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# 213 Viernes 14 de marzo de 2003
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¿TE ATREVERÁS A VER ESTA PELÍCULA?

Por Pedro Calleja
MUNDO INSÓLITO. Zombis karatecas, surferos católicos, vírgenes adolescentes... Con estos ingredientes, más un monstruo marino entrañable, se construye «Kárate a muerte en Torremolinos», la película que no salvará (económicamente) al cine español, pero que sí lo redime de recientes horteradas de gran presupuesto. Algunos dicen que es la peor producción nacional de la Historia. Otros, que es la cinta más valiente y desvergonzada de los últimos años. Pedro Temboury, su director, piensa seguir rodando, pese a quien pese

Los críticos cinematográficos sin sentido del humor dicen que sólo existen dos tipos de películas: las buenas y las malas. Los expertos en cultura pop sabemos que esto no es cierto. Hay muchas cintas buenas que dejan de serlo a los dos días de haberse estrenado; obras maestras que envejecen sin remedio cada vez que se exhiben, filmografías enteras de respetados estilistas que se derrumban como castillos de naipes. De la misma forma, miles de engendros fílmicos alcanzan con el tiempo la categoría de obras de culto gracias, precisamente, a sus defectos; o, más exactamente, a aquello que los hace únicos en su género. Para admirar este tipo de manifestaciones viscerales de lo artístico conviene tener, en palabras de John Waters, un mal gusto exquisito. Sólo así se aprecian los pequeños detalles que diferencian lo malo malo de lo malo bueno. Kárate a muerte en Torremolinos no ha necesitado décadas de adoración minoritaria y clandestina para convertirse de golpe en el título patrio más valiente, desvergonzado y juvenil de los últimos 15 años. Su responsable, Pedro Temboury, ya está preparado para recibir el aluvión de insultos mediáticos que, según los especialistas de renombre, merece semejante atrevimiento formal: «Ayer leí una crítica publicada en una revista importante en la que decían que Kárate a muerte en Torremolinos era la peor película española de la Historia del Cine. No sé explicarte por qué, pero a mí eso me llena de orgullo».

No, Temboury no está loco. Como mucho, lo que está es eufórico. Por fin va a estrenar en los cines comerciales su ópera prima como director, después de casi tres años de espera. «Nos ha costado muchísimo encontrar distribuidor –señala–. Nadie estaba dispuesto a arriesgarse con algo así. Sin embargo, sé que existe un público concreto para Kárate a muerte en Torremolinos porque lo he visto con mis propios ojos. Cada vez que hemos enseñado la película a gente normal, en festivales y eventos de ese tipo, la acogida ha sido entusiasta». La Semana de Terror de San Sebastián, los festivales de Málaga, Gijón, Sitges y Oporto, el FANT de Bilbao, el CineMad de Madrid y el Ciclo Cinefagia de Barcelona han sido algunos de los lugares escogidos por Temboury y sus socios para poner a prueba a su criatura de celuloide. Los resultados no han podido ser mejores: casi todas las proyecciones se saldaron con griterío, alboroto y ovación final, en especial aquellas en las que participó activamente el monstruo Jocántaro, amenazando con sus terribles tentáculos de caucho a los espectadores del patio de butacas.



BAJO EL MAR... Jocántaro es uno de los ingredientes fundamentales de esta delirante historia. Aparece en los primeros fotogramas del filme, flotando en el fondo del mar. Temboury lo define como «un monstruo prehistórico de más de dos mil años de antigüedad». En realidad, parece más un veinteañero borracho disfrazado de calamar gigante con un ojo evidentemente saltón. «Bueno, eso también», confiesa el director sin perder la sonrisa. Como todo monstruo legendario que se precie, tipo Godzilla o Mothra, Jocántaro necesita que alguien sacrifique unas cuantas víctimas humanas para que le entren ganas de destruir el mundo. Eso pretende hacer el Doctor Malvedades, un brujo que llega a la Costa del Sol acompañado por un puñado de zombis nazis karatecas. Para impedir que el villano se salga con la suya y siga secuestrando a las adolescentes que pululan por Torremolinos, un grupo de surferos católicos, adiestrado por un fantasma maestro en artes marciales, decide enfrentarse a él. Mientras tanto, las autoridades locales han contratado los servicios del Profesor Orloff, un experto parapsicólogo en perpetuo trance canábico.

