Nosotros los Alba

Nosotros los Alba

Cumple 15 años al frente de una exquisita editorial que lleva por nombre su título y Explica por qué los libros son un placer.

Por Elena Pita


Le viene todo de una curiosidad impenitente. Lo dice Jacobo Fitz-James Stuart de sí mismo, "sé de muchas cosas y mucho de nada". Cumple 15 años de editor, exquisito (no de minorías), entregado a la feliz tarea de conciliar comercio y cultura, mimando el placer y el consuelo de la lectura. Conserva intacta la curiosidad y también un ademán infantil de repantigarse sobre el asiento e incorporarse al tropiezo de una pregunta incómoda o un gesto suspicaz; como un resorte se incorpora, cuan larguísimo es, rígido. Es conde también, aunque nunca usara el título más que en el registro: Siruela, S.A., porque es la suya la república de las letras, que no practica nomenclaturas. Los títulos, dice, son para gente sin alma. El tercer hijo de la duquesa de Alba, en cambio, tiene el alma generosa y crecida. Jacobo Siruela, por abreviar, se cartea de lejos con ciertos libreros raros, amantes de lo fantástico como él, pero no pertenece a sociedades secretas ni frecuenta fantasmas. Navega en las redes telemáticas del futuro y acostumbra a conversar con gente extraordinaria de épocas pasadas: "Es lo bueno que tienen los libros".

Pregunta.-¿Todo empezó por su afición a lo fantástico?
Respuesta.-No, el principio fue la literatura medieval. Era prácticamente desconocida y, estando en las antípodas, tenía una serie de claves que fascinaban a la modernidad.

P.-Así que fue víctima de su propio éxito.
R.-Se es víctima del propio éxito cuando uno se pone insoportable. Pero sí que fue inesperado, todo el mundo predecía un fracaso seguro.

P.-¿Tiene la sensación de que poco sobrevivió a aquellos 80?
R.-La movida fue simplemente una juerga, pero sí han sobrevido algunos escritores, pintores y eh... En 100 años veremos lo que sobrevive.

P.-Precisamente para sobrevivir su editorial se ha dejado absorber por un grupo, ¿verdad?
R.-He vendido el 45% al grupo Anaya, tengo la mayoría y la decisión. Como diría Lampedusa, las cosas han cambiado para seguir siendo igual. Paradójicamente, me siento más independiente que antes: ha sido una buena operación, me ha dado tranquilidad espiritual.

P.-¿Espiritual?
R.-Es irónico. He consolidado empresarialmente la editorial.

P.-Pasado el tiempo, ¿no le sorprende su propia osadía?
R.-No, porque yo tenía una intención. Lo más importante de un editor es tener un proyecto, no dejarse llevar por los dictados de la moda y el mercado. Siruela es un inventario diverso y una filosofía: hacer las cosas con cuidado. Tiene fama de minoritaria y sin embargo publica grandes best-sellers. Comprendo que la gente se moleste si no puede meterme en un cajoncito, pero cada vez es más difícil encasillar esta editorial.

P.-Dicen que sus libros son caros.
R.-Sí, se me quejan. Ocurre porque tienen una apariencia lujosa, pero hay que analizar lo que hay dentro para saber que no lo son. Por ejemplo (y se pone en plan mercader), El diablo de los números de Enzensberger, es un libro a cuatro colores, con 270 páginas de buen papel, cosido, con tapas duras y cuesta 2.500 pesetas. ¿Es caro? No, ¡es que es muy barato! Parezco un tendero de bazar.

P.-¿Se imagina sus libros en los estantes de un hipermercado?
R.-Pues no. Lo que ha sucedido a raíz de los libros de texto me parece algo gratuito: no se puede poner a las librerías en peligro por decreto ley. Tendrán que transformarse, afrontar nuevos retos como la venta de libros por Internet o las librerías virtuales, porque cada vez tenemos menos tiempo, ni siquiera para ir a las librerías.

