Antonio Gala


Antonio Gala


Dentro de unas horas Gala y los suyos se mudan a La Baltasara, en Málaga, camino del verano y el silencio. La casa de Madrid se queda sola. Quizás el servicio cumpla el rito ancestral de tapar los muebles con sábanas y sembrar de alcanfor los armarios, porque la ausencia va para largo. Madrid, después de la feria del libro -mejor: después de San Antonio- no se puede aguantar. Estalla el guirigay callejero, suena el teléfono sin descanso y los mensajeros llaman con felicitaciones, paquetes, centros de flores y regalos desbordantes. El escritor ya ha vivido la misma situación y acaricia el tiempo con avidez. Este año, sin embargo, existe una novedad: hay un fuego cruzado de llamadas con la clínica veterinaria porque Ariel, el cocker negro que ha entrado a formar parte de la familia, se pegó un atracón y ha tenido que ser operado de urgencia. "No sabía que los cocker fueran tan tragones", dice el escritor para tapar su dolor.

Es el mismo Gala de siempre: el hombre que desciende las escaleras sigilosamente, como volando por encima de sus propias pisadas; el que va de blanco y no se ensucia, que se recuesta en el sofá y no se arruga, que sale al aire del jardín y no se despeina. Después de haberlo entrevistado muchas veces, Antonio Gala sigue siendo una deliciosa aparición.

Pregunta.-Por sexto año consecutivo ha sido la estrella de la Feria del libro. Eso no se consigue así como así. De hecho, muchos escritores no se lo perdonan.
Respuesta.-Supongo, claro. En cualquier caso no se trata de un mérito mío, y en eso se apoyan para no perdonármelo. Es mérito del público, porque quedar el primero con libros tan dispares como novela, poesía y ahora relatos, depende del público más que de mí. Ante ese fenómeno yo sólo puedo sentir reconocimiento y gratitud.

P.-Su público es incondicional. Si saca usted un libro escrito al revés, también se venderá.
R.-Sí, la gente lo pondrá delante de un espejo para leerlo, como hacía Leonardo.

P.-A lo que íbamos: la envidia arrasa. Y entre los escritores, más.
R.-Yo me relaciono poco con los escritores. Tengo algunos amigos, como Caballero Bonald o Quiñones, pero raramente hablo de literatura con ellos. Y respecto a la envidia, pues mire, me produce cierta desazón, cuando alargo la mano y toco la piel de sapo de la envidia, la piel mucilaginosa, como yo digo, me pongo malo... Cada vez me encuentro más incómodo en Madrid precisamente por eso. En el campo no me entero de los comentarios que se difunden desde ciertos ámbitos literarios.

P.-¿Y usted, envidia a alguien?
R.-No. Poseo gran capacidad de admiración, sorpresa y curiosidad, que son las tres cosas que definen más la infancia. El niño que llevo dentro es niño todavía porque mantiene esas tres capacidades intocadas. Puedo sentir en algún momento envidia por un modo de contar o por un acierto de un libro, pero es una envidia teñida de admiración, porque me encantaría haberlo escrito yo.

P.-Habrá reflexionado mucho sobre el éxito.
R.-Ha habido reacciones muy agrias, muy feas, y eso me ha hecho reflexionar, sí.


R.-Lo que le haya sucedido a cela y a su culo es asunto suyo.
P.-¿Culo? ¿ha dicho culo?
R.-Sí, lo ha oído bien: culo

P.-¿A qué conclusión ha llegado?¿Es usted el mejor o el que cae más bien a los lectores?
R.-El que cae más bien. Fudamentalmente soy un escritor sincero, me paso el folio por la cara y ahí sale lo que hay en la cara, sudor, sangre, sonrisa, lágrima, lo que sea. Eso lo percibe la gente, que no es tonta. Porque, déjeme hacer un paréntesis: no creo que me lean los lectores más inteligentes, pero tampoco los más tontos. Habrá de todo. También cuenta mucho la proximidad. A mí me sienten próximo y cordial.

P.-Claro. Y el gremio de los escritores no es precisamente cordial, sino más bien antipático.
R.-Yo además tengo credibilidad, que es algo difícil en este país: soy una persona honesta, nunca he jugado con las cartas marcadas y mi único poder es el de decir la verdad y hablar por la mayoría silenciada.

P.-Hay escritores que gozan de reconocimiento oficial, pero apenas tienen lectores.
R.-Y viceversa. Otros tienen lectores y escaso reconocimiento oficial.

