Albert Boadella

Albert Boadella


Boadella ha construido su mundo alrededor de una restaurada masía del siglo XVI, en pleno Bajo Ampurdan, muy lejos de la reluciente y agreste Barcelona. "A 15 kilómetros del lugar en donde nació el escritor", dice con mal disimulado orgullo, como si confiase en que la proximidad física condicionase la proximidad intelectual.

Apología de la mediterraneidad. El patriarca de las letras catalanas y el bufón más crítico de la escena española navegan, según el autor teatral, en un mismo universo: "somos el álter ego de Pla, y retratamos el entorno de ambos, un país esquizofrénico". La increíble historia del Dr. Floit & Mr Pla, última obra de Els Joglars, y la exposición 1962-1997. 35 anys son las guindas con las que el polémico y genial grupo quiere coronar una tarta construida a lo largo de 35 años de trabajo duro.

"Pla es un hombre mal considerado desde el punto de vista oficial en Cataluña, despierta pocas simpatías a estos niveles. Es un librepensador, y eso sienta mal. Nosotros queremos hacer en esta obra una reivindicación de su trabajo y de su persona. Pla fue un hombre muy político, profundamente anticomunista, que vivió el exilio y está mitificado. Pero una parte de la sociedad catalana esta empeñada en ignorarle: quieren demostrar que aquí no hubo Guerra Civil, sino que fue Cataluña entera contra Franco, y eso no es cierto", afirma, para continuar sin apenas recuperar el aliento: "También queremos reivindicar con esta obra los aspectos lúdicos de la vida rural, en contra de unas ciudades cada día más salvajes. Y de una forma de vida que en ocasiones resulta obscena y en otras sublime, a veces avariciosa y a veces extremadamente generosa".

Els Joglars es una compañía que vive y crea sus espectáculos en el medio rural. Viene haciéndolo así desde que Boadella creó la compañía, junto a Antoni Font y Carlota Soldevilla, en el año 1962. "Siempre, desde los primeros y viejos tiempos, hemos tenido conflictos con el mundo que nos rodea", dice. "Ahora seguimos buscando, como entonces, una espontaneidad muy trabajada, para que parezca que estamos improvisando. Y, por supuesto, para reflejar los aspectos crueles, ridículos y sarcásticos de la sociedad contemporánea".

- Ahora parece usted un hombre tranquilo, pero tiene fama de vivir en un estado de eterno cabreo. Me han advertido que tenga cuidado...
- No, no, para nada. Me cabrean cosas puntuales. Como el desmadre de las subvenciones, las perversidades de los políticos, la herencia tribal del nacionalismo... ¡eso sí me cabrea!

Albert Boadella lleva 35 de sus 54 años riéndose de generales, obispos, dictadores, vírgenes y presidentes. Bien es cierto que durante parte de ese tiempo se le heló la sonrisa: el 16 de diciembre de 1977 ingresó en prisión por supuestas injurias a la autoridad militar y a la Guardia Civil en la obra La torna. Se fugó dos meses después. Exiliado en Francia, regresó clandestinamente para ser detenido de nuevo. En 1979 pasó otros cuatro meses entre rejas. "Volvería a ir exactamente por los mismos motivos por los que fui: por defender una de nuestras obras", dice. "Otra cosa es que luego intentase escapar. Y regresar a mi casa para poder seguir viendo a mis amigos, viviendo, leyendo...".


Cataluña. En la biblioteca de Boadella reina, no podía ser de otra manera, una magnífica anarquía: los tres volúmenes de la Guía de los Hongos de Europa descansan sobre la Odisea, y esta sobre las rimas de Gustavo Adolfo Bécquer. Boadella es un hombre tranquilo y listo, capaz, como buen actor, de parecer pasional y torpe. "Me gustaría que me grabasen un vídeo sobre mi vida privada", ironiza. "Puede que sea la única manera de que me saquen en TV3...".

Boadella es sarcástico, divertido, irónico. Pero sabe cuándo debe ponerse serio. Parece capaz de perdonar a sus detractores, pero no de olvidar sus caras. "¿Le parece normal que la televisión autonómica catalana no tenga en sus archivos una sola obra nuestra?", ladra enfadado. "Es una consecuencia directa del sectarismo nacionalista. Sus inquisidores nos señalaron rápidamente como anticatalanes, y desde entonces impiden que esa televisión pública, pagada entre todos, sea un órgano de expresión libre de los ciudadanos de este país. Es la voz de una política. Y no olvidemos que los nacionalismos son nefastos. Si en Cataluña hubiéramos tenido una religión diferente del resto de España, habríamos acabado a mamporros, como en otros países".

