LOLE MONTOYA, radiante esta noche, es una de las primeras que se acerca a saludar a Manzanita al terminar la grabación del disco. Les unen aquellos principios en los años setenta, tratando de sacar al flamenco de sus casillas y mostrándolo a un sector amplio de público. Y, además, vendiendo discos. La puerta comercial se había abierto. Lole quiere proponer hoy a José algún proyecto artístico en común, "cositas clásicas, con guitarra y juntando nuestras voces, quiero ver qué ideas tiene él. Además, estamos juntos en la vida espiritual y eso nos une mucho. Ya verás qué alegría le va a dar al verme".

Veinticinco años después, además de ese papel "histórico" en la música española, Lole y Manzanita comparten sus creencias y prácticas religiosas. Ambos han comulgado con la Iglesia Evangélica, que acoge, por cierto, a gran cantidad de gitanos y flamencos. Manzanita asegura que fue la religión la que le cambió la vida, la personalidad: "Ahora tengo un dominio espiritual más amplio de mi persona. He llegado a conocerme mejor, a distinguir mis defectos y mis virtudes. Y eso lo plasmo en mi música".

Sabe que durante sus años de integración en el Evangelio, los aficionados le perdieron la pista: "Sí, porque donde yo me metí era como una secta, pero buena, no diabólica, la palabra secta no significa diablo, sino acaparación de tu personalidad. Y esta gente te dice que si cantas para el mundo, no puedes cantar para la iglesia, ni tener cargos, sólo eres un simpatizante, no un miembro. Al principio me importó un bledo y me metí de lleno, pero después vi que la música es mi vida y he vuelto. Vi que Dios me invitaba a que testificara en este mundo, a ver si puedo aportar a alguien de aquí para el otro lado".

Y en la grabación de hoy, ¿Manzanita ha sentido a Dios?: "Sí, siempre lo siento, no hago nada si Dios no quiere. Cuando salgo al escenario digo `Señor, mi tiempo es tuyo, toda mi vida es tuya y si tú quieres que cante esta noche canto y si no, por más que yo quiera, en tus manos estoy'".