P.-Usted, por ejemplo.
R.-Sí. A mí me falta el reconocimiento oficial y muchas veces el de la crítica, aunque sobre eso también habría que hablar. Yo no aspiro a nada, ni siquiera a ser ujier del Ministerio de Cultura, y los gobernantes me importan muy poco. No tengo premios oficiales. Me he quedado de piedra cuando me han dado la medalla de oro a las Bellas Artes, que normalmente suelen dársela a los artistas plásticos... De todos modos, el creador de raza sabe que el gozo y el dolor están en el acto de la creación. El éxito o el fracaso es algo sobrevenido. No se escribe para que te lean, como no se suda para oler de determinada manera. Escribir es semejante a respirar: una necesidad.

P.-Hábleme de los escritores con reconocimiento oficial... Uf, cuántos rodeos para llegar a Cela.
R.-Demasiados rodeos, efectivamente. Pero yo nunca opino de la vida privada de nadie.

P.-No le pido que opine sobre la vida privada de Cela...
R.-Es que no me importa el culo de Cela. Lo que le haya sucedido a él en el culo es asunto suyo.

P.-¿Culo? ¿Ha dicho culo?
R.-Sí, lo ha oído bien: culo.

P.-No le pega nada pronunciar esa palabra, Antonio.
R.-Yo no soy lo suficientemente colombiano como para evitarla. Los colombianos no pueden soportar la palabra culo, ni siquiera para referirse al culo de una botella. Si usted habla del culo delante de un colombiano, lo más probable es que se levante y se vaya. Volviendo pues a los culos, me parece que la polémica se ha desmadrado. No importa nada el culo de Cela, como tampoco importa lo que piense sobre los colectivos gays. Es cierto, sin embargo, que el centenario de Lorca está saliendo mal. Todos andamos enlorquecidos, y posiblemente le estemos haciendo a Federico un flaquísimo favor. Se aprovechan los cantaores, los rapsodas, los poetastros y mucha gente de medio pelo. Al propio Lorca le hubiera espantado este centenario. Es un homenaje muy raro.


"La actitud que yo desearía por parte de la sociedad hacia los 'gays' es la indiferencia. Me parece la más saludable"

P.-¿Y de los colectivos gays, qué piensa?
R.-La actitud que yo desearía por parte de la sociedad hacia los gays es la indiferencia. Me parece la más saludable. Ni aplaudir ni proteger ni afiliarse ni perseguir. Indiferencia total. ¿Usted ha visto alguna vez colectivos de ojicelestes o de pelirrojas?.

P.-No compare. Los ojicelestes y las pelirrojas siempre han estado asumidos.
R.-Las marginaciones que engendran colectivos acaban desembocando en holocaustos. ¿Qué les pasa a los judíos? Que se han metido en el gueto por propia voluntad y han hecho de la sangre su propia patria. Ellos se han marginado. No me gustan los colectivos, aunque comprendo que mucha gente se siente más amparada juntándose con los suyos. Es el caso de muchos homosexuales con los bares de ambiente. Yo me encuentro un poco incómodo en todas partes y por eso no pertenezco a ningún colectivo ni voy a ningún sitio. Soy un extraño en el paraíso, como el libro de Terenci Moix.

P.-Pero los colectivos han cumplido su papel. Estoy pensando en los movimientos feministas de principios de siglo. Sin aquellas mujeres posiblemente no hubiéramos avanzado nada.
R.-El feminismo de los años veinte fue necesario, pero ante la opresión se reaccionó de forma desmesurada, porque las mujeres de entonces pretendían sustituir al hombre con todos sus defectos. En estos momentos la mujer sabe cuál es su posición, no quiere darle la vuelta a la tortilla sino hacer la tortilla con el hombre. En el caso de los gays, yo no veo persecución y por otra parte, tampoco creo que sus colectivos tengan tanto poder como para matizar el centenario de Lorca. Es posible que algunas personas estén interesadas en sacar del armario a Lorca y proclamar su homosexualidad...

P.-Lorca salió del armario hace mucho tiempo. Todo el mundo sabe que era homosexual.
R.-Lo que pretendo decir es que vincular el centenario de Lorca a la homosexualidad me parece una grave equivocación. Al final, resultará que lo fusilaron por homosexual, y tampoco es eso. Cuando se exagera la verdad se está a dos dedos de la mentira.


