Salud
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adictos a
la aspirina

adictos a
la aspirina


Lleva ya más de un año de festejos, pero la fecha real de su centenario es el 10 de octubre. Ha cumplido un siglo y está más joven que nunca, cada día con más adeptos, adictos vocacionales. En los veinte segundos que puede tardar en leer estas líneas se habrán consumido en todo el mundo 50.000 tabletas. Por méritos propios debería dar nombre a nuestro siglo, y es que ya se han vendido 350 billones de aspirinas.

Cada segundo se consumen 2.500 aspirinas en el mundo. Un total de 350 billones de unidades vendidas desde que, el 10 de octubre de 1897, Félix Hoffman, químico de Bayer, descubrió el ácido acetilsalicílico. Aunque no produce adicción, la Aspirina tiene más adeptos que nunca y cada año se conocen nuevas aplicaciones.

"Me ocurría de vez en cuando. De pronto, perdía la visión del ojo izquierdo", cuenta Eugenio R. López, de 59 años. "Como se me pasaba enseguida, iba dejando para otro día lo de ir al médico. Hasta que una tarde me sucedió en la oficina. Cuando intenté decírselo a mi secretaria, no conseguí articular las palabras. Me llevé un susto de muerte". Trasladado a urgencias, un neurólogo reconoció enseguida en Eugenio un ataque de isquemia, pequeña apoplejía debida a la falta temporal de riego en alguna zona del cerebro. Por suerte, tras examinarle las carótidas, los médicos le dijeron que no hacía falta operar. "Me recetaron aspirina, tres veces al día. Desde entonces, y hace ya más de dos años de aquello, no he vuelto a tener ataques".

Cuando, hace ya dos décadas, se empezó a relacionar la aspirina con la prevención de trastornos graves, algunos profesionales de la Medicina hablaron de charlatanería. Y la verdad es que creer que aquel derivado de la salicina (substancia presente en algunas plantas, entre ellas el sauce), la familiar tableta para el dolor de cabeza, el reuma y la fiebre, pudiera emplearse como terapia para la trombosis o el infarto hubiera pasmado a sus propios inventores. Sin embargo, los científicos insisten tercamente en sus propiedades. Infartos de miocardio, apoplejías, cáncer de colon, Alzheimer... la lista de indicaciones de la aspirina no sólo se confirma, sino que crece continuamente.

350 billones de tabletas. Hace 100 Félix Hoffman, químico de la Bayer en Elberfeld (Alemania), describió en su cuaderno de laboratorio su "procedimiento para conseguir la síntesis del ácido acetilsalicílico químicamente puro". Absorbidos en el lanzamiento de una substancia que llamaron heroína, los jefes de Hoffman no prestaban demasiada atención a sus investigaciones. Pero, además del interés profesional, al químico le movían razones viscerales: intentaba conseguir un calmante para su padre, que sufría de una dolorosa artritis reumatoide. El analgésico al uso, salicilato sódico (también derivado de la salicina), le producía insoportables molestias gástricas. Para satisfacción de Félix, su padre no sólo toleraba el nuevo derivado, sino que los dolores cedieron. La Bayer comprendió la utilidad de la substancia, y en 1898, el nombre de Aspirina fue registrado, y comenzó su producción industrial en forma de polvo. Un año después, nacían las tabletas.


Es un analgésico, protege a las células del cerebro, previene de enfermedades del sistema circulatorio..


Desde entonces, se han fabricado más de 350 billones (con "b") de aspirinas. Y sigue siendo el fármaco más vendido. En el brevísimo espacio de tiempo en que lee usted esta frase (unos 6 segundos), se habrán despachado unas 15.000 unidades. Un total de 216 millones ¡al día! Suficientes para cubrir el suelo de toda la superficie de Mónaco. Sólo en España -donde más de 2.000 personas con problemas circulatorios podrían salvarse cada año si las tomaran regularmente- consumimos unos 650 millones de aspirinas al año (unas 17 por cabeza). Encuesta tras encuesta, la aspirina es citada como "uno de los grandes inventos del siglo" junto con el automóvil, la bombilla, el teléfono o el televisor. A la vez, aparece citada en cientos de novelas, películas, cómics y en decenas de miles de artículos de periódico al año.

