El banquero de los pobres


El banquero de los pobres

No conocemos el rostro ni la apariencia de Robin Hood, pero todos los niños sanos hemos mamado su leyenda, soñando con emular alguna vez sus justicieras e impresionantes hazañas y sus inaplazables reivindicaciones sociales, hemos vivido la peligrosa clandestinidad en el mitológico bosque de Sherwood, nos enamoramos de la tan fascinante como sufrida Lady Marian, odiamos al mezquino usurpador Juan Sin Tierra y a sus depredadores lacayos, poseíamos la certidumbre de que robar a los ricos para ayudar a los pobres nos convertía en héroes del proletariado mucho antes de que Carlos Marx descubriera la lucha de las clases y la sistemática explotación de los parias.

Hemos amado y admirado a Hood en blanco y negro y en color, en la pantalla mágica, la reina de la ensoñación y de la identificación emocional. Se llamaba Errol Flyn y era joven, simpático, arrogante y vitalista. Se llamaba Sean Connery y era casi viejo, estaba cansado y desilusionado, pero a pesar de su crepúsculo y de su larga e irresponsable ausencia, lograba que a pesar de los años perdidos, el corazón de su otoñal esposa (te querré siempre, Audrey Hepburn) siguiera chorreando amor y pasión hacia el indomesticable hombre de acción que la abandonó. Kevin Costner estaba más que correcto en la piel del defensor de los pobres, pero no podía luchar contra el venerado recuerdo de Flynn y de Connery.

Sí conocemos la cara, la apasionante biografía, y la revolucionaria metodología de Muhammad Yunus, creador del insólito Banco Grameen, dedicado exclusivamente a ayudar a los eternos desheredados de la vida, a los que en su proteico esfuerzo por sobrevivir ya no confiaban en la milagrosa aparición de un moderno Robin Hood. Los tiempos han cambiado y Hood ha descubierto que ya no sirven la espada ni el arco para arañar la riqueza de los poderosos y regalársela a los desposeídos, sino conocer implacablemente el universo de la economía y disputar la batalla con las únicas armas que respetan y temen los dueños del mundo, utilizando el cerebro y las artimañas monetarias para entrar en el templo del dinero y adueñarse de él legítimamente, sin ser un proscrito. Admirable estratega, necesario tiburón bueno, el humanista Muhammad Yunus. Robin Hood reconocería su herencia.



Reportaje

Reportaje Fotográfico

Las comparaciones no siempre son odiosas, por Carlos Boyero

Entrevista:Nicolás Castellanos



Mallorca la invasión alemana / El banquero de los pobres/ La naranja desnuda / Barco a la vista/ Parques nacionales (III) / 50 inventos (III) / Verano de estrellas / Almanaque / La mirada de Francisco Umbral / Gentes / Cuaderno rosa de Ana Rosa Quintana / El tablón / Mesa y mantel/ Vino/ Recetas/ Ruta/ Hotel/ Conéctate / Horóscopo / Si yo fuera presidente /

TOP LA REVISTAVOLVER