«Viendo Kárate a muerte... uno puede acordarse de Bruce Lee y sus pelis de mamporros; de El sádico de Notre-Dame, de Jesús Franco; de It Conquered The World y todas esas joyas de Roger Corman hechas con cuatro duros; del rollo gore y humorístico de Mal gusto y los marcianos cabezones de Peter Jackson; de las sagas zombis de George A. Romero; de las comedias de surf y playa de Frankie Avalon; de Karate Kid, y de todos los filmes de punk rock con conciertos en directo. Todas esas referencias tienen que ver conmigo y con las cosas que más me gustan», afirma Temboury.

Nacido en Málaga, en 1971, Temboury comenzó a rodar cortometrajes en Súper-8 a la edad de 14 o 15 años. «Mi padre, que murió cuando cumplí los 17, fue una de mis mayores influencias. A él le gustaban mucho las series B americanas de los años 50. Cuando ponían en La Clave películas como El increíble hombre menguante o La invasión de los ladrones de cuerpos me dejaba verlas hasta el final». A los 23 años, abducido irremediablemente por el punk al estilo Ramones y el cine fantástico más psicotrónico, se independizó y empezó a trabajar de técnico de sonido para orquestas y montador de estanterías metálicas. Gracias al éxito festivalero de sus dos cortometrajes más conocidos, Psycholettes y Generador adolescente, consiguió introducirse poco a poco en la complicada industria audiovisual patria. Los que han visto sus piezas televisivas para los canales Cinemanía y Calle i3 y el programa Red infernal seguro que no han podido quitárselas fácilmente de la cabeza. Durante algunos meses, además, hizo de ayudante de dirección de uno de sus grandes ídolos: el inclasificable cineasta español Jess Franco, en largometrajes como Mari-Cookie And The Killer Tarantula y Tender Flesh. «También tengo tres primos que curran en el negocio –dice–. Pe- dro Molina Temboury es guionista; Juan Molina Temboury, director de fotografía, y Paloma Molina Temboury, jefa de producción. Los tres son nietos de un abuelo mío que fue, además de colega de Picasso, ferretero, arqueólogo y restaurador de La Alcazaba».

Kárate a muerte en Torremolinos se rodó en el verano de 2000, entre Málaga y Torremolinos, durante i2 intensos días. Todo el equipo técnico, formado, no podía ser de otra forma, por amiguetes y simpatizantes, se alojó en casa del director, en un ambiente de anárquica camaradería. Para filmar se utilizó negativo en 35 milímetros caducado, regalado por distintas productoras que creyeron en la historia. «Trabajamos 20 horas al día sin parar un momento, a temperaturas que llegaron a los 40 grados a la sombra, con i00 actores distintos y en más de 30 localizaciones».



ESTRELLAS INVITADAS. Uno de los pocos productores independientes que apostó por el proyecto fue Tomás Cimadevilla, a través de la empresa Telespan 2000 (que ahora está en la cresta de la ola gracias al multimillonario éxito del musical El otro lado de la cama, de Martínez Lázaro). El propio Cimadevilla interpreta a uno de los surferos católicos, y no es la única estrella invitada del reparto: Jess Franco encarna al maestro en artes marciales Miyagi, en una de las escenas más delirantes de la película; Angie Barea, la cantante de Orgásmical, es una monja surfista; Julio Sanjuán, el Malaguita de Torrente, también forma parte de los surferos católicos, y Sonia Okomo, la negrita de la serie de televisión Al salir de clase, hace de teenager adicta al sexo. La banda sonora, firmada por Jorge Explosion, de Doctor Explosion, incluye temas y actuaciones de Airbag, No Picky e Intoxicated Men, entre otros.

Cuando Kárate a muerte en Torremolinos finalice su gira española por las salas de cine, se editará la versión en DVD, que tiene previsto presentarse oficialmente durante la celebración del próximo Salón del Cómic de Barcelona, a principios del mes de mayo. Temboury ya sabrá entonces cuál de los dos proyectos que tiene ahora mismo en cartera será el primero en llevarse a cabo. «Por un lado, está Pelos, que es un thriller sobre calvos asesinos que persiguen al inventor de un crecepelo milagroso; por otro, La revancha de los Halcones, que es un guión de Pablo Marondo y Manuel Valencia en la línea de Los incorregibles Albóndigas, Porky’s y todas esas comedias adolescentes de campamentos de verano. Este último lo quiero rodar en verano, en plan guerrillero, como Kárate a muerte... ¡Hay que seguir haciendo películas como sea y pese a quien sea!».


