Vicente Blasco Ibáñez

Vicente Blasco Ibáñez

Retrato. Blasco Ibáñez en una invitación para un banquete celebrado en su honor, según un cuadro de Antonio Fillol.


CUENTA UN VIEJO AMIGO, metido siempre en disputas políticas, de bozarrón grueso y largos habanos que, encontrándose un día presenciando un partido de fútbol en el estadio de Mestalla, en aquellos tiempos del Valencia C.F. de los Paquito, Sánchez Lage, Waldo y Vicente Guillot, y conociendo las excelentes condiciones de éste último para provocar aparentes penaltis se le escapó: "Olé, don Vicent", que resumía la incontenida admiración por tan excelentes cualidades dramáticas. Un vecino de delante, de cano pelo, arrugada frente e indignado aspecto, se volvió y le respondió a mi amigo:

-Escolte senyor. En València no més n'hi ha un don Vicent. I es don Vicent Blasco Ibáñez. Així que un poc de respete, cavaller. (Oiga, señor. En Valencia sólo hay un don Vicente. Y es don Vicente Blasco Ibáñez. Así que un poco de respeto, caballero).


Un valenciano, una leyenda. Nació en una recóndita plaza aledaña al mercado de Valencia. El pequeño Blasco, fue escrutando los olores y el griterío de aquel barrio populoso y variopinto, entremezclado por la promiscuidad urbana de los tenderos y las verduleras, de los carros repletos de estiércol y la gregaría de chicos de su edad que iban conociendo su ciudad al ritmo de unos tiempos convulsos que habían surgido del final de la revolución republicana. La Primera República, cuyos principios nunca abandonaron a Blasco Ibáñez y que fueron su sólida ideología.

La leyenda se acrecentó desde muy joven, desde su expulsión de las Escuelas Pías y sus primeras correrías urbanas; en la facultad de Derecho; cuando en su primera vista ante un tribunal, y al ser interrumpido por el magistrado por alegato tan largo como apasionado, prometiera que jamás volvería a ejercer la abogacía. Hombre rebelde, temerario, apasionado, luchador infatigable por sus principios, empresario periodístico arriesgado y comprometido con su tiempo, instigador y pendenciero, con fama de mujeriego, siempre en busca del estereotipo de mujer que tan bien reflejó en sus novelas: la de ojos verdes refulgentes, cabellos negros y rotunda figura.

Son los años de la Restauración, de la proclamación en Sagunto de Alfonso XII, de la fundación de la sociedad cultural Lo Rat Penat. Constatí LLombart fue principal mentor de los saberes impulsivos que sólo en la juventud se nos presentan como imperativos urgentes. Son los años de su niñez y de su primera juventud que marcaron para siempre una vocación múltiple.


Un periodista. Cuando Blasco Ibáñez se pone en marcha y funda a los 23 años el periódico La Bandera Federal ya ha definido lo que será su vida en el futuro. Ha comprendido desde el principio que la restauración del sufragio universal desde 1890 implica una participación activa de todas las clases sociales y él se pone al frente de las más débiles. Piensa en la república como revolución liberadora, y convencido de que la monarquía es el origen de todos los males, crea un instrumento imprescindible para el logro de sus objetivos: el periódico, el diario. Un diario republicano. Si Blasco Ibáñez debe considerarse en la historia del periodismo debe hacerse desde su posición combativa, desde la intransigencia de sus ideales. Más tarde, en 1904 funda El Pueblo, un diario que marcará la vida política y social de Valencia hasta su incautación en 1939. El mismo lo recordaba así: "Aquellos años -digo, a partir de 1891- están llenos de aventuras, a veces peligrosas: conspiraciones y viajes de propaganda, mítines y procesos. ¿Cuántas veces suspendieron mi periódico? No lo sabría decir exactamente. Mas, calculando el tiempo que fui a la cárcel por días, semanas y meses, puedo afirmar que la tercera parte de aquel período heroico de mi existencia lo pasé a la sombra o huyendo."

Con la fundación de El Pueblo, Blasco alcanza muy pronto la cima de popularidad que definió el resto de su vida. Construyó un diario singular que convirtió en instrumento de propaganda y en elemento formativo. Si tenemos en cuenta las tasas de analfabetismo de la época, y sobre todo entre el público al que iba dirigido, la osadía del periodista Blasco alcanzaba, para los analistas de la época, ribetes de locura. Blasco obtuvo cuotas de mercado importantísimas para entonces y nunca dejó de estar entre los de mayor difusión.

Ya desde su primer número, y siguiendo la costumbre, publicó novelas y cuentos, en entregas diarias y semanales, de autores españoles y europeos: Galdós, Valera, Pardo Bazán -con quien se dice mantuvo un apasionado idilio-, Fernán Caballero, Kipling, Dickens, Shakespeare, Maupassant, Zola (el que más influyó en Blasco y a quien más admiró) Schiller, Tolstoi, Gorki y el propio Blasco Ibáñez. Cuando el dinero se hace imperativo, todos los bienes de Blasco Ibáñez desaparecen, tiene que vender su casa de la plaza Horno de San Nicolás y trasladar a su familia a las dependencias del diario. El salón de la casa es la redacción y despacho de Blasco. "Será por poco tiempo. No tardaré en construir una casa frente al mar". Cumplió su palabra. Erigió el chalé de "La Malvarrosa", convertido por fin en el museo Blasco Ibáñez.


Un político. Obtuvo acta de diputado por la circunscripción de Valencia hasta en ocho ocasiones. Sus intervenciones en las Cortes siempre fueron polémicas. Sufrió cárcel y exilio. París (donde estaba su amigo el pintor Joaquín Sorolla) o Roma (el escultor Mariano Benlliure) se convierten en solar provisional y paréntesis.

