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# 121 Viernes 30 de marzo de 2001
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EN ÓRBITA por Francisco Casavella

Cuidado con dancingpaul

«El bailarín siempre tiene razón», decía Nietzsche, y aún llevaba más razón que el bailarín. Con esa premisa por bandera, no podemos hacer sino respetar a Paul. ¿Que quién es él? Pues el individuo con cara de buen muchacho que ha colgado una página en la red (www.dancingpaul.com) que desde hace un tiempo entretiene a chicos y grandes de todo el mundo. Quizá a falta de entusiasmo auténtico en pistas reales, decidió un buen día montarse una infinita y virtual fiesta privada. O a lo mejor, movido por la caridad, decidió estimular a los ancianos, consolar a los enfermos y nutrir a los vergonzosos que no pueden o no se deciden a mover el esqueleto en público. Pero lo dudo. Me intriga Paul.

Bajo el lema «Bailo si me da la gana», la esencia de la propuesta consiste en que, una vez el bueno de Paul aparezca en pantalla, nos identifiquemos con él y le hagamos hacer el indio con cierto fundamento a partir de las convenciones del jerk o baile suelto, le vistamos como si de un recortable de la Srta. Pepis se tratara y le pongamos un fondo paisajístico sobre el que nos sintamos a gusto. Luego está la música. El himno Dancing with Myself de Billy Idol induce al navegante electrónico que ha decidido ceder a Paul su motricidad rítmica a elegir entre temas de Basement Jaxx, Zap Mama, Michael Jackson, James Brown y Beastie Boys, deleitando así las horas en una agradable conjunción de clásicos y modernos. Ahora viene lo mejor (aunque no lo mejor de lo mejor): ¡Paul tiene amigos! ¡En Dancingpaul conoces gente! Lo honesto es confesar que esas nuevas amistades son básicamente cuatro angelitos de Dios que responden a los afilados nombres de Solid Gold, Euro-Dance Bastard, Supah-Dupah Jen y Frock Rockin’ Femme. Si lo que uno pretende es tener una cartera de colegas deslumbrante, mejor que lo deje correr, pero después de un tiempo en Dancingpaul se empieza a coger cariño a esos cuatro refugiados. Porque buenos muchachos sí parecen y, además, nunca te piden un favor.

Me falta despejar el misterio de qué es lo mejor de lo mejor en Dancingpaul, pero prefiero que lo descubra el lector inquieto que se lance a las aguas internáuticas. Mi discurso vuelve a la intriga que despierta en mí. ¿Qué pretendes, Paul? Tras esa cara de buen chico, alma de todas las fiestas, se esconde algo más que un ganso con ganas de ayudar. Es un megalómano que, a lo ingenuo, pretende convertirse en un icono pop. Camisetas Dancingpaul, Helados Dancingpaul, Dentífrico Dancingpaul... Ése es Dancingpaul.


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