Barceló

Barceló


HAY QUE LLA MAR dos veces al timbre para que te abran. Seguramente no lo han oído porque la música ataca a todo volumen. Barceló está en una de las dos grandes salas de su taller parisino que antes fue fábrica de bicicletas. En el barrio chic y progre del Marais. Tiene la bata mal abrochada y salpicada de pintura. Por el suelo hay dos hermosas coles que le sirven de inspiración, pero las calabazas están en la nevera porque se estropean rápido. De las paredes cuelgan un pez espada y el esqueleto de un macho cabrío pero ya no está el piano que fue de Britten y que Barceló compró en una subasta. Se lo ha llevado a Mallorca.

Barceló se lía un cigarrillo y bromea sobre las fotos: "Seguro que piensan que es un porro". "Esto me lo acaban de traer hoy de la fundición". Es la escultura que cerrará la exposición de Barcelona. Un autorretrato formado por su cabeza montada sobre una cántara. Luego nos muestra la pieza pareja -todavía en yeso- que representará a Amo con el bote de pinceles sobre la cabeza. Amo es su ayudante en Malí.

África es la inspiración esencial en la obra de Barceló durante estos últimos diez años. Barceló vuelve a Barcelona diez años después de la gran exposición del 87. Aquella muestra de la vieja Casa de la Caridad fue un tributo a sus años de formación en la capital catalana. La segunda edición de Barceló/Barcelona es un remake con pretensiones de lección de repaso. Un montaje más extenso que los dos que le dedicó París hace dos años. 90 telas, 75 dibujos, 24 libros y carnés de viaje y 20 esculturas y cerámicas. Según el catálogo, recopila la obra de madurez.

"¿Madurez? No sé quién dirá eso pero... en absoluto. Debe ser por los 40 años cumplidos. La pintura es un asunto que lleva mucho tiempo. Yo llevo más de 20 años pero aún no me parecen suficientes. Me queda más por hacer que lo que he hecho". Una sensación en vísperas de la inauguración: "Barcelona es la ciudad de mi aprendizaje, la ciudad de mi nombre. Para mí no es una ciudad cualquiera. Estuve mucho tiempo. Intenté hacer Bellas Artes pero no me valió para nada. Era abominable".


"No voy a las inauguraciones, ni siquiera a las mías. nunca me ha gustado estar con mucha gente. Siempre tengo mejores cosas que hacer"


"Me da un poco de pereza el mogollón que me espera. Huyo un poco de eso. Jamás voy a las inauguraciones, ni a las mías. La verdad es que nunca me ha gustado estar con mucha gente. Siempre tengo mejores cosas que hacer, como estar con mis amistades, la literatura. Me estoy haciendo egoísta".

Tiene Barceló una deliberada vocación iconoclasta que le hace poner en cuestión cualquier atisbo de solemnidad: "Todas las exposiciones son una reflexión obligada. Es lo bueno que tienen. Te dan mucha bronca pero sirven para sacar alguna conclusión. Después, las conclusiones no sirven para nada". Por ejemplo, la única conclusión que sacó de las exposiciones de París fue: "Encerrarme en el taller e intentar pintar cada día". Ha hecho Barceló un cartel para Barcelona que describe como "unas aspirinas efervescentes que salen de un bote que pone vaselina". Se le escapa una risilla pícara mientras recuerda su cartel para el Festival de Otoño de París -"un asno follándose a una jirafa"- que indignó a Le Figaro o el del pase de pecho que Roland Garros rechazó.

"No, tampoco es que me guste provocar. Me parece increíble que a estas alturas de siglo se pueda provocar con un dibujo. Pensé que tenía gracia. Y la tiene. Las cosas impensadas tienen mucho sentido". "Mis carteles no tienen mensaje. Claro que si yo no tuviera un mensaje que comunicar no me tiraría 14 horas pintando. Un mensaje no es una palabra, sino algo que me parece importante, una especie de afirmación. Algo que tiene relación con la vida y con la muerte. Las cosas que me interesan no se pueden decir con palabras. Las cosas interesantes son las que producen ideas no las que son producto de ideas".

Vida y muerte. Puntos esenciales. "Todo mi trabajo gira en torno a eso. Todos mis cuadros son producto de muchas ideas contradictorias pero, sobre todo, generan ideas. Hay grandes artistas que admiro mucho como los minimalistas en los que su trabajo es el resultado exacto de una idea precisa. Ahí está la diferencia. Mi pintura produce ideas y no es consecuencia de ellas".


"Detesto el sistema de las ONG. Es una gran estafa. Es La forma que tiene occidente de escurrir el bulto ante las víctimas del colonialismo"


Tiene Barceló idéntica actitud -subjetiva y espontánea- ante el proceso de creación: "Mi sistema es la ausencia de sistema. El estilo va quedando ahí como una fatalidad. Se destila poco a poco, pintando".

Luego cuenta cómo las termitas le agujerearon una tela cuando estaba enrollada. "Las termitas tienen una forma de comer que no se parece a nada. A veces yo las dirijo, hasta cierto punto, con líquidos repelentes. Yo no tiro nada. Aquel rollo agujereado son ahora tres cabezas pero no sé cómo voy a acabar. El arte tiene más relación con el azar que con ninguna otra cosa. El azar es determinante".

Nos hemos puesto serios. Barceló cambia de tema de conversación sin contemplaciones: "Yo tengo unos zapatos como los suyos". Un minuto después nos vamos mentalmente a África. "¿Qué me aporta África? Vómitos, diarreas, adelgazar. Pero claro que vale la pena. Para mí es la vida real. Allá todo es mucho más intenso. También el aburrimiento. Es como si te cayera el mundo encima. Un calor horrible. Y de repente hay un resplandor de maravilla. Un universo muy contrastado. El mundo es muy grande y yo sólo conozco una pequeña parte pero África me ha enganchado profundamente". Barceló viaja periódicamente a Malí. Primero a Gao, luego a Ségou y desde hace siete años a una casa junto a un acantilado en un lugar que prefiere no revelar.

"En Gao tenía un equipo de fútbol en mi barrio. Para jugar los dos equipos teníamos que cruzar a nado el río porque en la única piragua que había sólo cabían cuatro. Un portero tenía unos guantes y cruzaba el río con la mano en alto. Jugábamos en bañador y sin zapatos. Yo les pintaba rayas verticales sobre la piel con cal. Porque sino, no conocía a los de mi equipo. Yo me las pintaba negras. Yo jugaba y hacía de seleccionador. Ganábamos mucho porque designé defensas y delanteros. Antes era un desorden y el portero subía a rematar. Yo me puse de cinco a repartir juego. Donde vivo ahora es más difícil jugar porque hay mucho acantilado".

Barceló impone el único off the record de la entrevista para que no revele cuál es su equipo preferido en España. Así que volvemos a África: "Detesto el sistema de las ONG. Creo que es una gran estafa. La forma que tiene Occidente de escabullir el bulto ante las víctimas del colonialismo".

"No he militado nunca en un partido. Bueno, estuve en la FAI cuando se reinventó en los años 70. Pero no duré más que una semana. Odio la política. En Mallorca hay una frase que dice: con los cojones de unos se podría ahorcar a los otros".

Barceló se lía un enésimo pitillo y habla de su próxima exposición de cerámicas en Copenhague. Pero, cuando se le pregunta por sus proyectos después de Barceló/Barcelona es breve: "Mi proyecto general es pintar".

"Barceló/Barcelona". Museu D'Art Contemporani. Barcelona. 2 de abril a 21 de junio.



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