Botín de guerra. Presente en los botiquines de los astronautas y en las selvas ecuatoriales, está claro que cuando Ortega y Gasset describió el siglo XX como "la era de la aspirina", no podía imaginar que se prolongaría hasta el siglo XXI.

En realidad, el ser humano empleó pronto la salicina como remedio. En la antigua Grecia, Hipócrates aconsejaba masticar corteza y hojas de sauce para aliviar los sufrimientos del parto. Dos mil años después, Plinio el Viejo recomendaba las hojas del sauce como analgésicas y, en el siglo II, Galeno las prescribía para "el dolor, la fiebre y la inflamación". Al otro lado del Atlántico, los indios norteamericanos siempre habían tomado jugo de corteza de sauce para bajar la temperatura corporal.

Hasta 1917, Bayer era la única empresa productora, pero durante la primera contienda bélica mundial, el Gobierno norteamericano se apropió de las acciones de la filial neoyorquina de la firma, como botín de guerra. Al final, la propiedad fue a parar a la Sterling Products -hoy una división de la Eastman Kodak Company- por poco más de 750 millones de pesetas. Hoy la Sterling vende ¡más de 750.000 millones de pesetas al año, con el nombre de Bayer! Fuera de los EEUU y Canadá, el productor exclusivo de ácido acetilsalicílico con el nombre de Aspirina sigue siendo la Bayer AG alemana.


Tan sólo en España se consumen alrededor de 650 millones de aspirinas al año, unas 17 por persona.


. Hormonas del dolor y la fiebre. Sus propiedades distintas de las analgésicas fueron ignoradas hasta no hace mucho. Y eso que, ya en 1950, el doctor Lawrence L. Craven escribió en una revista médica: "He recetado dos aspirinas diarias a 400 pacientes obesos de vida sedentaria, y ninguno ha sufrido un ataque cardiaco". Craven aumentó el número de pacientes a 8.000 y, en 1965, volvió a escribir: "No he observado en mis pacientes ni un sólo caso de trombosis cerebral o coronaria". No tardaría en aparecer la explicación: científicos europeos probaban que el ácido acetilsalicílico era anticoagulante.

Además de sorpresa, los nuevos hallazgos instigaron más preguntas. A muchas dio respuesta el descubrimiento del doctor John Vane, del Real Colegio de Cirujanos de Londres: "La aspirina inhibe la formación de prostaglandinas". Algunas de las prostaglandinas más potentes producen la fiebre, el dolor y la inflamación de las articulaciones. Una en particular estimula la acción de las plaquetas y contribuye a la formación de coágulos en las arterias. La aspirina contrarresta todo eso. Vane recibió el Premio Nobel por su descubrimiento.

A partir de ahí, los estudios se multiplicaron. Cientos de pacientes que sufrían ataques transitorios de isquemia se sometieron a experimentos con aspirina. Las conclusiones fueron tajantes: el fármaco reducía las apoplejías en un 30%. Tras numerosas investigaciones que relacionaban el consumo de aspirina con el menor riesgo de ataque cardiaco (y menores probabilidades de un segundo ataque), en 1989 se publicaba algo más espectacular: un estudio de cinco años con 22.000 varones de entre 40 y 84 años sin antecedentes de cardiopatías o de accidente cerebrovascular (todos ellos médicos) revelaba que los que habían tomado aspirina en días alternos (la mitad tomó aspirina; la otra mitad , un placebo) vieron reducido su riesgo de infarto en un 44%. Es decir, hubo 139 infartos entre los que tomaban aspirina y 239 entre los que ingerían placebo.

En 1994, el British Medical Journal publicaba un estudio con 140.000 pacientes de 25 países que demostraba que los individuos con antecedentes de problemas cardiovasculares que toman media aspirina diaria reducen el riesgo de ataques graves en un 25%. (Meses después, el doctor Antonio López Farré, de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid, descubriría que la aspirina permite que el óxido nítrico, responsable de evitar la obstrucción sanguínea, conserve su capacidad de acción).

