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 DIRECTORIO   Viernes 18 de julio de 2003 , número 231
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EL TRIUNFO DEL MAL GUSTO
¿Pero este tío canta?
Tras dos años a merced de los gorgoritos de los chicos de la Academia, pensábamos que ya lo habíamos visto y oído todo. Pero no. La fulgurante irrupción de Dinio García en las listas de los más vendidos es la prueba fehaciente de que siempre se pue- de ir... un paso más abajo. Su hit «Hasiendo el amor» es disco rojo en chiringuitos playeros, fiestas de plaza mayor y sound systems de barrio, y lo peor del caso es que no podemos hacer nada para que no cunda su ejemplo. Esta es la historia de un triunfo anunciado (en televisión) que confirma lo que ya sabíamos: España quiere caspa
Por Javier Blánquez
HIMNO NOCTURNO. El gigoló cubano ha dado el pelotazo de la temporada con una sola canción, punta de lanza del éxito de los famosoides en el pop.
   

LA NOCHE LE CONFUNDE. El libro de frases célebres de Dinio, bendito tesoro de la sabiduría estival, ha acabado siendo más rico y extenso que el de Zaratustra, y de entre sus perlas cultivadas reluce la que, con mayor razón, le ha convertido en el genuino héroe catódico y cardiaco del año. Decía este moderno ácrata del pensamiento aquello de «no leo mucho, me duele la vista cuando leo», y nadie puede ya dudar que, detrás de esos ojos negros y profundos que parecen querer comerse todo lo que se mueve con una simple dilatación de pupila, retoza libre de ataduras el más feroz astigmatismo. Pero Dinio García, cubano de origen y de profesión sus mujeres maduras, ha volcado todo el talento en su mejor sentido, el oído, para igualar en lo artístico las gestas alcanzadas por su mejor órgano, el retráctil. Lo sabe media España, pero no salimos aún de nuestro asombro: Dinio canta.

Bueno, maticemos: canta como un perro y, más que cantar, lo que hace es recitar a lo rapsoda, a lo Paco Valladares con dicción tropical, a lo rapero sin sentido del ritmo, como aquel tipo que se nos presentó hace años como Wilfred y la Granja (Mi abuela) y que duró un suspiro. La diferencia está en que Dinio ya tiene un disco de oro colgado de la pared de su bar nocturno en Puerto Banús (La Noche Me Confunde, se llama el garito; de culto), y su éxito de terracitas, fiestas mayores y ghettoblasters playeros Hasiendo el amor (sic) es ya la canción del verano. Tú lo has dicho: aterrador.

¿De dónde nace la vocación musical de Dinio? De sus años pre-Marujita Díaz, antes de llegar a España para dedicarse sencillamente a vivir, poco se sabe: él siempre relata como un triunfo individual el hecho de que se desvirgara en las artes amatorias, no leyendo a Ovidio o a Colette –claro, le dolía la vista si lo intentaba–, sino en plena teoría con su profesora de matemáticas. A los 13 años. Luego vinieron sus escarceos con la copla, copla un tanto rancia pero de ágil movimiento de retinas en órbitas centrífugas, pero como aquello fue, se ha dicho, un montaje orquestado por Marujita para revitalizar una presencia en las revistas del corazón que languidecía, mejor pasar página. Este crack merecía volar en solitario.

Simples ensayos, lo de antaño: Dinio no está hecho para la canción española ni para tomarle el relevo a Miguel de Molina. Este cubano de larga trayectoria de conquistas –bueno, la que es larga, según cuenta la leyenda y se vio en Interviú si el Photoshop no miente, como ya pasó con el Conde Lecquio, no es precisamente la trayectoria– necesitaba para expresarse algo más fogoso, y eso es Hasiendo el amor, jugada maestra de Vale Music para darle descanso por un año a King África y rentabilizar el escaparate de fauna sin oficio y pingüe beneficio del que se nutría el atómico casting (el mejor, Pocholo, luego Dinio; el tercero, el auténtico underground del famoseo, Frank Francés) de Hotel Glam.



SUSPIROS DE CUBA. La letra es propia de un Gainsbourg de mercadillo, de ola de calor insoportable: «A la parienta le hago el amor / y a cá tu abuela le hago el amor» (que tal como él pronuncia, se entiende «hasta a tu abuela», lo cual podría entenderse como un guiño autobiográfico a su actual relación con la millonaria canadiense Elianne, algo que siempre da verismo y empaque). Una especie de Je t’aime… Moi non plus en el que, en vez de simular el sexo con Jane Birkin, se lo monta hasta con la diseñadora gráfica y se limpia en la cortina. Por supuesto, en vez de sintetizadores gimientes, Hasiendo el amor tiene sobrecarga de percusión playera, coros etílicos y algunos breakbeats ligeramente conectados con la era dorada de la música rave inglesa que piden a gritos –¿qué no?– hasta una remezcla de, pongamos, Masters At Work para arrasar en Ibiza. Bueno, no demos ideas.



¡MÁS BASURA, ESTO ES LA GUERRA! Total, que nos podemos tomar la cuestión a broma, pero más vale aguzar la vista porque el jit de Dinio no deja de ser el primer síntoma del Ragnarok al que se enfrenta la industria musical de usar y tirar en este país: si primero los que cantaban eran los productos (pongamos por caso Rebeca y su Duro de pelar) y más tarde los aprendices (Operación Triunfo al completo; desde aquí, nuestro premio al kitsch de luxe para Fórmula Abierta), ahora son los famosos de quita y pon los que se lanzan al mundo del micro, siguiendo la estela de ese gran pionero llamado Jesulín de Ubrique (¡que levante la mano quien no se acuerde de Toda!).

Para empezar, droga dura: el tema, Como yo, que ha reunido al gemelísimo de Dinio con Chimo Bayo. Además, Malena Gracia ya tiene su canción, Loca, con la que se ha quitado la espina –o no– de no haber formado parte de la plantilla estable de las Sex Bomb; Yola Berrocal, otrora Dulcinea de nuestro caballero doblemente armado en aquel affaire del manubrio que salpicó, nunca mejor dicho, la convivencia del hotel, se ha puesto a cantar con su prima (una tal Prado) el éxito eurodance Ritmo de la noche, y todos juntos han perpetrado la imperdonable resurrección del casposo emblema de Luis Aguilé, Es una lata el trabajar. Y así, entre seborrea y patilla, nos esperan más famosos dando el cante. ¿Algún detalle de calidad? Por lo menos Pocholo ha preferido sacar un disco de sesión como DJ, que no resulta tan obvio y queda más moderno. En cualquier caso, y ante tan vertiginoso descenso a los infiernos del cutresalchicheo, sólo se puede decir la frase más socorrida de Dinio: «Estoy confundido, ¿tú sabes?».



 
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