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 DIRECTORIO   Viernes 28 de noviembre de 2003 , número 245
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EL RETORNO DE LAS PIN UPS
La novia de Marilyn
Manson, claro. Se llama Dita Von Teese y brilla por sí misma como primera dama del neo burlesque y nuevo icono sexual para tiempos de guerra
THIERRY ARNAU
Dita Von Teese brilla por sí misma como primera dama del neo burlesque y nuevo icono sexual para tiempos de guerra
   

El liguero mágico. La sociedad también redime a sus monstruos. Sólo tienen que dar el paso correcto. Marilyn Manson, el anticristo superstar del metal gótico estadounidense, ha dado dos: dejarse entrevistar por Michael Moore en glorioso estado de lucidez para el laureado documental Bowling for Columbine y hacerse novio de Dita Von Teese. Con lo primero ha conseguido que la mayoría ya no lo vea tanto como un apóstol de la violencia como un puro y duro entertainer; con lo segundo, ha despertado la envidia de buena parte de la población masculina (y no poca femenina) del planeta. Y eso es en realidad lo que cuenta en estos momentos.

De la mano de la nueva reina del burlesque, su otrora satánica mamarrachez se pasea por saraos exclusivos y fiestas bien como un corderito manso y solícito. A ella sólo le falta llevarlo atado, como una mascota extravagante a juego con su lencería fina. No es extraño que ahora todos quieran saberlo todo de la misteriosa domadora que ha protagonizado la última versión (para adultos) de La Bella y la Bestia.

Aunque lo cierto es que, antes de convertirse en la novia del ex monstruo, Dita Von Teese ya era un fetiche entre los connaisseurs, una pin up a la antigua para estos tiempos de cabaret moderno. Hoy luce como sintomático icono sexual del nuevo orden bélico, evocación fantasmal de un estilo de erotismo que no se recordaba desde los días de Betty Grable, Mamie Van Doren y Rita Hayworth. Tanto es así, que sus exquisitas curvas embutidas en ligueros, corsés y medias de seda han volado dibujadas en los flancos de muchos de los aviones que bombardearon Irak recientemente, como hace 60 años lo hicieran las bombshells del Hollywood dorado en los B-52 que asolaron Japón.

Parece que la astuta primera dama del revival burlesque –ese género a medio camino entre el vodevil arty y el espectáculo de striptease– ha encontrado la fórmula mágica para resucitar el glamour con mayúsculas: desnudarse y dejarse admirar sin prejuicios. «Siempre he querido ser una mujer objeto –reconoce–. De hecho, creo que hay un montón de mujeres que no desean otra cosa en sus vidas más que ser algo bonito que mirar». Por 2.500 euros el numerito (a veces dos, dietas y gastos de viaje aparte), se deja jalear en vivo, aunque puedes tenerla sólo para ti por apenas 20 euros al mes, que es lo que cuesta la cuota de socio para acceder al material exclusivo de su web, www.dita.net (sensuales pósters de su curvilínea figura a tamaño real, por ejemplo). Y que se mueran las feministas.

Erotismo para las masas. «Las publicaciones para tíos siempre intentan sacar a las chicas como si fueran las típicas vecinitas de enfrente. Bueno, pues yo pretendo todo lo contrario». Con esta sentencia, recogida en el último número de la muy viril revista británica Arena, Dita da fe de sus principios y anuncia alto y claro que ?) ella no es una chica de calendario para disfrute onanista de cualquiera, 2) no tiene rival, y 3) no está dispuesta a permitir que nadie –y menos un hombre– la manipule. En total y absoluto control de su imagen, posee los derechos de casi todas las fotografías que le han hecho (y que también vende en su página de internet) e incluso de sus coreografías, no vaya a pasarle lo que a Betty Page, la legendaria pin up de la que puede considerarse legítima heredera, que murió pobre y ninguneada mientras otros se enriquecían explotando su filón iconográfico. Por eso Dita no tiene reparos en demandar a sus colegas: se dice que las Pussycats Dolls (el comando burlesque de Los Ángeles que gobierna la no menos explosiva Robin Antin y que cuenta entre sus filas con una Carmen Electra reconvertida para la causa, amén de estrellas invitadas esporádicas tipo Christina Aguilera, Brittany Murphy y Gwen Stefani) recibieron una amenazante carta de sus abogados por incluir en sus shows el famoso y patentado número de la copa de cóctel, ése que termina con la dama en cuestión sumergida en Martini y que se ha visto en algunos conciertos del último tour de su novio.

