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 DIRECTORIO   Viernes 10 de octubre de 2003 , número 238
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CEREMONIA MÚSICO-RELIGIOSA
Las vacas que ríen
LA LUNA peregrina a Brihuega para asistir a un acto de adoración
Jordi Costa. Fotos de Carlos Miralles
COMO UNA REINA. Vestida de gala y comiendo peras. De lujo.
   

RUMIANTES FELICES. Vestida de gala y comiendo peras. De lujo.. Si alguien está familiarizado con los chistes de Gary Larson o con algunas de las escenas más divertidas de Top Secret o Yo, yo mismo e Irene, podrá haberse formado una idea acerca de la vis cómica del animal familiarmente conocido como vaca. En suma: las vacas dan risa. Por otro lado, su estratégica aparición en cintas como Aterriza como puedas o Hannah y sus hermanas parece acreditar a los fieles del movimiento para la conciencia de Krishna como los miembros de un culto contemporáneo más susceptibles de ser utilizados, como figuración o gag de fondo, en una comedia. Dicho esto con el mayor de los respetos posibles y con el músculo de la tolerancia echando chispas (de buen rollo). Resumiendo: los harekrishnas pueden ser un funcional aliño para la risa.

Me encargan cubrir la celebración del Día de la Vaca en la Finca Santa Clara de Brihuega (Guadalajara), centro de meditación de la comunidad harekrishna. ¿Vacas y harekrishnas? Resulta difícil no caer en la tentación de considerar el festejo como la Repanocha. La Caraba. La Monda. El mejor plan posible para un sábado. El programa incluye peregrinación a la vaquería –donde se procederá al ritual de adoración de las rumiantes criaturas–, conferencia a cargo del Gurú S. S. Cadamba Canana Swami sobre las implicaciones místicas del tema bovino y, como broche de oro, un concierto-presentación del disco Happy Cows, reunión bajo la batuta de Justo Bagüeste de músicos de diversas partes del mundo –y de surtidas claves estéticas: del son cubano al trance, pasando por el reggae– para divulgar un mensaje de amor a la vaca en clave de chill out espiritual.

Llegamos a la Finca Santa Clara tras atravesar el fragor de los asadores de Brihuega, dispuestos a pasar suculentos fragmentos de vaca (vuelta y vuelta) para saciar la hambruna de comensales que no tardarán en rugir con carnívora vehemencia. A pocos metros, las vacas viven en paz: no sólo no se trocean, sino que son alimentadas con desinteresado amor y adoradas con cánticos y ofrendas. Entramos en el recinto y pienso en lo a gusto que me comería un entrecot. Una visión familiar interrumpe mis meditaciones: ¡¡es Jayanta, mi vecino el harekrishna!! Junto a la entrada al edificio principal veo un panel repleto de fotos de vacas. Cada una lleva escrito debajo el nombre del animal –Yamuna, Radhe, Gopa, Rupa...– y los nombres de los fieles que los han apadrinado. En el mundo krishna uno tiene tiempo de bautizar a una vaca y de cogerle cariño. Seguramente, en Argentina también les tienen cariño a las vacas, pero allí el amor se expresa de otra manera. Caigo en que el disco Happy Cows obvia el tango como género musical. Jayanta nos cuenta de dónde viene tanto amor por el ganado vacuno: «La vaca es como tu segunda madre. Cuando tu madre deja de amamantarte, tú sigues bebiendo leche gracias a la vaca. No es justo que cuando crezcas quieras matarla para comértela».

Después de que Jayanta nos haya guiado por toda la finca y de que nos hayamos zampado una suculenta comida vetegariana, comienzan los preparativos de la Adoración. Ahí va el momento más impresionante de la ceremonia: la imagen de tamaño natural del fundador del culto, Su Divina Gracia A. C. Bhaktivedanta Swami Prabhupada –tan hiperrealista y refulgente que da miedo– es transportada, entre el alborozo general del templo, al asiento del copiloto de un lujoso Chrysler Voyager SE con puertas correderas. Los harekrishnas abanican la efigie con plumas de pavo real y llenan el aire de campanilleos, con la alegría contagiosa de quien está dando la bienvenida al capitán Spaulding (véase El conflicto de los Marx). Alguien me da unas campanillas y me invita a participar en la orgía de sonidos. Un fiel ajusta el cinturón de seguridad a la figura y se inicia el trayecto hacia la vaquería.

Llegamos al establo. Una vez colocada la efigie del fundador en un altar, la cosa consiste en dar de comer peras a las vacas, mientras el grupo se alborota con el circular mantra por todos conocido: «Hare krishna, hare, hare...». Algunos fieles incorporan pasos de jota o de ska a las danzas (incluso se flirtea con el pogo), que pronto se articulan en forma de conga. Una conga que, sin comerlo ni beberlo, me veo encabezando. Algunas horas más tarde, empieza el concierto. Un rato antes he hablado con Justo Bagüeste y con algunos de los músicos que le han acompañado en esta extraña experiencia: entre ellos, el sueco Tirtha (Undrop/Pepsi), los españoles Narayani y Antonio Crespo, la brasileña Janabhi y Bhaktidevi, de Isla Mauricio. Bagüeste, que no es fiel, sino simpatizante, afirma que «con este disco no pretendemos aleccionar. Sólo hablamos del respeto a la vaca y divulgamos el mensaje de una forma divertida, sin sermones». Sale al escenario una chica polaca que borda unas danzas del sur de la India. Algunos mugidos de vaca sampleados se integran a un planeador fondo sonoro que invita a la meditación (o a la digestión). Flanquean el escenario dos pantallas donde se proyectan diapositivas tomadas en la vaquería y un documental en el que unos hindúes modelan lo que parecen unos ciclópeos excrementos de vaca que acaban decorando una pared. Casi al final de la actuación suena el hit más populachero del disco: El changüí de la leche, que en algunas estrofas utiliza la expresión tesoro blanco (propia de una narco-cumbia) para referirse a la leche. Como fin de fiesta, el chico de Undrop se atreve... ¡¡a mugir en un reggae!!

Cuando llego a casa, escucho el disco, cuyas virtudes relajantes y cuya riqueza musical corren parejas al índice de estupor que puede experimentar un oyente carnívoro: la grabación se cierra con una versión hip hopera de La vaca lechera, que culmina en el recitado del mantra krishníco con voz sintetizada a lo Cher. Creo que desde ese día no he vuelto a pensar en el entrecot.



 
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