Desde el diseño de ensanches y ampliaciones de su propia ciudad, con muchas propuestas hoy hechas realidad (paseo Valencia al Mar, avenida del Oeste, etc); triunfos ininterrumpidos hasta 1939, es decir el primer tercio de siglo, de las candidaturas republicanas al Ayuntamiento de Valencia, y en suma un solapado sentimiento republicano.

Blasco Ibáñez fue retado a duelo. La hebilla de su cinturón repelió la bala y le salvó la vida


Su vida política acabó realmente en torno a 1904. El 11 de febrero -relata Pilar Tortosa-, aniversario de la Primera República coge a Blasco Ibáñez en Madrid. Con motivo del nombramiento del padre Nozaleda para arzobispo de Valencia los ánimos se han exaltado. Ha sido impuesto por el jefe del Gobierno, Antonio Maura. El desagrado entre los republicanos es notorio. Blasco escribe encendidos artículos contra dicho nombramiento. El 22 de febrero se producen cargas en Madrid contra los manifestantes, con el saldo de varios heridos y contusionados entre los que se encuentra el propio Blasco. Al día siguiente, la oratoria vehemente del político valenciano se hace notar en la Cámara. Sus palabras son directas; acusan al presidente del Consejo y al propio ministro de Gobernación: "El señor ministro tiene muchas arrogancias, y bien lo demostró en la sesión de ayer, pero estos rasgos nobles quizá en la esfera particular, son verdaderas cobardías en el banco azul (...) Su señoría personalmente no se hubiese atrevido a darme el golpe que se me dio ayer, pero no volverá a ocurrir. El Gobierno tenía deseos de realizar esa indigna carnicería, pero no se repetirá, pues en otro nuevo choque los republicanos del pueblo de Madrid sabrán cumplir con sus deber".

Las fuerzas del orden público se sienten ofendidas y Blasco es retado a un duelo, uno más de las decenas de veces que Blasco acudió al campo del honor. Pero esta vez era con pistola -así permitió Blasco a su rival elegir arma- y a muerte. El cuerpo de seguridad elige al teniente Alestuei, un excelente tirador. Mientras, los amigos de Blasco intentan una salida honorable, éste se niega. Sabe el peligro que corre. La muerte tal vez. Le cuesta encontrar padrinos. Nadie quiere ser testigo de un desenlace tan fatal como previsible.

El lance tiene lugar en la llamada finca de Sabater. Pistola, veinticinco pasos. Blasco, como en él es habitual, dispara primero, al aire. Alestuei yerra el primer tiro que se estrella en el suelo cerca del escritor. El segundo disparo de Blasco, la segunda bala, también al aire. Acto seguido, su contrincante tendió suavemente el brazo en línea.Todos los presentes temblaban, porque la actitud era de disparar al cuerpo. Blasco permanecía inmóvil, con los ojos fijos en su adversario. Sonó una detonación y Blasco cayó en redondo. Acudieron los testigos y el médico. Pronto comprobaron que la hebilla metálica del cinturón de Blasco había repelido la bala. Aunque posteriormente fue elegido una vez más diputado, para Blasco aquel duelo fue el final de su carrera política, y aunque influyó vivamente en su partido y sus misivas eran atendidas fielmente por sus seguidores, para el escritor valenciano se iniciaba una nueva época.


Un aventurero. Los próximos años son de una extraordinaria actividad. Colonizó la Pampa argentina al fundar dos ciudades en una región que quiso convertir en una huerta fértil como la valenciana. Pero se arruinó. Su obra Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis supuso un éxito de ventas internacional sólo comparable en la época a las ventas de la Biblia. Millones de ejemplares se vendieron en todo el mundo. Sus artículos para una cadena de diarios de Estados Unidos le fueron pagados al nada despreciable precio de 7.000 pesetas por unidad (hay quien ha calculado el valor actual cifrándolo en casi un millón de pesetas por artículo). Portadas del New York Times, The Sun... Competía en popularidad con el propio Scott Fitzgerald. Su encuentro con Elena Ortúzar, su segunda esposa a la muerte de María Blasco, sería definitivo. Relación apasionada y tumultuosa en su viaje alrededor del mundo. Nunca le abandonaría. Su afición por las mujeres del espectáculo, especialmente del mundo de la ópera, se relajó. Moriría el 28 de agosto de 1928 en una villa de la Costa Azul, en Menton. Dejó un testamento político redactado al final de su vida, Lo que será la República Española. Texto de inconfundible actualidad si lo comparamos con nuestra vigente Constitución.


Vicente Blasco Ibáñez
La Diputación de Valencia ha declarado 1998 el año de Blasco Ibáñez, justo cuando se cumple el centenario de la publicación de su novela más representativa, "La Barraca", y además setenta años de su muerte. Durante estos meses se celebrarán exposiciones y conferencias sobre su obra y la Valencia de su tiempo y se estudirán diversos aspectos del polifacético escritor. Blasco Ibáñez no sólo se dedicó a la literatura, sino que tuvo también una continuada presencia en la novela, el periodismo (fundó y dirigió el diario "El Pueblo"), la política (fue elegido diputado en diversas ocasiones) y el cine. La proyección de un ciclo de películas mudas dará una idea a los visitantes de esta desconocida afición. Distintas publicaciones, como una recopilación de artículos, completarán el homenaje.
Juan de Dios Leal ha sido el último director de la editorial Prometeo, fundada por Blasco Ibáñez.


Las comparaciones no siempre son odiosas



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