¡Ay! Me muero de risa


¿Qué es lo que provoca ese curioso complejo de movimiento, alteración respiratoria, expresión facial, sonido y placentera sensación que denominamos risa? Ésta es una pregunta que ha intrigado a los más grandes pensadores, desde Aristóteles hasta Freud. A pesar de ello, y a pesar de una creciente investigación empírica del fenómeno en el campo del humour research, seguimos sin una buena respuesta al enigma. Son cuatro las explicaciones más conocidas: las teorías de la superioridad, de la incongruidad, de la catarsis y del juego (play).

El primer exponente claro de la teoría de la superioridad fue Thomas Hobbes, quien sostuvo que la risa es el resultado directo de la percepción de que otra persona es inferior a uno mismo. Por ejemplo, un amigo se choca contra una farola, un músico falla una nota o un actor cómico hace el papel de tonto o incompetente.

Para los teóricos de la incongruidad, como Kant y Schopenhauer, la risa se dispara cuando el sujeto percibe dos elementos contrarios o incompatibles que por algún motivo aparecen unidos como en el típico chiste de doble sentido o los contrastes de lo absurdo.

Una tercera explicación, la catarsis -sostenida por Herbert Spencer y Sigmund Freud entre otros- es que la risa libera alguna tensión o sentimiento acumulado, como parece suceder con los chistes verdes o agresivos, con la risa nerviosa y con las jocosas peleas y persecuciones de los niños.

Finalmente, la teoría del play -en los últimos años defendida por Michael Mulkay- considera que cualquier cosa puede volverse graciosa con sólo tomársela a broma, como algo no serio.

Hoy en día, hay pocos que creen que una de estas teorías puede explicar la variadísima gama de estímulos que provocan la risa, desde El Quijote hasta las cosquillas, pasando por Martes y Trece o el Inocente, Inocente. Cada explicación parece plausible en referencia a algunos casos. La mayoría de los humour researchers opina que seguramente existen varios tipos de risa, aunque tampoco suele tener muy claro el modo preciso de construir la tipología.

Mi propia opinión es que hace falta recuperar una quinta teoría, que yo denomino la teoría del desacreditamiento. Aunque poco conocida, esta teoría es muy vecina a las ideas sobre el tema de Henri Bergson, Luigi Pirandello, Platón y el propio Aristóteles, cuyo Tratado sobre la comedia nunca se ha encontrado (excepto en El Nombre de la Rosa de Umberto Eco). En una frase, se podría resumir así: nos reímos de la persona que resulta no ser quien dice ser. Hacer el ridículo significa hacer algo que desacredita el papel que desempeñamos frente a los demás, sea en una afirmación específica (la caída que claramente finge un futbolista) o sea en relación al papel que todos desempeñamos de persona relativamente inteligente, sensata, coordinada y educada.

Los tropiezos, los despistes, las meteduras de pata, las braguetas abiertas, los comportamientos ilícitos o indecentes que fotografía un paparazzi o que observa un cualquiera accidentalmente, muestran una parte de la persona que normalmente y por costumbre intentamos disfrazar o esconder.

La sátira, la inocentada y el humor crítico son géneros en los que el humorista intenta arrancar la máscara social a su víctima, dejarla en bragas. En cuanto a esos juegos de palabras inocentes, los chistes, las ironías, ilusiones ópticas, trucos, coincidencias, absurdos y demás, creo que causan un momentáneo error cognitivo en el observador. Los chistes están diseñados para engañar al público, para hacerle creer durante al menos un instante algo imposible, falso o absurdo. En estos casos nos reímos de nosotros mismos por caer en la trampa que nos tiende el humorista, o al menos de la parte de nosotros que se pudo creer tamaña locura. El tema es complejo y aquí no hay espacio para entrar en toda su complejidad. Yo animaría al lector interesado a hacer sus propias reflexiones y especialmente a practicar la autoobservación, porque en este campo podemos ser todos científicos y a la vez conejillos de indias.

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*Eduardo Jáuregui es doctor en Ciencias Políticas y Sociales y realizó su tesis sobre la risa.
Para saber más:
Centro de Psicología José Elías. Tfno: 91 431 25 54. Escuela de la Terapia de la Risa. Tfno: 93 415 37 48. El poder curativo de la risa. Varios autores. (EDAF. 1979). Manual de terapia racional-emotiva. Ellis, A. y Grieger R. (Desclee de Brouwer. 1981). El humor como terapia. Bokun, B. (Tusquets. 1987). Humor y Medicina. Varios autores. (Editorial Algazara. 1997).


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