Antonio Resines y Alfredo Landa

Antonio Resines y Alfredo Landa

Ignoro si la inquebrantable obsesión infantil o adolescente de Alfredo Landa era la de ser actor, la de introducirse en la piel y en el corazón de personajes cercanos o distantes a su personalidad, la de hacer reír y llorar al agradecido público, pero puedo asegurar que ése no era el sueño (o el muy ladino siempre nos lo ocultó) de un chaval al que conocí hace 24 años, dotado de infinita gracia y vitalismo contagioso, buena gente, llamado Antonio Resines. Epoca de cortometrajes posibilistas, de conversaciones sobre todo lo humano (fundamentalmente las tías y el cine), de copas gozosas e interminables, de desprecio absoluto hacia un invento obsoleto y desinformado conocido como facultad de Ciencias de la Información, del ¿que será de mi vida, que será?, de muchas risas.

Antonio Resines pretendía trabajar en esa cosa tan prosaica o creativa de la producción, montar historias para que otros las dirigieran y las intepretaran. Se puso delante de una cámara por puta casualidad, animado por gente con precoces olfato y sabiduría, haciendo maravillosamente el ganso y divirtiéndose y divirtiéndonos con ello. El casual histrión, que era y es inteligente, comprendió en su camino iniciático que la cosa podía ir en serio, amó su profesión, intentó con esfuerzo y humildad alcanzar esa cosa tan hermosa de la profesionalidad, respetar, aprender y perfeccionar su trabajo, tener "lo que hay que tener".

Han comparado exhaustiva y a veces gratuitamente la trayectoria de Landa y de Resines, han existido referencias cruelmente despreciativas a que ambos se especializaron en personajes típicos y tópicos, reconocibles y horteras, enmarcados en un cine falsamente costumbrista y decididamente polvoriento. A Landa le tocó protagonizar una cinematografía mayoritariamente triunfante y lamentable. Hacía muy bien lo que tenía que hacer, pero en una obra maestra titulada Los santos inocentes un director llamado Mario Camus extrajo lo mejor de este actor superdotado, le contuvo y él nos ofreció una interpretación y un personaje memorables, algo que ha repetido en varias ocasiones. Antonio Resines tuvo más suerte con el cine que le tocó vivir.

Avisó en Todo por la pasta y en alguna otra ocasión de la versatilidad de su talento. Está conmovedor y genial en La buena estrella. Apuesto a que esa racha continuará.


Entrevista


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