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 DIRECTORIO   Viernes 5 de diciembre de 2003 , número 246
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ÍDOLO A LOS 35
¿Quién es Kylie?
Entrevista en profundidad con la rediviva cantante australiana, icono pop una vez más
PETER ROBINSON
Tras vender seis millones de copias de su octavo álbum, Fever, la diva eternamente sexy busca repetir ahora el éxito con Body Language.
   

Lleva casi dos décadas en nuestras vidas. Sabemos que es un icono pop de 35 años ferozmente comercial, capaz de inspirar un sinfín de estudios académicos.

Sabemos también que no mucha gente habita los mundos por los que Kylie Minogue corretea, nadie más es capaz de unirlos con tanta sencillez. Ni Christina, ni siquiera Madonna. Pero, ¿qué sabemos en realidad sobre ella? En esta era en la que todo aquel que destripe sus más íntimos secretos puede llegar al número uno, la vida de Kylie está cerrada a cal y canto. No sabemos qué la ha hecho seguir adelante en esta carrera que abarca ya tres décadas y 36 singles, y que este mes nos obsequia con Body Language, su CD más importante hasta la fecha.

Un martes por la mañana de finales de octubre, Kylie Minogue tiene ciertas dificultades para comprender los últimos 15 minutos, por no hablar de los últimos 15 años. Se ha tomado un descanso en los ensayos de una actuación única y muy especial en el Hammersmith Apolo de Londres, pero su cerebro ha dicho basta. «Estoy sobrecargada de información –comenta respirando entrecortadamente–... no sé cuántos discos he vendido ni cuántos singles han alcanzado el Top Uno, lo siento».

«Mi novio –el actor Olivier Martinez– me dice que lo único que necesito saber es cómo dar un buen puñetazo en el momento oportuno –dice sonriendo–, pero yo no estoy tan segura. Lo mío es el espectáculo, preparo la postura correcta para dar la imagen deseada y espero que no me salga demasiado mal». Ha mostrado tantas imágenes a lo largo de su carrera que es la primera en reconocer que la Kylie que conocemos, o que creemos conocer, es fruto de un inmenso equipo creativo.

Mucho antes de ser Kylie pop star, Kylie indie o Kylie eléctrica, esta mujer fue también Charlene, el personaje de la famosa serie Neighbours. En ?988, el matrimonio de Charlene con Scott, papel que interpretaba su novio de entonces, Jason Donovan, dio lugar a una de las imágenes definitorias de los 80. Eran la Britney Spears y el Justin Timberlake de aquella época, una sugerencia que le hace reír. «Supongo que es lo que éramos... Vaya, resulta extraño ver cómo cambian las cosas».

Cuando se rompió la relación con Jason, Kylie, al igual que ahora Britney, se vio forzada a seguir su evolución explotando su condición de mujer para permanecer en el candelero. Los expertos que no hace mucho daban por acabada a Spears harían bien en recordar que la Kylie que tanto adoran emprendió su ascenso por sí misma, con unos patrones de sexualidad e independencia similares, hace 10 años.
«Miro a Britney y, al igual que muchos otros, pienso: ¿Pero qué está pasando aquí? Luego recuerdo que yo tuve que hacer exactamente lo mismo. Sobrevivirá, está claro. Pero desarrollar una carrera así no es fácil».

El significado aborigen de un kylie es un bumerán que no regresa, o sea, un trozo de madera recto; pero este kylie es la prueba viviente de que los viajes a las penumbrosas tierras del pop no siempre son sólo de ida.

Años para olvidar. En su primer encontronazo con el desamor, al final de su complicada colaboración con Stock, Aitken & Waterman, la influencia de su novio, Michael Hutchence (cantante de INSX), empezaba a hacerse notar. «La gente se harta. Encuentras una fórmula que funciona y te agarras a ella. Yo he ido a lo seguro demasiado tiempo». Por primera vez coescribió sus temas, pero su último álbum con aquella productora, Let’s Go To It (1991), fue a pique.
Poco tiempo después, los lectores de Smash Hits la votaban como la peor cantante femenina del año. Según Kylie, es fantástico volver a firmar canciones (ha participado en cuatro cortes de Body Language). «Hace tiempo, cuando desbancarme parecía un deporte nacional, me atacaban principalmente porque no componía, y supongo que por ello perdí credibilidad. En 2003 no importa qué nombre figure en los créditos: gana la mejor canción».