En fin, el placaje al que somete todas sus cosas es tan férreo que puede considerarse la única chica a la que Hugh Hefner le consiente aparecer en la portada de Playboy –de la que, por supuesto, es una habitual– a capricho, concibiendo las sesiones fotográficas ella misma. Se ve que lo de Dita sí resulta un cuerpo para el placer y una mente para los negocios... aunque mejor no lo digas muy alto: «Odio que la gente me tome por una especie de ejecutiva agresiva porque no voy para nada de ese palo –ha declarado–. Sólo quiero que quede claro que soy yo misma, no el producto de un estilismo de otros. Ahora, todo en Hollywood lleva la marca de alguna consultoría, y eso nunca me pasará a mí».
Junto a su amiga y, a veces, compañera de desnudismo Catherine D’Lish (genuina pionera del neo burlesque en Estados Unidos), Dita ha conseguido hacer del vodevil retro un espectáculo mainstream sin perder un ápice de su encanto old school. Tacones de aguja, abanicos gigantes, gasas titilantes de cristales Swarowski (que ellas mismas cosen a mano) y, por supuesto, medias de seda con costura, forman parte de una parafernalia glam sin la que este lavado de cara del trabajo de las antes denominadas bailarinas exóticas no tendría el mismo sentido. Y también ayudan a guardar ciertas distancias... «Soy muy buena escondiendo lo que no debería mostrar. Mantener un pequeño misterio es parte de este arte», asegura Dita, que viene entrenada de cuando ejercía como go-gó en las raves que organizaba un ex novio de juventud.

Porque, claro, Miss Von Teese no siempre ha sido la pin up que crees –aunque parece que lo lleve en los genes– ni ha jugado en la primera división del glamour desde el principio. Nacida Heather Sweet un 28 de septiembre de 1972 (o sea, acaba de cumplir 31 años), en Rochester, Michigan, Dita acabó tan extenuada de bailar en discos chungas y de comer tantos éxtasis que, cuenta, se quedó literalmente sin tetas. Nada, en cualquier caso, que no arreglara un buen cirujano. Fue entonces cuando un amigo la llevó a un club de strip tease en Los Ángeles y se hizo la luz para la joven: «Eso tiene pinta de ser divertido», se dijo, y así comenzó su carrera como bailarina de barra. Luego llegarían Playboy y, sí, uno de esos pornos esteticistas y lésbicos dirigido por el caballeresco Andrew Blake: «Hoy no lo volvería a hacer, pero yo era una gran fan de Andrew y aquella resultó una gran película sucia. Y encima me pagaron una pequeña fortuna. En cualquier caso, ¿a quién no le gustaría montárselo con una panda de altísimas y rubísimas chicas checoslovacas? Es como un sueño hecho realidad». Que se lo pregunten a Marilyn.



DIOS LOS CRÍA...

...Y EL CABARET LOS JUNTA. «He tenido un montón de amantes que jamás llegaron a entender mi fascinación por los ligueros, los corsés y las medias con costura. Así que ahora me considero muy afortunada por tener a alguien a mi lado que sabe apreciar estas cosas». Unidos por el amor y el estilismo extremo (o quizá el amor por el estilismo extremo), Dita Von Teese y Marilyn Manson son definitivamente la pareja del año. Su relación se formalizó en enero de 2003, después de que él le siguiera la pista durante tres años –mientras aún estaba con la actriz Rose McGowan–, primero como fan y socio de su web y más tarde como amigo. «Lo cierto es que no puedo decir que fuera mi tipo, entre otras cosas porque no me gusta nada el rollo rockstar. Pero, al final, me encontré con el novio más leal y genuino que haya tenido nunca», reconoce Dita.

La simbiosis entre ambos ha sido tal que Manson se ha empapado del espíritu burlesque de la pin up: la irrefutable influencia de Dita está presente en el último álbum del artista, The Golden Age of Grotesque, y en esas coristas estilo República de Weimar, por ejemplo, que adornan la gira que esta semana le trae a Madrid y Barcelona. Ella, sin embargo, parece que se mantiene indemne, aun cuando asegure que ahora no puede imaginarse haber estado con otro que no fuera Marilyn.

 
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