"Yo no aspiro a nada, ni siquiera a ser ujier del Ministerio de cultura, y los gobernantes me importan muy poco"

P.-¿Qué hubiera sido de Lorca si hubiera vivido 100 años?
R.-Se hubiese arrepentido de escribir muchas cosas. A Lorca lo han manejado imaginando obras terminadas que no lo estaban y que quizás él hubiera terminado de otra manera. La obra de Lorca es incompleta y se ha exagerado porque pertenece a un personaje cuya vida no era normal y además fue cortada en flor. La desmesura de la Guerra Civil produjo unos éxitos tremendos en el extranjero. La persecución interior siempre tiene un eco solemne y reiterado en el exterior. A mí me sucedió cuando Fraga prohibió mi comedia El sol en el hormiguero, que inmediatamente se tradujo a nueve idiomas. En el caso de Lorca fue tremendo. Pero de Poeta en Nueva York al Romancero gitano hay una distancia enorme. Lorca estaba deslumbrado por Walt Whitman y seguramente hubiera avanzado en ese dirección, con una obra mucho más personal, más redonda.

P.-Volvamos a usted. ¿Con quién se lleva mejor, con las escritoras o con los escritores?
R.-Las mujeres son grandes rivales. Pero tengo mejor rollo con ellas que con los escritores hombres. Carmen Martín Gaite, por ejemplo, es adorable y la quiero muchísimo. Y como le digo Carmen podría decir muchas más: Soledad Puértolas, Rosa Regás, Ángeles Caso, Nativel Preciado... En estos momentos las mujeres tienen un papel predominante. Hoy, las florescencias y las fructificaciones más importantes son de las mujeres, y yo me inclino ante eso. Me interesa la mujer. Además, la mujer es la que más lee. Mis protagonistas son siempre mujeres. A ellas las quiero más, las admiro más, y me hacen confidencias que no les hacen a otras mujeres. Siempre he estado rodeado de mujeres, me atrae mucho el alma femenina. Y añadiré algo: hasta que el hombre no descubra su lado femenino no se sentirá completo y situado.

P.-Muchos escritores abominan ahora de las ferias de libros. Dicen que se sienten como en un zoológico.
R.-El lugar de un escritor no es una feria, sino la mesa y el rinconcito. Pero la cultura, saliendo de las librerías, es un espectáculo gozoso. Hay gente que no va a las librerías porque le imponen, como no va a las exposiciones o a los museos. No gano más dinero por estar dos horas firmando en una caseta de feria. Al contrario, si me quedo en casa y escribo un artículo gano tres veces más. Pero la feria te acerca a la gente, y ver el efecto de lo que has escrito, concretado en una mirada o una palabra de agradecimiento, es sumamente enriquecedor. Y te pone los pies en el suelo de una manera modesta, porque de pronto aparece un chavalín y pregunta ¿a cuánto está hoy el libro de Gala?, como si fuera un kilo de merluza... Transformar un libro en fiesta es el mejor regalo que se le puede hacer a un escritor.

P.-¿Empieza ya su carrera por el próximo best-séller?
R.-Ahora me voy al campo a ver los destrozos de las últimas lluvias, a disfrutar de mis animales y sobre todo a estar conmigo mismo, porque en los últimos días me he perdido mucho. En verano estoy encerrado, sólo salgo a la piscina a leer la correspondencia y los periódicos. El resto del día lo paso escribiendo. La explosión del verano la vivo felizmente, a solas con el calor y el trabajo. Me gusta sentirme con la mano un poco sudorosa, pegándose al papel mientras escribo... El frío me acobarda, en cambio el calor es mi medio natural. Entiendo por qué los árabes no llegaron a Burgos: no fue por falta de fuerzas sino porque en Burgos hay muchas corrientes. Fíjese usted qué cosa: cuando murió Almanzor y lo llevaron a la frontera norte, en Medinaceli, los plantos de todos los poetas arábigos andaluces no eran por su muerte, que al fin y al cabo fue una muerte militar y gloriosa, sino porque estaba enterrado bajo la nieve. Eso les producía un dolor tremendo. ¡Con lo grande que había sido Almanzor, tener que pasar frío después de muerto! Para mí, el aire acondicionado es como la nieve de la frontera norte. Me produce todo tipo de dolores.



Diana, el sueño del mito / Muerte y drogas en la Ría / Michael Jordan / Entrevista: Antonio Gala / Crimen sin castigo / Daryl Hannah / Revolución a la vista / 40 años de Mortadelo / Almanaque / La mirada de Francisco Umbral / Gentes / Cuaderno rosa de Ana Rosa Quintana / El tablón / Mesa y Mantel / Restaurante / Vino / Recetas / Ruta / Hotel / Conéctate / Horóscopo / Si yo fuera presidente / Adivinación /

Fauna: Camaleón/ Flora: Aliso

TOP LA REVISTA VOLVER