Freud

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El diván de la casa de Londres, hoy Museo de Freud, en la que él y su hija Anna vivieron hasta su muerte.

"EL PSICOANÁLISIS ha cambiado poco en sus 100 años de existencia", explica Amelia Díez, psicoanalista de la Escuela de Psicoanálisis Grupo Cero. "El método freudiano se basa en la teoría de que todos `somos' en función del lenguaje que utilizamos. Pero éste es un lenguaje censurado, no accesible por la razón y que nos da una idea deformada de la realidad, provocando todo tipo de trastornos, desde neurosis a depresiones pasando por obsesiones y fobias. A través del psicoanálisis, el sujeto vuelve a `habitar el lenguaje', a hablarse a sí mismo sin prejuicios y de forma relajada. Es un mero testigo de la vida, de modo que no tiene por qué huir ni precipitarse. Ese descubrimiento le permite cambiar". "Puede tumbarse en ese diván", dice Amelia Díez a sus pacientes. "Diga lo que se le ocurra. Deje que la mente fluya libremente. Haga como si viajara en un tren y describiera el paisaje que pasa ante su ventanilla".

"No sirvo para nada. Soy un inútil"." "Esas palabras delatan claramente a un deprimido", explica Amelia. "Son personas que no sólo hablan mal de sí mismas, sino que lo hacen sin pudor. El problema es el contrario: se aman tanto a sí mismas, que se creen omnipotentes. Por eso, porque creen que nada puede escapar a su control, no aprenden a sustituir. De ahí que cuando su ideal muere o desaparece, se sienten morir. Si ese ideal es el trabajo, pierden `todos' los trabajos. Si es la novia o el amigo íntimo, pierden a `todas' las posibles novias y amigos. Asociar libremente a través del psicoanálisis es aprender a sustituir una palabra, un ideal por otro. Es asumir que nada es definitivo. Yo diría que, en contraposición, el o la viuda que encuentran una nueva pareja serían las personas realmente sanas. El hecho de buscar alternativas indica relaciones anteriores plenas y adultas...".

"Los médicos dicen que no tengo nada, pero a mí me duelen los riñones", dice Carlos, de 27 años, y explica con pelos y señales sus padecimientos. Poco después, declara: "Mis hermanos mayores siempre están enfadados. Chillan a nuestra madre". La psicoanalista sabe que el significado real de un problema suele estar contenido no en la frase que lo define, sino en "la siguiente". Así descubre que los "riñones" son "las personas que riñen". Que el síntoma (el dolor de riñones) es el reflejo de un conflicto al que Carlos no se atreve a enfrentarse. Sólo al verbalizar el problema real, se librará Carlos de su dolor.

"Me encanta coquetear con un hombre, pero en cuanto se me insinúa, pierdo interés por él", cuenta Carmen, modelo publicitaria de 22 años. Para Amelia, "en una estructura mental histérica, el deseo es un fin en sí mismo, por eso, tiene que quedar insatisfecho. De ahí que la persona histérica provoque su propio fracaso: el fin está en la fantasía, en creer que hay algo `mejor' más allá. Cuando alguien dice: `No acepto tal trabajo porque tengo miedo a fracasar', en realidad quiere decir: `Tengo miedo al éxito'. El psicoanálisis ayuda a recibir el éxito o el fracaso sin vanagloriarse.

"Me lavo las manos continuamente". Ya durante la primera sesión de psicoanálisis de Julia, ama de casa de 34 años, se desvela una fantasía sexual que tenía de niña y que acalló contando mentalmente hasta diez; un contar hasta diez que silenció con ritos como dejar los zapatos a diez metros exactos de la cama; poner los zapatos a diez metros ...

"Limpio la ducha cuatro veces". También Luis, 38 años, descubrió en el psicoanálisis el origen de su manía de limpiar cuatro veces la ducha antes de meterse en ella: la relación sexual que tuvo de niño con una prima mayor que él, y que su conciencia no quería reconocer.

"Al salir, compruebo mil veces si he cerrado la puerta". La obsesión de Dolores, 50 años, por comprobar veinte veces que la puerta estuviera cerrada necesitó de varios meses de psicoterapia para revelar su origen inconsciente. Siendo adolescente envió anónimos a varios amigos, en los que desacreditaba a otra chica a la que envidiaba. "Los rituales obsesivos intentan acallar algún suceso del pasado que es innombrable para el sujeto", explica Amelia. "Cuando ese pasado aflora, ya no hay nada que encubrir y los rituales sobran.


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