Eficaz contra el cáncer. Coincidiendo con todo lo anterior, se sucedían otras revelaciones fascinantes. Una publicada en The Lancet en 1990 venía a aliviar el pánico a otra de las enfermedades malditas de la década: "En un estudio con 7.490 individuos con artritis reumatoide, se ha comprobado que sólo 29 sufrían la enfermedad de Alzheimer". ¿Y qué tenía eso de asombroso? Que el número de afectados por ese tipo de demencia senil tendría que haber sido de 202. ¡Siete veces mayor! Pero aquellos pacientes tenían algo en común. Como millones de artríticos de todo el mundo tomaban aspirina. El responsable del estudio, el doctro Patrick Mc Geer, de la Universidad de la Columbia Británica, añadía: "Jamás he encontrado en una autopsia señales de la enfermedad de Alzheimer en un paciente con artritis reumatoide".

En 1991, una nueva virtud colocaba el fármaco en portada: "El seguimiento de 600.000 personas en EEUU revela que el consumo de aspirina reduce el riesgo de mortalidad por cáncer de colon". Tres años después, un estudio con 12.688 individuos demostraba que reduce también el riesgo de padecer cánceres digestivos. Otra evidencia se sumaría pronto. Investigaciones realizadas en 1996 confirmaban que las mujeres que toman aspirina tres o más veces por semana corren menos riesgo de sufrir cáncer de mama.

Cataratas, piedras y demás accidentes. ¿Más cosas? Este mismo año, científicos italianos han comprobado que la aspirina protege las células del cerebro: es capaz de evitar la muerte en el 83% de las células. También ha demostrado ser efectiva en la prevención de la retinopatía diabética, la hipertensión en las embarazadas (preeclampsia), las cataratas seniles, la formación de piedras en la vesícula, las úlceras venosas en las piernas, la migraña, ciertos virus y bacterias y algunas alergias alimentarias...

¿Pero es que tiene algo de malo la aspirina? Pues quizá les sorprenda saber que todos los que la ingieren sufren una pequeña hemorragia estomacal equivalente a media cucharadita de café. De cada 100.000 personas que acuden al médico por hemorragia intestinal, 10 ó 15 consumen aspirina diariamente. Además, un estudio reveló que un 15% de los enfermos cardiacos que tomaban una media de tres aspirinas diarias sufrían dispepsia, náuseas y vómitos.

Por supuesto, nadie debe autorrecetarse aspirinas a diario sin consultar con el médico. Y menos las personas con úlcera de estómago o las que, como la autora de estas líneas, es de las poquísimas que han desarrollado sensibilidad al ácido acetilsalicílico. No es broma: se han dado casos de muerte tras la ingestión de una sola tableta. Claro que, frente a las innumerables ventajas, todo lo anterior es peccata minuta para los que disfrutan de ellas sin problemas.

Por Marisol Guisasola.
Fotografías de Rosa Muñoz


Gemma Nierga.
Periodista de radio y TelevisiÓn. 30 años. Soltera. Sin hijos.

Yo recurro a la aspirina lo mismo para un barrido que para un fregado: a la que noto un malestar. Mi actual adicción empezó cuando hacía El destino en sus manos, en TVE. La culpable fue Teresa Daucil, una compañera periodista. Cada vez que me veía apagada o cansada, me decía: "Te hace falta una aspirina". Total, que al final me aficioné, y ahora me la tomo a veces sólo para estar con los cinco sentidos. Me harán falta, porque como sabes, actualmente estoy haciendo La ventana, en la Ser, entre las cuatro y las siete de la tarde. Sí, Hablando con Gemma ha sido una experiencia particular. Es increíble lo que puede llegar a contarte la gente ante una cámara de televisión. Por otra parte, ves que es como una terapia para gente que ha sufrido en silencio. Como un analgésico...


José Eulogio Gárate.
Ingeniero Industrial y ex fútbolista. Director Comercial de Solac. 53 años. casado, tres hijos.