P.-Me sorprende, lo imaginaba acérrimo defensor del papel.
R.-Evidentemente defiendo el libro que inventaron en el Renacimiento, pero eso no quiere decir que excluya las nuevas teconologías. La literatura se seguirá leyendo en libros, que cada vez serán más un objeto de prestigio, y la información pasará a otro soporte. Todo esto va a afectar al mundo del libro y es mejor ser consciente de ello que tener un rechazo supersticioso contra la tecnología.

P.-Se supone que en este país se edita mucho, se compra bastante y se lee muy poco, ¿qué hace la gente con los libros?
R.-Somos el cuarto país productor de libros. Lectores auténticos, que lean de 2 a 4 libros al mes, hay pocos. Pero en los últimos 20 años se vende más: se lee más. Si se leen enteros o se regalan, no es responsabilidad del editor. Lo deseable es que evolucionen los hábitos de lectura, que son la base cultural de un país y que deben iniciarse en la escuela. Uno cambia de ideas pero de hábitos, poco; y uno de los que reporta mayor consuelo y felicidad es la lectura: un placer inteligente.


"He roto el karma familiar de no trabajar en 500 años"


P.-Su relación personal con los libros es así, hedonista.
R.-Sí, hay que instruir deleitando. Es importante que los libros produzcan placer.

P.-¿El saber se vuelve carga?
R.-Nunca. La sabiduría es una liberación de los prejuicios, de la confusión personal. El saber arquetípico siempre tiene que ver con la calma, la serenidad y la apertura de mente.

P.-¿Quién le contagió a usted el ansia de saber?
R.-Parte de la propia curiosidad. Yo me he interesado por muchas y muy diversas cosas. Ya Ortega y Gasset hablaba de la barbarie del especialismo.

P.-¿Le molesta que le llamen exquisito?
R.-No, por qué me va a molestar, no es negativo; pero esto es más complejo que hacer libros bonitos. Cada vez me molestan menos las diversas opiniones. Cuando empecé había muchos prejuicios contra mí y decidí no hacerles caso.

P.-Sin embargo, le avalaba a usted una tradición familiar de rescatar la cultura.
R.-Sí, mi familia ha estado vinculada a ello, sobre todo mi abuelo, que fue mecenas. Yo no me lo he podido permitir.


"Utilizar el título como carta de presentación es incurrir en lo contrario a la elegancia"

P.-Hombre, no va a pretender que todo siga igual.
R.-Yo me independicé económicamente de mi familia a los 23 años. Al principio hasta se dijo que este proyecto estaba esponsorizado por la Casa de Alba. No, al final, ser independiente es más satisfactorio.

P.-Lo que sí ha sido es el primer comerciante de la familia.
R.-Sí, he roto el karma familiar de no trabajar en 500 años. Bueno ya mis hermanos...

P.-No quiero faltar a mi palabra de no hablar del título, pero lo cierto es que no consigue usted que le entrevisten sin citarlo.
R.-Soy una persona que tengo un título, pero pertenezco a la república de la letras, entonces no tiene sentido utilizarlo. Aparte de que hoy en día es más elegante; finalmente, las personas que lo utilizan como carta de presentación suelen incurrir en todo lo contrario a la elegancia. Savinio decía que las personas que accedían a un título y lo utilizaban eran desalmados que querían adornarse con un alma que no tenían.

P.-Al menos le ha dado nombre a la editorial.
R.-Sí, mi título es una marca registrada, sociedad anónima. Yo no rechazo los títulos, ni quien soy, ni mis tradiciones familiares: es peligroso negar las raíces.

P.-¿Mirar atrás es tan importante?
R.-El olvido es de las peores cosas que pueden sucederle a una persona, a una civilización (...)

P.-Eh... perdone, ¿iba a decir algo?
R.-No, que mirar atrás está bien siempre que uno no se deprima demasiado.

P.-¿Ya no pinta?
R.-No, lo dejé hace tiempo. Comparto mi afición plástica con Gloria Gauger, la mujer con quien estoy desde hace cuatro años, una excelente diseñadora.

P.-¿El arte es un engaño necesario?
R.-Es el mejor que se ha inventado: tiene una importante función civilizadora.


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