Diario de un naúfrago

Diario de un naúfrago


5 de mayo de 1997. 10.45 horas. Es una fiesta. Nos hacemos a la mar con ocho días de retraso. 11.00 horas. Salimos de la arena sin remolque. Buen presagio. Levantamos las velas. 11.10 horas. Ojalá salga todo bien. Mi Mata-Rangi, mi hermosa balsa Ojos del paraíso, parece dolida y poco resistente, pero va a atravesar el Pacífico, desde la Isla de Pascua hasta la Polinesia, pasará por Japón y, por fin, pisará América. Va a ayudarme a cumplir este viaje científico, arriesgando la vida de mis 12 tripulantes y la mía. Y todo para demostrar que los indios preincaicos llegaron a la Polinesia y a la costa oriental de Asia en las prehistóricas naves de totora, esos juncos que crecen en los volcanes de Pascua, de donde salieron los moais. Por fin, mi nave, hecha con ayuda de los nativos y de un volcán, igual que hace casi 1.500 años, se echa a la mar. La magia de los barua (los espíritus) se viene con nosotros. 13.00 horas. Mata-Rangi va bien. 20.00 horas. Me inquieta ser el único que ha hecho antes un viaje similar, yo sé dónde estoy. Pero, y ¿mis dos tahitianos, mis dos indios aimaras, toda la vida haciendo balsas y nunca han viajado por el mar? Mis ocho pascuenses no me preocupan. Como dice un amigo, no son navegantes, pero sí excelentes náufragos. Desde que nacen hasta que mueren son náufragos en su isla. 23.00 horas. Estoy en la cabaña que hemos construido. Estoy relajado y tenso a la vez. Un "¡Alarma!" me saca del saco de dormir. Será una alarma de pardillo. Salgo convencido de que no es nada, y veo el mástil inclinado. No puedo creérmelo.

6 de mayo. 1.00 horas. Nos espera toda la madrugada sujetando un mástil de eucalipto de 18 metros. 8.00 horas. Lo cortamos y lo amarramos. Navega bien.

8 de mayo. Una tormenta. Olas de seis metros. Vientos de frente. El mástil no se recupera. Nos queda otro.

13 de mayo. 10. 00 horas. La totora (la balsa) está herida. Mi tahitiano Tunui y yo parecemos Colón. Escondemos las cartas de navegación para que no sepan que, después de tantas millas, los vientos nos han bajado más al sur de la isla. ¡Que no aparezca la silueta de la Isla! 14.00 horas. Alguien grita ¡Henua! (tierra). Ahí está la Isla de Pascua. Es un shock. 14.10 horas. Algunos quieren volver a su casa, otros dicen que los moais de Arakena nos han echado un cabo y no nos dejarán irnos. Alguno quiere volver. Les enseño la carta y les digo que hemos navegado bien. Deciden seguir.

15 de mayo. La totora flota bien, altísimo, a pesar de no estar bien construida.

18 de mayo. Un cáncer va minando la balsa, está muy herida por culpa del mástil. Intentamos repararla. 13.00 horas. Nos hemos equivocado, al ir en zig-zag por las corrientes hemos perdido tiempo y queda poca agua. Hay que racionarla. Un vaso por hombre y día. Nadie se queja. 14.00 horas. Aparecen unos juncos flotando. ¡La balsa se deshace! 15.00 horas. Los pascuenses tejen una red para envolverla. El buque -escuela Esmeralda nos trae agua y pan. Nos ven mal y nos preguntan que si deseamos volver. Nadie quiere. Se van y nos quedamos de nuevo solos. ¡Qué felicidad!, continuamos, la balsa va bien. 20.00 horas. Tunui improvisa una canción. Mata-Rangi no se romperá.

19 de mayo. 8.00 horas. Desayunamos pan tostado. ¡Qué lujo! Le digo a Teiki que la situación es mala. Él, con su pragmatismo me dice: "Bien no estamos".

