Carmen Chaplin


Carmen Chaplin

LA TERCERA generación de la factoría Chaplin se despereza en la terraza del Café Marly, enfrente de la imponente pirámide del Louvre. "¿No tienes hambre?", dice. Son las 6 y aún no ha comido, con lo que, en París, va a pasar directamente a la cena. Los 26 años de esta felina franco-suiza-británica todavía no han demostrado, con cinco películas, que sabe desenvolverse tan bien como su abuelo, Charlot, su padre, Michael Chaplin, y su tía Geraldine. Lo que sí ha aprendido, como toda actriz cosmopolita, es a dar plantones a la prensa. No acudió a la primera cita para esta entrevista: el día anterior, a las 5 de la tarde en el parisino Café de Fleur, cuna de literatos y poetas. Durante la hora de espera, sí hubo famosos, internacionales como el actor Tim Roth o españoles, como el hermanísimo del yerno real, Álvaro de Marichalar. Pero de los ojos y las curvas de Carmen Chaplin, ni la sombra. Al día siguiente, después de localizarla por teléfono en su apartamento parisino, tenía preparada la excusa más convincente. "¡Estoy enamorada! Pasé la tarde con mi novio y ni me acordé de la cita!". ¿Será una argucia genética del apellido con más historia del cine?

Habla Carmen un castellano muy a la italiana, a la francesa o a la alemana. Si hiciera cine en España sería como una nueva Nadiuska. En vez de "expresarse" Carmen se "exprime", traducción directa del francés s'exprimer, y su conversación podría casi reducirse a un curso rápido de castellano para extranjeros: "me llamo...", "me gusta...", "¿Cómo se dice...?". Ella lo admite: "Es un español de fin de semana". "Empecé estudiándolo en Francia, cuando vivía con mis padres en una granja. A los 14 años, fui a un colegio inglés en Madrid. No lo hablo muy bien porque era un colegio británico. Vivía en casa de mi tía Geraldine".

Para Geraldine sólo tiene elogios, tantos que parece su mentora. Pero cuando le hablan de su abuelo pone cara de hastío. "Entiendo que a la gente le interese. A mí me encanta mi abuelo. No he hecho muchas películas para decir que mi éxito sea por mí misma". En Hasta el fin del mundo, de Win Wenders, su primera película, simplemente abría una puerta al comienzo. En el remake de Sabrina que dirigió Sydney Pollack empezó teniendo frases como mejor amiga de la protagonista, luego pasó a simple amiga, más tarde al staff de Vogue y acabó pasando ocho días en el set sin hacer casi nada. Y en la de André Téchiné, Mi estación favorita, su primer papel hablado, era extrovertida, impulsiva y explotaba todos sus atributos físicos. Algo muy distinto a su timidez compulsiva, parece que heredada del genio, el cómico menos cómico en su vida real. Porque fue un ataque de pudor lo que la obligó a aparcar sus books como modelo, su primera profesión parisina. "Era muy tímida y cuando tenía castings temblaba de miedo. Iba a mi agencia y me quedaba una hora en la puerta diciendo: `¿Entro o no entro?'. Hasta que decidí dejarlo".

"Cuando tenía `castings' temblaba de miedo. iba a mi agencia y me quedaba en la puerta: `¿entro o no entro'"
Entonces, a los 16 años, la genética artística no se había cruzado en su camino. "De pequeña hacía teatro con mi hermana en la escuela. Escribíamos obras y las representábamos. Yo era el hombre y mi hermana la chica. No sé porqué, me gustaba hacer papeles de hombre. Entonces no quería ser actriz. Me daba miedo decidirme porque mi abuelo era muy conocido. Empecé diciendo que quería ser modelo y vine a París con mi hermana Dolores que se estaba preparando para ser actriz. Aquí me di cuenta de que quería serlo yo también".

Y de ahí, entre timidez y timidez, Carmen sigue decorando con su rostro y su figura el cine europeo. Ha estrenado en el Festival de Cannes la película británica The Serpent Kiss, junto a Greta Scacchi y Ewan McGregor. Y acaba de rodar en Barcelona el filme que supone la vuelta al cine del cantante Johnny Souvenir Hallyday.

-Se titula Pourquoi pas moi? -explica Carmen- Es una pregunta que se le hace a alguien para saber si es homosexual.

-¿Podría ser "¿Entiendes?"

-Sí.

-¿Y en francés se dice así?

-Es: "¿Porqué no yo?"

-¿Y usted no...?

-No, soy la única protagonista que no es homosexual. Trabajo con gays y lesbianas en una editorial de cómics gays y parezco la extraña del grupo.

Extraña sí se sintió hace unos meses, cuando tuvo que inaugurar en Los Ángeles las salas dedicadas a Charlot en un museo de la ciudad. Claro, porque ir a casa de su abuelo en Suiza era como visitar un museo con derecho a toqueteo. "Era extraño ver cosas de mi abuelo en un museo. Para mí es más emotivo encontrar sus cosas en el ático de su casa. Viejos pasaportes, su sombrero de boda... Verlos en un museo es más frío".

"No me he preguntado nunca si a la gente le sorprende que la generación Chaplin siga activa", sentencia. "No me interesa lo que piensen. Sólo quiero hacer cosas que me apetecen. No siento que, porque tenga un apellido, la gente se acuerde de mí".

Ha visto casi todas las películas de su abuelo y las que le gustan más son las que aparece su padre, Michael, con 14 años. Pero lo suyo no es escuela de familia. Ni le gustaría crear otro Charlot ("Él tenía su personaje y escribía sus historias. Yo dependo de directores y me gusta ir de un personaje a otro") ni las comparaciones ("Mi abuelo, Charlot, ha hecho algo tan grande que no me dan miedo las comparaciones. No creo que yo deje la misma huella en el cine") y prefiere deshacer mitos ("No era tan cómico cuando le conocí. Era diferente al final de su vida") e interpretar con gestos ("Hay gente que sabe exprimirse (sic) muy bien. Yo todavía soy muy tímida y creo que mi manera de ser dice más sobre mí misma que lo que digo. No estoy muy bien con palabras").

Ahora, con una ensalada en el estómago, Carmen sigue siendo tímida. "Para ser actriz tienes que ser exhibicionista. Lo mío es una mezcla rara". Dice que le gustaría rodar con Almodóvar, por lo mismo que casi todos: "Tiene su mundo, su manera de ver...".

También le gustaría dirigir cine, rodar en EEUU, Inglaterra, España... Mucha ambición, Chaplin.




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