel López Obrador (AMLO), candidato del Partido Revolucionario Democrático (PRD), escisión del PRI, fue por delante en casi todas las encuestas hasta el mes de junio, pero en las últimas semanas su ventaja sobre el candidato del PAN, Felipe Calderón, se redujo casi a cero. Y los sondeos no fallaron: un empate técnico entre los dos candidatos obligó a aplazar unos días el anuncio de los resultados y a la revisión de las actas electorales, que han terminado confirmando la victoria de Calderón por apenas medio punto de diferencia. Estamos, como señala Benita Ferrero-Waldner, comisaria de Relaciones Exteriores de la UE, que envió una delegación de 75 observadores, ante «las elecciones más reñidas de la Historia mexicana». El español Ignacio Salafranca, que preside la delegación, lamenta la polarización del país, que se ha manifestado en una de las campañas más cargadas de insultos, descalificaciones y ataques verbales.

Krauze temía que, si ganaba AMLO, México pudiera entrar en un sexenio de presidencialismo fuerte y de movilización social permanente. «Tiene más de mesías que de líder político», advierte. En declaraciones al Washington Post, AMLO calificaba el 18 de junio de propagandistas a quienes le colocan en el bando de Hugo Chávez, negaba todas las acusaciones de corrupción, reiteraba sin pruebas que los corruptos son los dirigentes del PAN y prometía mejorar las cuentas del Estado recortando los salarios de los funcionarios, empezando por el del presidente (238.000 dólares al año), que piensa reducir a la mitad. AMLO se ha hecho demasiados enemigos para llegar a la presidencia, empezando por el líder más honesto de su partido, Cuauthémoc Cárdenas, en opinión de Krauze «el único izquierdista moderno mexicano».

Como candidato de los pobres, su prioridad es mejorar la suerte del 80% de los mexicanos que sobrevive con 500 dólares al mes o menos. La de su adversario principal, Calderón, es mantener la estabilidad que deja Fox facilitando la entrada de inversiones extranjeras. Ninguno, sin embargo, apoya la privatización de PEMEX, la joya de la república, ni del sector eléctrico. Ambos reconocen la necesidad de buenas relaciones con EEUU y ambos rechazan la militarización y la construcción de una muralla en la frontera para frenar la emigración mexicana al vecino del norte.

(Foto: AP)

Calderón recibirá el 1 de diciembre, fecha de la toma de posesión, un país en equilibrio financiero y con una deuda baja gracias a los elevados precios del petróleo, su principal fuente de divisas, pero atenazado por una corrupción galopante, la mitad de la población por debajo del umbral de la pobreza, un crecimiento de sólo un 2% anual en los últimos seis años, un sistema educativo muy insatisfactorio, sobre todo en los niveles primario y secundario, una seguridad social inadecuada y enormes desigualdades.

Unos años con otros, el Gobierno mexicano ingresa alrededor del 12% del productor interior bruto (pib) vía impuestos y gasta alrededor del 18% del pib en el sector público. Estaría en bancarrota permanente si no utilizara a la petrolera PEMEX como a la vaca lechera que compensa cada año el déficit presupuestario de, aproximadamente, un 20% del pib. El problema es que, con los años, este sistema hace aguas por todas partes. PEMEX necesita fuertes inversiones para mantener su ritmo de producción de crudo. Sus reservas probadas se agotarán en unos 12 años y necesita multiplicar las prospecciones en mar abierto, pero sólo las podrá hacer si el Gobierno deja de financiarse a su costa.

Las profundas divisiones políticas, la incapacidad de los principales partidos para ponerse de acuerdo en los grandes asuntos del Estado y la descentralización creciente hacen muy difícil triplicar el crecimiento del pib para poder crear anualmente el millón de empleos necesario en el sector privado. Fox sólo logró crear unos 750.000 en los primeros cinco años de su mandato. De ahí la presión imparable para emigrar a EEUU y el crecimiento de la economía informal.

Hijo de uno de los fundadores del PAN, inteligente, honesto, con experiencia (ha sido ministro de Industria), joven (43 años) y buen orador, Calderón promete salvar y mejorar el legado de Fox, quien no le apoyó como sucesor pero, siendo de su partido y sabiendo que la elección es siempre un referéndum sobre el presidente saliente, se volcó en las últimas semanas de campaña en su apoyo.

La recuperación de la popularidad del presidente, que estaba a mediados de junio por encima de los 64 puntos, ha podido favorecer a Calderón, pero los ataques masivos del PRD, con centenares de cuñas televisadas, acusando a Diego Zavala, cuñado del candidato del PAN, de haber recibido contratos multimillonarios del Gobierno gracias a su parentesco con Calderón le han hecho mucho daño.