EN DEFENSA DE LA BASURA

Por Jordi Costa
CUESTIÓN DE TEXTURAS. Dos inglesas con aspecto de imantar avalanchas de hooligans en el fish’n’chips que hay a la salida del pub presentan una sesión de cine alternativo en un pequeño rincón de la frondosa oferta del fringe de Edimburgo. Corre el año 1999. De repente, se proyecta en la pantalla Psycholettes, temprano cortometraje de Pedro Temboury hablado en cerrado andaluz sin subtitular, y se produce uno de esos momentos irrepetibles que dan sentido a la dura vida de espectador: el público congregado supera la barrera idiomática y los chascarrillos del cineasta malagueño son traducidos automáticamente al esperanto de la más bulliciosa sesión de culto. Muy lejos de allí, Pedro Temboury, ajeno al hecho de que una ex novia había colado su corto en la programación del fringe, debía estar surfeando en Torremolinos, esbozando en su cabeza lo que algún día iba a ser su primer largometraje, el mejor equivalente en celuloide a la tosca, primaria y sincera textura de un vinilo garajero.

En su influyente ensayo The Aesthetics of Failure, el músico y teórico de los nuevos caminos de la electrónica Kim Cascone escribe «el error se ha convertido en una estética importante en muchas de las artes de finales del siglo XX, recordándonos que nuestro control de la tecnología es una ilusión y revelando que las herramientas digitales sólo son tan perfectas, precisas y eficientes como los seres humanos que las han creado». Su texto, auténtica declaración de principios para los estetas del click’n’cut y fundación de una nueva sensibilidad posdigital apoyada en lo falible, podría servir, también, para explicarnos por qué tiene sentido una película como Kárate a muerte en Torremolinos en los tiempos de la Escuela de Cine, el triunfo global de Amenábar y los cursos de guión de Robert McKee. Si en la era de la pulcritud digital –donde es posible el silencio químicamente puro–, el crujir del viejo vinilo renueva y amplifica su significado y los creadores de música elec- trónica insumisa se abisman en el bajovientre de la tecnología para colarse a través de sus grietas en busca de un sonido inédito y fuera de programa, la película de Pedro Temboury, con una sola copia en el mercado, pone por sí sola en evidencia la mansedumbre que define la creatividad cinematográfica (por así llamarla) de sus compañeros de generación.

El espectador de Kárate a muerte en Torremolinos tiene ante sí un estímulo infrecuente: por debajo de la desordenada y bulliciosa acumulación de zombis karatekas, surferos católicos, monstruos marinos, pos-vírgenes sacrificadas, extraterrestres atropellados y supervillanos argentinos, está la oportunidad de redescubrir el cine de género como forma de expresión espontánea, incontaminada y falible de eso que antes se llamaba (y era) cultura joven. Viendo el primer largometraje de Temboury uno tiene, también, cierta sensación elegiaca: este esperanto teenager está, ahora mismo, en manos de francotiradores. Ojalá unos cuantos decidan imitarles para crear ejército.

TOP LA LUNA: las peores pelis españolas de la historia


1. MORTADELO Y FILEMÓN. Fesser, 2003. Chirriante y desproporcionada adaptación de un tebeo que lleva muerto más de dos décadas.



2.LA MUJER MÁS FEA DEL MUNDO. Bardem, 1999. Ciencia ficción petarda que confunde la serie B de culto con la ocurrencia noctámbula.



3.SUPERNOVA. Miñón, 1992. Futurismo retrocañí. Gabino Diego y Gurruchaga hacen muecas mientras Marta Sánchez se envuelve el body con papel de plata.



4.DESAFINADO. Gómez Pereira, 2000. Aiello, Mantegna y Hamilton interpretan sin querer a los clones caricaturescos de los Tres Tenores.



5.TWO MUCH. Trueba, 1995. Su desastrosa aventura americana es una comedia de enredo que aburre.



6.LA MIRADA DEL OTRO. Aranda, 1997. Versión softcore de la novela de Fernando G. Delgado. Feminismo ombliguista y morbo barriobajero.



7.EL ARTE DE MORIR. Fdez. Armero, 1999. Estúpida películas de terror al estilo americano, sólo que sin ritmo y sin actores.



8.SIN NOTICIAS DE DIOS. Díaz Yanes, 2001. Vicky Abril y Pene Cruz se tiran del pelo, rabo y plumas. Humor raro, como de los países del Este.



9.KIKA. Almodóvar, 1993. Su primera cinta experimental: sexo de diseño, mezcla de subgéneros y reparto despistado.



10.NO SOMOS NADIE. Jordi Mollà, 2001. Tremenda empanada mental del actor que escribe novelas, pinta cuadros y dirige películas.




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