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 DIRECTORIO   Viernes 10 de octubre de 2003 , número 238
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LIBRO
Efraim Medina Reyes: el filósofo del fracaso
Isabel Queipo. Foto de Begoña Rivas
Efraim Medina Reyes
   

¡NO ME DIGAN BUKOWSKI!. Cuenta las cosas tal y como las piensa, sin ahorrarse crudezas expresivas. Claro que la dureza de palabra de Efraim Medina Reyes (i970, Cartagena de Indias) está hecha a la medida del mundo donde creció: a los cuatro años, vio a su padre morir atropellado; se crió en la pobreza y, durante la adolescencia, hizo amistad con almas gemelas que soñaban con tener algo parecido a lo que les filtraba la American Way of Life. Algunas acabaron en suicidio. Estuvo a punto de seguir el mismo camino, pero ponerlo todo sobre el papel funcionó como terapia. Érase una vez el amor pero tuve que matarlo (i997) ocupó el primer lugar del Premio Nacional de Novela del Ministerio de Cultura de Colombia y con Técnicas de masturbación entre Batman y Robin se consolida como el autor más leído en su país. Y eso que ni el contenido (tachado de misógino e irreverente) ni la portada (donde Efraim aparece como Dios le trajo al mundo) facilitaron la hazaña. Su fluido manejo de ordinarieces, los personajes marginales (aparte de reales) y descripciones sórdidas le han granjeado la etiqueta de Charles Bukowski colombiano, aunque tiene más del Woody Allen de Desmontando a Harry: sus amigos están hartos de que ventile sus miserias, que le sirven de excusa para usar su densa formación filosófica a modo de escalpelo y desmembrar la cultura pop.

«¿Bukowski, yo? Qué tontería –rumia Efraim–. Sus novelas son lineales, de acción, y las mías, de reflexión». Su proceso mental le obliga a plantear los argumentos casi como puzzles, repletos de saltos en el tiempo, cambios de puntos de vista, incluso de géneros. Técnicas de masturbación... empieza como un cuaderno de apuntes donde deja caer sus pensamientos dislocados sobre las relaciones humanas y aprovecha para presentar a sus amantes y amigos; el capítulo siguiente es un manual de seducción donde caricaturiza el machismo a base de regodearse en él; después, una historia de un idilio esquizofrénico, seguida por instrucciones para pasar de supercretino a hombre interesante; el reencuentro con los personajes del primer capítulo se narra como si fuera el guión de un filme y el conjunto se remata con una colección de cartas suicidas. «La estética tiene que ver con la música de rock de los 70 con la que maduré –explica–. Tuve una banda, Siete Torpes, con los que saqué los álbumes Canciones mediocres y Canciones aún más mediocres. Tanto los títulos como la experimentación eran resultado de la influencia de películas como The Wall o Easy Rider. La música y el cine se hacen a partir de piezas que funcionan por separado. No tengo historias lineales, las hago para pensar y se las propongo al lector como diálogo. Puede empezar a leerlas por cualquier lado o saltarse capítulos».

EL DESASTRE POR BANDERA. Aparte de escritor y músico, también ha ejercido como boxeador (sin ganar jamás un combate) y empresario (es socio de Fracaso Ltda., cuyo lema «Donde se necesite un fracaso, allí estaremos» lo dice todo). El único campo en el que triunfa es el literario, quizás incluso a su pesar, ya que hasta hace nada pertenecía al grupo de los perdedores, sus personajes favoritos: «Deben ir más lejos y correr riesgos porque nadie les acepta; eso acerca más a la felicidad en un mundo que rinde culto al éxito . Me gustan las personas enfermas. La gente normal me produce alergia». También se la provocan García Márquez (»No tiene dignidad»), Shakira («Me avergüenza que se la relacione con la cultura colombiana. Es un producto de Miami»), Paulo Coelho («Tengo un suéter que dice ´Paulo Coelho me la chupó´»)… Y es que Medina Reyes atesora andanadas verbales para todos; incluso se atreve a cargar contra J. K. Rowling, flamante Premio Príncipe de Asturias: «Le deseo una pronta muerte, así los niños se libran de ella». Destino, 17 E.

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