En busca de esa credibilidad, Kylie fichó a principios de los 90 con la compañía Deconstruction. A pesar de un buen puñado de excelentes temas, de un álbum aclamado por la crítica (Kylie Minogue, 1994) y de colaborar con Nick Cave, las cosas no tardaron en torcerse. El lanzamiento de su segundo trabajo para Decon, Impossible Princess (1997), quedó estancado en el número 22. Le siguieron dos singles en el Top 20, pero a final de campaña, Decon tuvo que cerrar y Kylie quedó en libertad, a finales de una década horribilis. «El disco no estaba muy hilado, yo sabía que había demasiada mezcla». Quedó aplastada por falta de gancho una vez más. «Pero aún podía hacer muchas cosas. Incluso durante lo que ahora la gente llama mis años de rebeldía, cuando me habían borrado del mapa sin más, yo seguía sintiendo que aún no había acabado todo».

Vuelve la fiebre. El éxito habla por sí solo: su anterior elepé, Fever (2001), ha vendido cerca de seis millones de copias, mientras Can’t Get You Out Of My Head fue número uno en 21 países. Ahora reaparece con un noveno elepé, Body Language, que a la primera escucha no parece gran cosa. A la tercera o cuarta, ciertas canciones van ganando encanto. Y al final, sus atractivos temas se vuelven irresistibles, un trofeo de espíritu indirectamente aventurero a través de ritmos ondulantes y cadenciosos.

Body Language es su álbum más importante. Si logra repetir el éxito, será una ganadora sin límites; si una vez más acaba de cabeza en la basura, será el mayor suicidio profesional en las islas británicas desde la desaparición de las Spice Girls. Pero en su entorno nadie piensa en el desastre.

El equipo. En la primera planta de su oficina al oeste de Londres, un hombre de negocios de Melbourne llamado Terry Blamey celebra su 53 cumpleaños. Tomó su primera decisión sobre gestión de música pop en 1968, cuando se despidió a sí mismo como batería de un grupo en el que tocaba en el instituto. Desde 1987 es el mánager de Kylie.

Blamey adora el orden: su escritorio suele estar impecable y de sus paredes no cuelga ni uno de los típicos discos de platino porque, según explica, son «bastante chabacanos». Pero, aunque tal vez no se ponga a hacer cabriolas por las ventas de su artista, sí que celebra las apariciones en prensa. Cada vez que Kylie sale en la portada de una revista, la enmarca y la cuelga en la pared. Cuando ese ejemplar desaparece de las estanterías de las tiendas, a mediados de mes, él lo descuelga y lo tira: se trata de una interminable adulación a su artista Número Uno. Al preguntarle cuándo ha estado esa pared vacía, responde sonriendo: «Jamás». Lleva cinco años en esa oficina.
Kylie nos cuenta algo más sobre Blamey: «Es mi salvación, mi punto de apoyo; somos como familia, ni más ni menos». Él es uno de los miembros del equipo que hacen a Kylie que sea lo que es, o lo que tal vez no es. Tal como admite la cantante, Terry es extremadamente protector. «No es nada duro conmigo, ni siquiera le gusta que vea la otra cara del negocio. Alguna vez he entrado de repente en su oficina y le he encontrado en medio de una acalorada conversación telefónica. Resulta inquietante, pero él suele decir: “Son cosas que pasan, el trabajo es así, y éste es el lado que tú no ves”».

En verano detuvo la emisión del programa Spend It Like Kylie, del canal Sky One, y ha hecho algo similar con la BBC3 y Kylie’s Millions, que salió al aire recientemente. Terry se enfureció. «¡Todo eso era ficción! ¡Están avasallando con mentiras a los que pagan las licencias, qué atrocidad!». La obsesión nacional por el trasero de Kylie, además, la considera «ridícula y de prensa pobre».

En realidad, a ella no le hace ningún daño que la gente piense que está forrada. Lo que le molesta es la falta de cuidado. Cuando preguntamos a Blamey si cree que la imagen de Kylie es más importante que su música, el mánager no duda. «Por supuesto. Por eso su perfil se mantiene en lo alto, incluso cuando no tiene disco».

Durante los últimos ocho años, esa imagen ha sido fruto de la colaboración con su director creativo, William Baker. Baker fue quien escogió aquellos pantaloncitos mínimos dorados del vídeo de Spinning Around; él es el culpable de que las chicas lleven tacones de vértigo con pantalones militares. Pero William es mucho más que el estilista de Kylie. Es brutalmente honesto como sólo un amigo puede serlo. «Si me veo acorralada y forzada a hacer un trabajo, él es el único que viene a decirme que no lo haga si no quiero». Baker la adora, por su parte, y asegura que Kylie es un icono tan importante como David Bowie en los 70. A veces, la artista se ríe al ver un programa un sábado cualquiera. «¡Ay, Dios mío, yo conozco esa imagen!». Es increíble ver cómo la nueva era del pop le roba su estilo, y a la vez le incentiva para continuar llevando su propia imagen hacia adelante.