Soy casi adicto a las aspirinas. A muchos deportistas les pasa lo mismo: se las toman antes del partido, para empezar a sudar... Al día siguiente, para no estar cansado, no tener agujetas , no resentirse de los golpes... Hubo un momento en que me las tomaba de tres en tres: fue durante la temporada 1976/77, cuando jugaba en el Atlético de Madrid, con Luis Aragonés, Calleja, Rivilla... Fue por una patada en un partido contra el Elche. En la herida penetró una espora de un hongo y me trataron la inflamación con infiltraciones de cortisona: aquello hizo de caldo de cultivo para los hongos. Pasé unos meses terribles, con muchos dolores, y sin saber si me iba a curar. Lo aguanté a base de aspirinas ¿El fútbol hoy? Es diferente, hay más presión, más estrés dentro y fuera del campo.


Javier Capitán.
Comentarista y humorista de radio y televisión. 35 años. Casado. Un hijo.

Para mí la aspirina es como el bicarbonato: algo eficaz, barato y familiar. En realidad, no deberías calificarme de "adicto": la uso sólo cuando cuando tengo fiebre, gripe o algún dolor. Eso sí, me gusta saber que está ahí por si me hace falta. Quizá es porque en casa la han tomado siempre como el agua. ¡Tengo una tía que se toma una todos los días del año! Ya tiene 74 años, y está genial. Dice que por la aspirina. Yo tengo la suerte de reírme mucho trabajando, y por eso tengo menos dolores de cabeza que la mayoría de la gente. Ahora estoy como subdirector del programa de Carlos Herrera, en Radio Nacional de ocho y media a una del mediodía. Es un magazine al uso, pero con mucho humor. Nuestra meta: robar audiencia a Iñaki Gabilondo, Luis del Olmo, Antonio Herrero. Les deseamos muchas aspirinas...


Antonio Mercero.
Abogado. Director de cine. 61 años. Casado, seis hijos.

Qué quieres que te diga de la aspirina, si soy un forofo. ¿Que encima es buena para el corazón? Pues mejor. Yo me la tomo on the rocks. Pongo aspirina efervescente, añado agua mineral, cubitos de hielo y, chica, es como un cóctel. Jamás me ha dado dolor de estómago, como a otros. Ahora estoy preparando un guión nuevo, con el telón de fondo de la Guerra Civil. Se llama La hora de los valientes. ¿El secreto del éxito? Quizá, que lo que le gusta a la gente normal me gusta a mí. ¡Es que soy de pueblo! No, no habrá una nueva versión de Farmacia de guardia. Aquello terminó; punto final. Pero bueno; a raíz de aquello tengo muchos amigos farmacéuticos. El otro día, al entrar en una farmacia me tropecé en la puerta. El empleado me miró y me dijo: "¡Para adentro, Romerales!".


Juan Mariano Mancebo
Director creativo de la agencia de publicidad Casadevall y Pedreño (Madrid). 46 años. Sin hijos.

Yo la tomo siempre mezclada con una tableta de vitamina C efervescente. De hecho, siempre he pensado que falta un refresco con aspirina. Ahora hay una tendencia a lo que en EEUU llaman nutriceuticals; mitad alimento, mitad medicamento. Ahí están esas energy drinks... Sí, en publicidad hay dolores de cabeza. Sobre todo estos últimos años de crisis han rodado muchas aspirinas. ¿Mis mejores trabajos? Hombre, se trabaja siempre en equipo... Los más conocidos fueron el anuncio de El Cuponazo, aquel otro del perro Pipín, que se iba con la maleta harto de vivir entre teleadictos; el de Póntelo, pónselo; campañas para UCD, PSOE...


Carmen Antón.
secretaria de dirección, 35 años, casada, sin hijos.

Mi familia está dividida en dos bandos. Los que están a favor y los que están en contra de la aspirina. Yo soy de los pros; sobre todo porque tengo las cervicales hechas polvo. Efectos secundarios del ordenador... En cuanto al rechazo de algunos familiares, la razón es que un pariente con antecedentes de gastritis tuvo una hemorragia estomacal por haber tomado aspirina. A pesar de todo, mi marido y yo seguimos usándola para todo... Para cosas leves, tomamos la infantil. Y siempre diluida y con el estómago lleno. Por si acaso...



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