21 de mayo. 23.00 horas. Me despiertan."Hay una vía de agua". No creo lo que nos está pasando. ¡Es injusto! Con el apoyo que tenemos, el Rey y el Príncipe, que vinieron a vernos a la isla, mis patrocinadores Endesa, Breitling y TVE. Si teníamos una fiesta preparada en Mangareba, el primer destino.

22 de mayo. 11.00 horas. Estamos luchando, pero la balsa está muerta. Le cuento a Teiki lo de mi reloj. Si nos hundimos, las dos antenas de mi Breitling pueden enviar una señal para que lo capte un satélite. Pero lucharemos hasta el final, ¿verdad? Teiki me secunda como si fuera yo mismo. La radio no funciona, la batería se ha sulfatado. Resulta cómico ver a un indio -con su poncho- moviendo la antena de un teléfono satélite. 19.00 horas. Otro temporal.

23 de mayo. 4.30 horas. Un ligero toque en el hombro me saca del sueño. Es Teiki. Con una voz tan suave, que parece un sedante. "Tranquilo. Quería sugerirte que quizás sería bueno que mañana, cuando te despiertes, tires de la alarma de tu reloj". Entre sueños, pienso que se ha venido abajo. Pero con la misma cadencia, casi de nana, me dice: "Duerme. Duerme. No te preocupes". 6.00 horas. Estoy incómodo, me levanto, salgo de la choza. ¡La balsa se ha partido en dos y seguimos flotando con olas de tres y cuatro metros! Todo ha terminado. Todos están quietos, mirando cómo nos hundimos. Tengo que esperar a que amanezca para no alarmar más. No sé quién vendrá a rescatarnos... 9.00 horas. Los reúno. Improvisamos un desayuno. Estamos mal, nos estamos hundiendo. Tenemos que estar muy unidos y salvar esto. No va pasar nada. Van a venir a buscarnos, les digo. 10.00 horas. Tiro del reloj y saco un alambre y luego el otro -las antenas- y lanzo la señal de SOS vía satélite. Miro el reloj. Espero que funcione, es la primera vez que lo uso en situación de emergencia. 11.00 horas. Cortamos el mástil mayor y lo echamos al mar. Intentamos reparar la balsa. Tiramos enseres; hay que aligerar el peso. Sigue esta lluvia maldita. Empezamos a sentirnos náufragos, hacemos nudos para atar los juncos, pero con cada ola se deshacen. 21.00 horas. En la radio oímos nuestra propia señal. Seguimos inclinándonos. Intentamos dormir en lo que queda de cabaña. Me parece que muchos rezan para que la tormenta no sea fuerte. No quiero creer que vayamos a morirnos.

