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# 209 Viernes 14 de febrero de 2003
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EL POP EXQUISITO DE THE GO-BETWEENS

Por David Saavedra
Melodías perfectas, letras inteligentes y armonías originales: una fórmula en lamentable desuso que ha convertido al dúo australiano en símbolo del buen gusto durante 25 años.

DE CULTO. Los pocos que conocen a The Go-Betweens los veneran. Alguna revista se atrevió a considerarlos como uno de los tres mejores grupos de los 80 —los otros dos eran The Smiths y Pixies—, y The Edge (U2) ha confesado que una de sus cinco canciones favoritas de todos los tiempos es Cattle And Cane, una de las joyas de la banda.

Desde que Robert Forster (el alto con pinta de dandy) y Grant McLennan (el calvo con pinta de sencillo) se conocieron en Brisbane, en 1977, han estado siempre en el epicentro del mejor pop: el que seduce y emociona a base de canciones de tres minutos con apariencia sencilla y contenido inteligente. Su impacto comercial, sin embargo, ha sido mínimo, aunque ellos eluden el victimismo. «Siempre he querido pensar que nuestro trabajo ha sido bueno, pero nunca nos hemos sentido infravalorados

—explica McLennan—. Al menos hemos hecho lo que hemos querido, lo cual ya es un privilegio».

Bright Yellow, Bright Orange es el octavo álbum de la banda, segundo tras un cese de actividades que duró 12 años, hasta que resucitaron con The Friends of Rachel Worth (2000). En esencia, es un nuevo encuentro con los Go-Betweens de siempre, pero con valores adicionales: «Seguimos usando el mismo método para componer, pero creo que después de haber hecho tantas canciones hemos adquirido ciertas habilidades; además el tiempo va cambiando tu situación. Siempre hay cosas nuevas sobre las que escribir».

Ya el tema de apertura, Caroline & I, demuestra que el dúo mantiene la capacidad de sorpresa: «Es una canción que hizo Robert sobre el hecho de observar a alguien que nació el mismo año que uno mismo, pero en un entorno social diferente». Esa Caroline es la princesa de Mónaco, convertida ahora en otro de los personajes femeninos sobre los que cantan Forster y McLennan, una marca de la casa (su primer doble single se tituló Lee Remick/Karen) de la que se sienten bastante satisfechos. «Estoy de acuerdo contigo en que necesitamos una mayor prevalencia de la sensibilidad femenina en este mundo», explica uno de los autores más sensibles de la historia del pop.

De hecho, más de una vez han comentado lo mucho que les gustaría que alguna vocalista hiciese un álbum de versiones suyas. «Sería estupendo —corrobora McLennan—. Creo que nuestras canciones mejorarían si las cantara Marianne Faithfull, aunque tampoco diría que no si Shakira nos pidiera hacer una». Algún caso ya se ha dado, como la reciente lectura que han realizado los estadounidenses Ivy de Streets of Your Town, probablemente el tema más conocido del grupo, y cuyo autor asegura no haber escuchado todavía.



UNO MÁS UNO, MUCHO MÁS QUE DOS. Una de las características tradicionales de la banda es el equilibrio entre la creatividad de ambos compositores. Reconocen que siempre van al 50% y, aunque entre los fans existe el sector Forster y el sector McLennan, lo cierto es que ninguno ha eclipsado nunca al otro. Aparentemente, el primero representa la línea más irónica y retorcida mientras que el segundo apuesta por el pop melancólico y cercano. Éste lo desmiente: «Mucha gente dice eso, pero yo pienso que Robert escribe letras más directas que yo. Es muy sincero componiendo, mientras que mis textos son menos específicos».

De las 10 canciones de Bright Yellow, Bright Orange cada uno compone cinco e incluso tienen teorías diferentes respecto al origen del título. Según Forster, se refiere a los colores con los que están pintadas las paredes de la habitación de su hijo; para Grant es «cuando estás despierto toda la noche y de repente ves los rayos del amanecer: ese estado de ánimo».

Y es que nada en The Go-Betweens es banal. Ni siquiera los títulos. Si rastreas en ellos, como el fetiche austrohúngaro de Berlanga, verás una extraña proliferación de la doble ele: «Después de nuestros dos primeros álbumes vimos que nos quedaban bien y lo hemos seguido haciendo en casi todos». Precisamente Send Me a Lullaby (1981), Before Hollywood (1983) y Spring Hill Fair (1984) acaban de ser reeditados con material adicional. ¿Sensaciones tras escucharlos de nuevo? «Me puse a pensar en la edad que tenía entonces, quiénes eran mis amigos y dónde estábamos en aquel momento. Recuerdo cómo compusimos el primer elepé, lo que nos ha servido de mucho, porque ahora hemos intentado no repetir los mismos fallos y darlo todo».

Así es. Amarillo, naranja, brillante, lluvioso. Y esa sensación de que la vida es agridulce pero divertida. De que vale la pena vivirla.

    Su disco Bright Yellow, Bright Orange ya está a la venta





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