Reportaje

Si con una sola palabra se tuviera que definir a Satoshi Tajiri, el creador de los monstruos Pokémon, ésa sería la voz japonesa otaku, algo así como aquella persona retraída que se aleja de la sociedad para dar rienda suelta a una obsesión. En Japón, el otaku por antonomasia es el coleccionista de mangas o el jugador de videojuegos. No es de extrañar, por lo tanto, que el primitivo juego Pokémon sea precisamente eso: un adictivo videojuego basado en la acumulación de las fantásticas alimañas diseñadas por la mente adolescente de Tajiri.

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Nacido el 28 de agosto de 1965 en el suburbio tokiota de Machida, Tajiri comenzó desde muy pequeño a coleccionar insectos y bichos curiosos, que serían la materia prima de su zoología imaginaria. Le obsesionaban sus formas y colores, hasta el punto de querer ser, de mayor, entomólogo. Pero ni las ciencias ni la enseñanza reglada eran para él. Pronto se halló, para martirio de sus padres, fuera de la escuela, vagando por las calles y paseándose por los salones de videojuegos.

Aún hoy, a los 34 años de edad, con muchas más ojeras, pero con la misma cara de chaval introvertido de antes, habla de su antigua afición por el juego Space Invaders (Invasores del Espacio) como si fuera ayer: "Recuerdo cómo maté uno por uno a los primeros invasores. Fue una experiencia que marcó mi vida".

Mientras sus compañeros de enseñanza media entraban en la universidad, Tajiri comenzó a estudiar electrónica en un instituto politécnico y a escribir manuales en los que dejaba al descubierto los arcanos de cada videojuego. El primero de sus tratados lo encuadernó él mismo y lo enseñó en una librería de Shinjuku, en el corazón de Tokio. Recibió muchas cartas de jugadores fanáticos en las que le alentaban a continuar con la labor. El grupo más fiel de corresponsales se le unió y pasó a formar parte de la empresa Game Freak que se dedicó a la creación de juegos destinados al segmento más tierno de la niñez. A pesar de que la consola portátil Game Boy, de Nintendo, estaba en decadencia a comienzos de los 90, a Tajiri le impresionó la posibilidad de conectar dos aparatos mediante un cable y que los jugadores puedan estar frente a frente y verse la cara mientras juegan. Era lo que Tajiri andaba buscando. Los niños podrían interactuar e intercambiar bichos fantásticos mediante la conexión de los juegos portátiles, hasta hacerse con la colección completa. Ese mismo año presentó la idea originaria de Pokémon a Nintendo.

"Nintendo da tiempo al creador para que desarrolle su idea", dice Tajiri, "si hubiera recurrido a otra empresa no habría tenido éxito". En total, pasaron seis años hasta que el juego estuvo listo. En 1996, cuando por fin se lanza Pokémon, Tajiri aún vivía a costa de sus padres. A menudo trabajaba de corrido día y noche y luego se echaba en la cama durante 12 horas. Las finanzas de Game Freak estaban por los suelos. Media docena de empleados desertaron. Nadie parecía augurar el éxito del proyecto.

Sin embargo, la fortuna acabó por sonreírle. La trampa de la colección de monstruos había surtido efecto. El mismo Tajiri consolidó las ventas de los juegos mediante una táctica publicitaria de la cual ni siquiera Nintendo estuvo al corriente. En un principio se anunciaba que el número total de monstruos era de 150, pero Tajiri había programado el juego, secretamente, con 151. Una alimaña misteriosa aparecía sólo cuando los coleccionistas intercambiaban ejemplares de manera interactiva a través del cable. El monstruito número 151 se convirtió pronto en una leyenda infantil. Los niños se volvían locos por encontrar al furtivo y esquivo monstruo y las ventas de juegos se multiplicaron.

En 1997, un capítulo de la serie de dibujos animados Pokémon originó ataques epilépticos en cerca de 700 niños. La comisión que investigó el caso acusó a los realizadores de la serie de ir demasiado lejos al producir los efectos visuales.

Satoshi Tajiri conoce muy bien los mecanismos lúdicos que enganchan a los niños. "El verdadero disfrute de los videojuegos radica en su simplicidad y en la elaboración de una gran trampa", confesó a una revista japonesa el creador de Pikachu, el monstruo más famoso de la colección.

Por Arturo Escandón



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