En el edificio del sello Parlophone encontramos a Miles Leonard, el hombre que firmó con Kylie después de su escapada de Deconstruction, previa mediación de Pet Shop Boys. «Dices cualquier cosa sobre empezar a trabajar en un CD de Kylie y, al minuto, te inundan de canciones, aunque la mayor parte eran irrelevantes. Nuestra técnica era sentarnos, decidir qué clase de disco queríamos hacer y hablar del tipo de música que íbamos a abordar en él. Escuchábamos mucho hip hop y música urbana. A todo el mundo le encantaban los ritmos y las producciones». ¿Y cómo se involucra Kylie en todo esto? «Yo confío en su buen juicio –continúa Leonard–. Se mete hasta en las mismas listas de éxitos. Tal vez haya cometido un par de errores en su carrera, pero tiene mucho más derecho a hacerlo que el resto de sus coetáneos».

persona y personaje. Según Leonard, Kylie es un antídoto para los ídolos pop creados por la televisión, esos que se colocan ante la audiencia sin saber qué hacer. ¿No era ésa la crítica que le lanzaban a ella misma en los 80? «Sí, pero al contrario que todos esos jóvenes a quienes catapultan artificialmente a las listas, Kylie reconoció pronto que aquello no le llenaba, que no quería ser un muñeco».

Según ella misma, este es el álbum que siempre ha estado esperando, algo que sus buenos observadores puede que ya hayan escuchado antes. William Baker, entretanto, explica que con Body Language se revelará por fin cómo es la verdadera Kylie Minogue, la de esta era y en este momento de su vida, aclara Terry Blamey. Pero, ¿quién es la verdadera Kylie? Una estrella del pop a la que le encantan los escándalos declaró hace poco que prefería que la prensa amarilla escribiera basura sobre su persona a que alguien supiera cómo es en realidad. Le digo a Kylie que parece que ella, la estrella del pop, la reina de la imagen, el logotipo de neón, ha creado una cortina de humo perfecta para ocultarse. De hecho, cuando se comenta su perfecto culito, es casi como si no se hablara de algo real.

«Tienes toda la razón –responde–. Tú y yo podríamos cenar juntos y seguro que nos reiríamos y lo pasaríamos bien, pero sólo cuando llegara a casa y cerrara la puerta empezaría a ensancharse toda mi vida». ¿Sabemos en realidad algo sobre ti? «Sí, la gente tiene una idea general de cómo soy, porque no intento engañar a nadie. Pero es sólo una imagen superficial. Sería imposible sostener la vida entera de una persona sobre una mentira».

A ver, su último single, Slow, está basado en una discoteca. ¿A qué discotecas te gusta ir? «Te estás equivocando de persona». La verdad es que ha sido una pregunta injusta. Es sabido que sus noches alocadas quedaron atrás, y que hasta cierto punto mantiene una mentira con respecto a su persona. «Si dijera que no salgo nunca mentiría, pero todo eso de las discotecas ya lo hice a la edad de Britney. Slow trata del tira y afloja de las discotecas, de viajar rápido sin llegar a ninguna parte, siempre sin descanso. Conozco esa sensación. Cuando bailas es como si te deshicieras de la fama. Te pierdes».

¿Es posible que, con todas las canciones que se escriben para la Kylie personaje, te estén caricaturizando más allá de tu verdadera personalidad? «Supongo que escriben para una Kylie bidimensional», responde, aunque eso preocupa poco a una estrella con una personalidad que cambia cuando no le gusta algo. Admite que no ha empezado a sentirse mujer hasta hace poco. «Me he dado cuenta ahora. Supongo que cuando cumpla 40 habré conseguido reunirlo todo. Será una buena edad».

Kylie sabe que si quiere formar una familia, lo más sensato sería no tardar demasiado en hacerlo, pero en este momento tiene un montón de cosas en mente, los ensayos para Hammesmith por ejemplo, y muchos más proyectos. Según nos cuenta, quedarse quieta no es uno de ellos.

«Quiero seguir moviéndome hacia delante. Hay que conseguir que el oyente sienta interés por lo que haces, porque si tú misma te aburres, no hay ninguna razón para seguir. Yo siempre estoy tramando nuevos planes para el futuro».

Su disco Body Language ya está a la venta ¿Cómo qué? «Espera y verás».



 
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