Pelé aseguró
un día que aquel penalti imborrable que marcó Panenka en
la final de la Eurocopa de 1976 sólo podía ser obra de un genio
o un loco. No le faltaba razón al astro brasileño porque todo
hombre con talento demuestra en sus acciones algo de osadía que a veces
se confunde con la falta de cordura.
Pero si algo demostró Penenka
en ese lanzamiento histórico fue consciencia, frialdad y precisión
para ridiculizar al mejor portero del momento, Sepp Maier, con un toque
suave, elevado, por el centro de la portería. A Ivo Viktor, guardameta
de su equipo, que le había amenazado con retirarle el saludo si atrevía
a lanzar una pena máxima como lo hacía durante los entrenamientos,
no le quedó otro remedio que rendirse ante su temeridad. Ese penalti eterno
cautivó al mundo entero, pero el 'telón de acero' que dividía
a Europa en dos no permitió su salida de Praga hasta 1980, cuando ya contaba
con 32 años. En el Rapid de Viena finalizó su carrera y en
la actualidad, de nuevo en Praga, ocupa un cargo técnico en el Bohemians. |