Boadella entiende la sátira del poder como un deber milenario. Y reivindica que no exista una forma de intervención directa de los estados en la cultura. "Todo el mundo del teatro sabe lo que tienen que hacer para llevarse bien, en el sentido económico, con la administración. Manteniendo un cierto servilismo y no creando problemas se puede llegar muy lejos. Lamentablemente esta intervención artificial está produciendo el caos absoluto de las artes. Han roto el equilibrio de un mundo muy frágil".

Subvención. Boadella se muestra pesimista. Está convencido de que el mecenazgo del Estado crea, tarde o temprano, el vasallaje. "No estoy en contra de la inversión de dinero en la cultura. Es mejor que hacerlo en aviones de combate, por descontado. Precisamente lo que hay es poco dinero invertido en cultura", repite una y otra vez. "De lo que estoy en contra es del procedimiento que se ha utilizado: el estado, los estados, han utilizado el mundo de la cultura y las artes como propaganda política. Se han dedicado a subvencionar directamente las cosas, en lugar de trabajar en la infraestructura, en la educación...", afirma un hombre que se considera, ante todo, independiente.

"Se han dedicado a darle a uno diez, a otro cinco y a otro nada. Dirigismo total. Naturalmente no han hecho censura, porque la Constitución no lo permite, pero si a uno le has dado diez y a otro nada, estás cayendo en un agravio comparativo y en una competencia desleal dentro de un sector. Esto es nefasto y: basta con mirar el deprimente jolgorio del Teatro Nacional de Cataluña".

- Me estoy dando cuenta de que se puede mantener una conversación con usted sin hablar de Jordi Pujol.
- Por supuesto. Aunque si me lo nombra deberé recordarle que está dando una imagen de Cataluña lamentable: la de una pandilla de aprovechados y bandidos que siempre procura tener la mayor parte del pastel.


ELS JOGLARS SIEMPRE HA VIVIDO GRACIAS A SU PÚBLICO

Els Joglars es mucho más que un grupo de teatro salpicado por escándalos, condenas, denuncias, exilios y fugas. Els Joglars es una máquina capaz de fabricar ironía, crítica y diversión. Y de hacerlo durante 35 años. Toda una vida en la carretera. Y, por supuesto, decenas de obras, algunas tan importantes como La Odisea, Operación Ubu, Teledeum, Yo tengo un tío en América o Ubu president.

Albert Boadella y Oncins, alumno del Instituto de Teatro en España, continuó sus estudios becado en Francia. Fundador de la Agrupación Dramática de Barcelona, creó Els Joglars en 1962. Desde entonces ha pensado que el teatro es primero diversión, y luego reflexión. O viceversa. "Pero lo que está claro es que si divierte, es difícil que no haga reflexionar", asegura Boadella.

¿Cómo se mantiene vivo, durante tres décadas y media, un grupo de teatro independiente? "Ante el caos del teatro y las subvenciones, y sobre todo ante la posibilidad de tener que pagar tributos de vasallaje, Els Joglars siempre ha intentado vivir del público", reconoce Boadella sin poder disimular el orgullo. "Tenemos una subvención del Ministerio de Cultura para realizar giras por España, mínima, que apenas cubre el 7 % de nuestro presupuesto anual. Y se acabó. El resto llega de la generosidad del público, y esto nos da una independencia total".

En 1986, un año después de que su director fuese finalmente exculpado de un delito contra la autoridad militar que dio con sus huesos en la cárcel, Els Joglars estrena Visenteta de Favara.

"El hombre de teatro debe ser catalizador de las necesidades del espectador, aunque en la mayoría de los casos ni él sepa cuáles son. En las últimas décadas, el teatro ha olvidado esto, y se ha invertido el orden de preferencias", dice.

"El auténtico oficio del hombre de teatro es, más que conocer la técnica de expresión directa, que se domina en relativo poco tiempo, es tener la personalidad para captar las sensaciones que el espectador necesita. no lo que el espectador pide, cuidado, porque igual sólo quiere reír..."

El 15 de diciembre de 1989 Boadella registró con el nombre de Teatro Nacional de Cataluña un proyecto de teatro nacional. Dos años después estrenan Yo tengo un tío en América, iniciando una etapa de claro reconocimiento popular. "Afortunadamente, todavía hay gente a la que le interesa leer, visitar un museo de cuando en cuando, o ir algún día al teatro", dice el director de la compañía.

Hasta probaron suerte con la televisión, supuesta puntilla del teatro. "Nos equivocamos", reconoce ahora Boadella, "porque cuanto más y peor televisión nos den, mejor para el teatro. La gente ha redescubierto el gusto por el directo, y por el ritual de tipo colectivo. El público asiste ahora mucho más al teatro que hace unos años, y no porque lo hagamos mejor, sino por un efecto de saturación frente a la gran avalancha de los medios de comunicación mecanizados. Y es que el teatro está vivo".



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