24 de mayo. 7.00 horas. Ya hay luz y las cosas están peor. Lo que habíamos reparado la noche anterior está deshecho. 10.00 horas. Una orca está enfrente. Nosotros nos hundimos y ella está ahí, esperando como un buitre. Los aimaras no quieren verla, y empiezan a contar historias de gente devorada por orcas. Los pascuenses quieren matarla y Tunui que no se le haga daño, que es su hermana. No se por qué me sorprendo, él es así, ni en estos momentos pierde su espiritualidad. 11.30 horas. Busco excusas para distraernos y la mejor, meterme con el cocinero. "Nos hundimos, y tú nos rematas con esta comida". Pero él me señala sus piernas. El agua le llega a las rodillas. "¿Cómo quieres que cocine?", dice. 18.00 horas. ¡La radio funciona! Hablo con el pueblo Hangaroa, con el comandante Mencel, de la Marina chilena. El mensaje es escueto: "Nos estamos hundiendo". La señal del satélite ha funcionado, nos tienen localizados y un barco americano viene a rescatarnos. Respiramos. Aunque no mucho. Las distancias son gigantescas. Calculo que tardará tres días. ¿Cuánto aguantará Mata-Rangi? ¿ Y nosotros? Seguimos hablando por radio. En el pueblo, están las familias. El rapanui Kunta coge la radio. Habla con su mujer. "Tranquila. Estamos bien. Pásame al niño. Hijo no me vas a volver a ver. No llores... Vete al campo, coge mis caballos, son para ti. A tu mamá dile que se vuelva a casar para que os cuide. Y no os acordéis más de vuestro padre, que no vuelvo". Se hace el silencio hasta que el humor de los aimaras lo rompe. "Grave es. Grave es. Tu sueñecito nos va a costar caro". 18.10 horas. Mija habla -con lágrimas y rabia- con su padre. "Vete a Anakena y llévate un gallo blanco y sacrifícalo. Tienes que salvarnos la vida. Los espíritus no están contentos. Vete. ¿Por qué no lo has hecho ya?, nos hundimos por tu culpa". El padre habla conmigo, me dice con su voz de viejo: "No te has hundido. Has plantado totora donde no había, en el océano. Mata-Rangi no se ha terminado, porque todo lo plantado crece. Gracias". Se corta la comunicación y nos quedamos solos otra vez. 19.00 horas. Tenemos que estar ocupados para no pensar. Hay que seguir trabajando. Tengo que distraerlos. ¿y si les planteo algo peor? ¿Si vienen a recogernos quién se quedaría conmigo? Esto les haría creer que el rescate es seguro. El cocinero y tres rapanui y los dos aimaras dicen que se quedan. Los que menos me esperaba. Mija le compone una canción a Mata-Rangi. Montamos una fiesta. Tengo que dejar mi mensaje una botella, y filmo lo que ocurre, por si no volvemos.

25 de mayo. 7.00 horas. La balsa flota sólo de un lado. Nuestro hábitat se ha reducido a tres metros. 10.00 horas. Debemos equilibrar lo que queda de la Mata-Rangi. No podemos estar juntos, el peso la haría zozobrar más. Las olas tampoco nos dan tregua. Llueve. Estamos pegajosos. 14.00 horas. En el mar se sabe dónde está un náufrago, pero no se le encuentra. Así pasa el 80% de las veces. Pero seguimos arreglando la balsa. 15.00 horas. Conectamos con el Stray Dog. Saben dónde estamos por el satélite, pero no queda mucha batería. 20.00 horas. El barco nos supone cerca, pero no nos ve. 21.00 horas. El cielo se ha puesto rojo de esperanza y por las bengalas. El Stray Dog las ha visto. 23.00 horas. ¿Nunca van a llegar? Casi no queda balsa.

26 de mayo. 1.45 horas. Están aquí. Gritos. Abrazos. ¡Nos hemos salvado! ¡Qué cerca estuvo! Ahora, cuando la seguridad se toca, los pascuenses y los indios llenan la bolsa de alimentos. Ya sé que en su isla a veces falta comida, pero no podemos subirla al barco gringo. 1.50 horas. Ahora llega lo más duro. Tengo que matar a mi Mata-Rangi. Corto una a una las cuerdas que unían los juncos que quedaban. Ninguna embarcación puede chocar con ellos. Mis Ojos del Paraíso, mi balsa, ya están ciegos... Nos alejamos... hasta la próxima vez.


Kitín Muñoz va a repetir la experiencia. Ya está recogiendo totora en la Isla de Pascua. El Stray Dog, el barco que les rescató, se hundió meses después en Isla de Pascua. tunui vive en Tahití, se va a casar y no quiere saber nada de la nueva expedición. tekei vive en un islote, tranquilo. Espera a que el proyecto esté más adelantado para decidir. Kunta vive con sus tres hijos, su mujer, su padre y sus hermanas orcas. Del resto, no se sabe nada, sólo que están vivos en sus aldeas de origen. Este domingo Televisión Española ofrece un documental sobre el naufragio de la expedición Mata-Rangi. (20.00 horas, en La 2).



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